Cuando el eximio pintor César Fernández Navarro cumplió 70 años de edad, en septiembre de 1979, las autoridades del Museo Municipal de Artes Visuales decidieron inaugurar una exposición de óleos de su autoría.
En 1979, cuando el artista cumplió 70 años, se abrió una muestra con 25 óleos que confirmaron su devoción por los arenales, los pescadores y los cielos litoraleños.

Cuando el eximio pintor César Fernández Navarro cumplió 70 años de edad, en septiembre de 1979, las autoridades del Museo Municipal de Artes Visuales decidieron inaugurar una exposición de óleos de su autoría.
La exposición, integrada con 25 óleos de su producción más reciente, permitió (en términos de El Litoral, en su edición del 26 de septiembre de ese año) "ratificar su camino de los últimos años en torno a la figura en el paisaje ribereño".
Fernández Navarro fue un pintor cuya comunión con la zona litoral fue de una intensidad pocas veces vista, pese a que nació en una geografía diferente, Bahía Blanca y luego se formó en tierras europeas.
Cuando volvió a Santa Fe, "internalizó" el entorno. Las playas, los arroyos y los pintorescos habitantes fueron sus musas. En una entrevista con El Litoral publicada en 1975, llegó a hablar de la "imponderable belleza de estas costas".
El viernes 5 de octubre de 1979, Jorge Taverna Irigoyen publicó una reseña de su autoría sobre la muestra conformada por 25 óleos de Fernández Navarro.
"Su obra (salvo algunas excepciones), saliendo de lo académico, sigue sin embargo una línea ortodoxa en la composición, en el dibujo de figuras y paisajes, en el manejo de una paleta rica, no pocas veces tendiente a la saturación".
"Su pintura, llega así a veces a la severidad de los elementos constitutivos del plano; atrayendo cierto grado monumental en el vigor de los cuerpos, jugando contrastes cromáticos no exentos de disonancias; contraponiendo formas que, sin efectismos, alcanzan a concretar la tridimensionalidad".
Al referirse a la exposición, Taverna remarcó "advertimos a un Fernández Navarro maduro, de a ratos reflexivo, que si bien pareciera reiterarse, continúa buscando sobre el mismo motivo que nutriera sus años de mayor y fecundidad".
"Los arenales de la zona ribereña, las figuras silenciosas y esperanzadas de mujeres pescadores, los vastos cielos y una que otra llanura, con caballos en trote, son el espíritu -o la savia- de estas telas de excelente factura", agrega.
"La espera" (que se reproduce en este artículo) o "Pareja junto al río" son para el crítico “dos buenos ejemplos de lo que propone y lo que puede alcanzar su pintura: sensual, expresiva, desintelectualizada”.
"Pero también -sigue- está la "vibración perceptual de 'Pescador con red', la ordenación compositiva de 'La casa de la costa' y la fluyente anécdota doméstica de 'Muchacha moliendo'".
"Se podrá coincidir o disentir con su óptica vivencial, pero más allá de las valoraciones subjetivas, su pintura es el fruto innegable de un taller que siempre tendrá, al entrar a él, olor a resinas", cierra la reseña, de un modo poético.




