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El viernes 17, en Luz y Fuerza

Ramiro Gallo Quinteto: curiosidad y asombro por la música nueva

El grupo liderado por el violinista y compositor santafesino repasará obras originales creadas a lo largo de 25 años de trayectoria. En la previa, el referente del tango contemporáneo conversó con El Litoral sobre su propuesta artística y el contexto en el que se desarrolla.

Ramiro Gallo Quinteto: curiosidad y asombro por la música nuevaRamiro Gallo Quinteto: curiosidad y asombro por la música nueva

Sábado 11.10.2025
 9:30
 / 
Actualizado al Sábado 11.10.2025 12:27hs
Ignacio Andrés Amarillo
Ignacio Andrés Amarillo

Ramiro Gallo Quinteto se presentará en concierto el próximo viernes 17 de octubre desde las 21, en el Teatro Luz y Fuerza (Junín 2957). El grupo liderado por el violinista y compositor santafesino está pronto a celebrar sus 25 años de trayectoria, por lo que repasará obras de todas las etapas de su carrera. Las anticipadas pueden adquirirse en la boletería de la sala y a través del sistema Ticketway.

Adelantando ese concierto, El Litoral conversó con Gallo, uno de los referentes del tango en las últimas décadas, para repasar la trayectoria de su propuesta, sus búsquedas artísticas y el presente del género.

Gallo, figura del tango desde los tiempos de la Orquesta El Arrastre, fundada en 1996. Foto: Gentileza producción

Cuarto de siglo

-El Ramiro Gallo Quinteto lleva más de 20 años de trayectoria, con un sonido que equilibra tradición y modernidad. ¿Qué considerás que se ha mantenido inmutable desde el comienzo, y qué ha cambiado con el paso del tiempo?

-Este año estamos celebrando los 25 años, se cumplen el próximo 2 de noviembre. Vamos a hacer un concierto el 6 de noviembre aquí en Buenos Aires celebrando eso, lleno de invitados, con muchos ex integrantes que van a acercarse a tocar con nosotros.

Estamos metidos en esa onda de la celebración de todo este tiempo transcurrido, que es un montón; y al mismo tiempo se percibe como poco, porque me parece un suspiro desde que empezamos hasta la fecha.

Hay mucho muchas cosas que cambiaron; diría que lo que permanece, lo que no ha cambiado es la sensación de curiosidad y asombro que conlleva estar involucrado en un proyecto que tiene que ver con la nueva música, con el estreno permanente de obra nueva.

Este año ha sido ha sido bastante distinto porque recibimos el año con un par de propuestas muy interesantes: dos cantantes, cada uno por separado nos propusieron grabar discos de ellos con temas clásicos, acompañados por el Quinteto. Uno es Armando Duval, un cantante de larguísima trayectoria, un señor de 82 años, que da la casualidad (o no) de que es el papá de un gran amigo nuestro, pianista de tango también, que se llama Exequiel Mantega.

La otra es una cantante paraguaya (Daisy Lombardo): exquisita artista, muy buena cantante. Nació por error en Paraguay, porque la mina canta tango como si fuese una porteña más: es impresionante la dedicación, el amor al género. Con ella grabamos un disco de homenaje a Cátulo Castillo, y con Armando Duval grabamos ya dos discos de tangos clásicos.

Este año hemos estado involucrados en estos proyectos, pero al mismo tiempo también estrenando obra nueva, como desde hace 25 años; y eso implica toda una cuestión de curiosidad y asombro: uno no sabe nunca qué le puede brindar a uno eso. El hecho de hacer música conocida te da una especie de red de contención importante, mientras que trabajar música nueva es sin red: uno no tiene ni idea de cuál puede ser la llegada de esas músicas nuevas; si le van a gustar, a quién le van a gustar, dónde está la gente que va a escucharte. Es un poco difícil y al mismo tiempo fascinante el camino.

En este momento se está realizando en la Unsam, universidad donde doy clases en la carrera de Música Argentina, un congreso de música popular. Ayer estuve en una charla, debatimos con otras dos compositoras; cuando terminamos el debate, el público empezó a hablar. Una chica comentó cosas relativas a la charla, estábamos hablando del cambio de la forma de circulación de la música. de que los CD ya no servían, que uno los tiraba.

Y empezó a contar que se estaba mudando, que se encontró con cientos de CD: decidió venderlos o tirarlos, pero antes se puso a escucharlos. Y de repente apareció un CD mío: esa fue la cortina musical de su mudanza. Me agradeció, totalmente feliz, de tener esa música: fue una cosa hermosa.

No sé dónde estaba, por qué compró ese CD. No escuchó el tango “Sur”, o a Gardel, Goyeneche o Salgán: escuchó una música nueva, se jugó por abrir el corazón, el entendimiento y la sensibilidad a algo nuevo. Si bien es más difícil, saber que del otro lado hay gente que busca eso es motivante.

