En mayo de 1978, se produjo en la ciudad de Santa Fe un acontecimiento artístico: Hugo Padeletti expuso doce obras en el local de La Casona (taller experimental de arte cerámico) que funcionaba entonces en calle 4 de Enero 1849.
En mayo de 1978, el pintor y poeta que fue director del Rosa Galisteo, presentó obras en Santa Fe. La exposición, que mostró su estilo singular, sirve de excusa para recordarlo.

En mayo de 1978, se produjo en la ciudad de Santa Fe un acontecimiento artístico: Hugo Padeletti expuso doce obras en el local de La Casona (taller experimental de arte cerámico) que funcionaba entonces en calle 4 de Enero 1849.
Esa muestra permitió al público entrar en contacto con la poética visual de un autor atravesado por influencias diversas. Que siempre mantuvo una tensión fecunda entre imagen y palabra.
Padeletti nació en 1928 en Alcorta, Santa Fe, y falleció en Buenos Aires el 12 de enero de 2018. Su biografía, sin embargo, no se puede reducir a datos cronológicos. Fue un hombre en permanente tránsito: entre la pintura y la poesía, entre la razón filosófica y el despojamiento místico.
"He dibujado casi durante toda mi vida; si estoy en un bar esperando a alguien, dibujo, y también lo hago antes de dormir, en esa media horita previa a que llegue el sueño", confesó en 2006 a Ángel Berlanga, en una entrevista incluida en "La literatura argentina por escritores argentinos".
Estudió con Juan Grela, referente del arte rosarino, y se formó también en Filosofía y Estética en las universidades de Rosario y Córdoba. Ya en 1959 publicó su primer libro de poemas, mientras en paralelo empezaba a indagar una pintura influenciada por la espiritualidad oriental, en especial la estética zen.
Entre 1961 y 1965 dirigió el Museo Provincial Rosa Galisteo de Rodríguez de la ciudad de Santa Fe, desde donde promovió una visión integradora del arte. Más tarde, gracias a una beca del Ministerio de Cultura de Santa Fe, viajó a Suiza para estudiar la obra de Paul Klee y luego a la India, donde exploró los ashram del Himalaya.
Esa experiencia lo marcó: "Hay una zona de la realidad a la que no se llega a través del concepto, a la que se accede fundamentalmente por la música, pero también por la plástica. Y por la poesía, cuando es realmente poética", sostuvo en la mencionada entrevista con Berlanga.
Radicado desde joven en Rosario, mantuvo una estrecha relación con el Grupo Litoral, movimiento que buscaba anclar el arte en la experiencia del entorno. Allí conoció a Fernando Espino, cuya mirada fue decisiva.
"Cuando salió la posibilidad de editar un libro con dibujos y poemas decidí ampliar un ensayo que había publicado antes en Abyssinia. Hay elementos comunes: la sensibilidad es la misma. Ambas prácticas están vinculadas con la música, con lo no conceptual", afirmó en el diálogo con Berlanga.
Desde los años '60 comenzó a desarrollar una línea de trabajo basada en lo que él denominaba "poemas plásticos": collages, acuarelas y dibujos que no ilustran sus poemas escritos, se proponen como otra forma de pensamiento sensible.
Según la crítica Elsa Flores, "hacia fines de 1979, vuelve a las leyes del azar, aunque con una referencia más explícita a la estética zen. Un lenguaje que sigue acentuando el concepto de vacío, mediante la disposición de una serie de formas simples sobre un espacio llano".
Esa búsqueda encontró formas cada vez más depuradas. En sus últimos años, Padeletti abandonó las muestras unitarias y pasó al pequeño formato y las pinturas al agua.
La naturaleza fue una presencia significativa en la obra de Padeletti. En una entrevista realizada por Daniel Gigena en 2015 para La Nación, lo señalaba.
"Soy gato de fuego en el horóscopo chino, lo cual significa una persona un poco imprevisible, apurada, brusca, y al mismo tiempo me crié en medio de la naturaleza, a la que amo, en una época muy tranquila, con flores".
"Eran unos jardines hermosísimos; mis parientes en el campo lo mismo. Tenía parientes en Córdoba; otros fueron a la zona de pampa húmeda, pero otros fueron a Córdoba, pusieron un tanque australiano y se hicieron millonarios con dos estancias. Yo he ido a pasar veranos ahí".
"Es al sur de Córdoba, cerca de Bell Ville. Y ellos hacían todo el trabajo del campo. Me he caído muchas veces del caballo; ahí aprendí que había que dejarse caer blando".
En relación a su obra poética, Padeletti explicó que en ella "el concepto forma parte de una gestalt; está como tragado por la música y la imagen. Funciona estéticamente”.
Su lírica no buscó efectismo: avanzaba por sustracción, por revelaciones mínimas. Por eso recibió distinciones como el Premio Boris Vian de Literatura en 1989 y el Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes en 2003, por su libro Intezona.
En 2013, la Biblioteca Nacional le otorgó el Premio Rosa de Cobre por su obra poética, junto a nombres como Juan Gelman y Juana Bignozzi. Un certamen del Museo Rosa Galisteo lleva su nombre.
Entre sus títulos se destacan "Plancton" (1998), "El andariego" (2007) y "Osaturas" (2014). También publicó ensayos, artículos y prólogos en medios de Argentina, México e Irlanda.
Hoy, su trabajo invita a "bajar el volumen" del mundo, dejarse tocar por lo leve. A confiar, como él, en que hay zonas de la realidad a las que solo se puede acceder a través de la poesía.




