En la Liga Santafesina, lo que debiera ser una fiesta del deporte, una celebración del esfuerzo, la pasión y el compañerismo, se ve manchado cada fin de semana por episodios lamentables que nada tienen que ver con los valores que el fútbol debe transmitir.
Peleas, insultos, amenazas, empujones, invasiones de cancha, agresiones a árbitros, técnicos desbordados, jugadores fuera de control, padres exaltados. El deporte más lindo del mundo está siendo secuestrado por la intolerancia, el ego desmedido y la falta de respeto.
Desde hace varias fechas venimos observando un patrón preocupante. Los partidos, en vez de ser espacios de encuentro, se transforman en campos de batalla. No importa la categoría: escuelitas, juveniles, mayores, fútbol femenino o senior.
El problema es transversal. La tensión flota en el aire antes del pitazo inicial. Y apenas se produce un fallo arbitral dudoso, una jugada brusca o una provocación verbal, la chispa prende fuego todo.
Los árbitros, cada vez más expuestos, deben tomar decisiones en fracciones de segundo mientras son blanco de insultos, amenazas e incluso agresiones físicas. Los directores técnicos, lejos de apaciguar, muchas veces son los primeros en perder los estribos.
Desde los bancos de suplentes, cualquier jugada polémica se convierte en una excusa para invadir el campo.
Y desde las tribunas o del otro lado del alambrado, el público –muchas veces familiares de los jugadores– actúa como una hinchada desbordada, insultando, incitando y generando un clima insostenible para los pocos agentes de seguridad que están para proteger el espectáculo dentro de un terreno de juego.
Este no es el fútbol que queremos. Esta no es la Liga Santafesina que supimos disfrutar. Nos estamos alejando peligrosamente del espíritu deportivo, del juego limpio, de los valores que se enseñan desde la infancia: el respeto, la solidaridad, el trabajo en equipo, la humildad en la victoria y la dignidad en la derrota.
En su lugar, impera una lógica tóxica de ganar a cualquier precio, de "vale todo", de confrontación permanente.
El fútbol de barrio, ese que representa a tantas comunidades, que es escuela de vida para miles de chicos y chicas, está en peligro. Se está perdiendo lo esencial. Porque cuando la violencia aparece, desaparece el disfrute. Y si no se disfruta, no tiene sentido. Cada agresión que ocurre es una derrota colectiva.
Basta de violencia. A la Liga la hacemos entre todos. Crédito: Luis CetraroBasta de violencia
Por eso, desde Pasión Liga decimos basta. Reclamamos con firmeza un cambio de conducta. Un cambio profundo, verdadero y urgente. Sabemos que no es sencillo, que las pasiones a veces nublan la razón, pero también sabemos que el fútbol tiene un poder enorme: el poder de unir, de educar, de transformar.
Necesitamos que los clubes de nuestra Liga, asuman un rol activo. Que trabajen con sus jugadores, cuerpos técnicos y familias para fomentar el respeto, la contención emocional y la sana competencia. Que sancionen con firmeza a quienes cruzan los límites. Que apoyen a los árbitros, que también son parte del juego, y no enemigos a combatir.
Necesitamos que las autoridades de la Liga redoblen los esfuerzos para garantizar la seguridad, aplicando sin titubeos las sanciones correspondientes a jugadores, técnicos, hinchas y equipos que incurran en conductas violentas. La impunidad solo alimenta el caos.
Necesitamos que los padres y madres comprendan que sus hijos no necesitan ganar a toda costa. Necesitan disfrutar, aprender, compartir. El mensaje que damos desde afuera se traduce en comportamiento adentro. No convirtamos a los chicos en reproductores de odio.
Y necesitamos, sobre todo, que cada uno de nosotros se haga cargo. Que reflexione, que se cuestione, que actúe. Que entendamos que el fútbol no es una guerra, es un juego. Un juego que puede ser profundamente formador si lo vivimos con alegría, con compromiso y con respeto.
Basta de violencia. A la Liga la hacemos entre todos. Foto: Luis CetraroEl fútbol es pasión, no violencia. Es competencia, no guerra. Es emoción, no odio.
Por eso, decimos con claridad: no a la violencia en las canchas de la Liga Santafesina de Fútbol. Que los violentos queden fuera del sistema. Que las canchas vuelvan a ser espacios de encuentro, de familia, de comunidad. Que se escuche el sonido de la pelota y no el grito del insulto. Que volvamos a aplaudir una jugada y no a reaccionar con rabia por una falta. Que gane el fútbol.
Entre todos, podemos lograrlo. Desde Pasión Liga, pedimos compromiso, conciencia y acción. No manchemos la pelota. Hagamos del fútbol el espacio de alegría y unidad que siempre supo ser.