Lo que sí cambió mucho fueron los músicos: con cada cambio hubo un cambio de sonido, de estética; en cada momento hemos tratado de dar el máximo; y con cada personal el quinteto sonó al máximo, pero distinto. En este momento tenemos un equipo que me enorgullece muchísimo, son todos unos cracks gigantescos, grandes músicos. Cada época para mí es la mejor del grupo.

-Cada uno de estos integrantes son docentes, son cabezas de otros grupos. ¿Cómo influye esa riqueza de los caminos personales al sonido colectivo, en lo que se escucha?

-En lo que aporta es al entendimiento del mensaje. Porque hay una cuestión técnica que a lo mejor se resuelve fácilmente; pero hay una cuestión más profunda que es por un lado el conocimiento del lenguaje, que tiene que ser fluido: eso no lo logra cualquier músico; y después la conexión con el mensaje.

Porque a veces el pentagrama vendría a ser como un mapa del tesoro: vos lo podés tener en tus manos, pero después tenés que salir a buscarlo. Para eso hay un ejercicio de la voluntad, de movilizar cosas internas y de ir hacia la sonoridad que se busca; para que eso verdaderamente viva y no sea una colección de notas, que a lo mejor uno lo escucha con los programas de escritura en la computadora y ya está, uno lo puede entender.

Uno puede entender lo que escribió, pero cuando hay gente detrás, y corazones detrás de esos dedos que ponen en funcionamiento la cosa, es otra historia. Cuanto más esté desarrollada esa fluidez entre lo que hay en la partitura y llegar al nudo... bueno, se logra con músicos experimentados.

El quinteto tiene 25 años; ahora el pianista, Adrián Enríquez, ya lleva 20 años en el grupo. El guitarrista Santiago Vera Candioti, santafesino, lleva ya 15 años en el grupo. El contrabajista lleva diez años: es Lautaro Muñoz Arista. Y el más nuevo que entró ya tiene cinco años en el grupo, que es Joaquín Benítez Kitegroski (bandoneonista): hasta el más nuevo ya hace unos años que está.

Entonces hay una conexión con el lenguaje no sólo del tango, sino específico de la música que escribo. Esto facilita mucho las cosas: antes tenía que explicar mucho lo que había escrito en los ensayos para intentar lograrlo; hoy prácticamente hacemos un lenguaje sin palabras: el ensayo es simplemente tocar y entendernos; muy rara vez tenemos que explicar y salir a buscar los resultados con cosas que no sean simplemente el hecho de tocar.



Ensamblados

-En tus últimos discos, “Alquimia” y “Todas las cosas, y el tiempo”, hay una búsqueda de una expresividad muy especial, y de la mano de grabar todos juntos en la misma sala.

-Eso lo empecé a buscar en uno de los discos anteriores, que tiene 11, 12 años: “El cielo no queda tan lejos”. Cuando terminábamos de grabarlo, estaba haciendo la mezcla con el sonidista y hablábamos de cómo lograr una grabación más fiel de lo que se estaba escuchando en el estudio.

Lo comparo con un paisaje: uno saca una foto a un paisaje, después mira la foto y, si no estuviera el recuerdo de uno que estuvo ahí y lo vio, la foto no es el paisaje. En la grabación pasa lo mismo: hay tantas cosas que suceden entre que uno grabó y que tiene el producto final, que el hecho sonoro queda bastante lejos. ¿Cómo hacer para acercarse lo más posible a la verdad del hecho sonoro?

Y me acuerdo que ahí el sonidista me dijo: “¿Para qué separar lo que después vas a querer unir?”. Es muy habitual que los músicos toquemos con separadores, porque uno se puede equivocar y, teniendo el separador, el sonido del violín no entra en el micrófono de la guitarra o del bandoneón y podés “pinchar”, podés arreglar.

Bueno, sacamos todo eso: tocamos sin separadores, todos juntos en el estudio, de una manera bastante cercana. Estamos en un estudio que no es súper grande, una sala muy hermosa, que tiene el tamaño justo para que el sonido se desarrolle bien. Pero nosotros podemos estar bastante cerca, escuchándonos, conectándonos y contagiándonos de la energía del otro.

Al no tener separadores, cuando llega el momento de la edición uno se encuentra a veces con errores: puede aparecer aun cuando llegamos al estudio ya con las cosas muy sabidas. Siempre aparecen cositas; pero a veces ese error es orgánico con la interpretación.

Entonces es un poco enamorarse del error, aceptarlo como parte integrante del sonido real de la música. Nosotros vamos al estudio, tocamos dos o tres veces los temas, y consideramos que ya está; en un día podemos grabar un disco sin ningún problema; de hecho, “Todas las cosas y el tiempo” lo grabamos en un día.

Además, tenemos dos o tres versiones de un tema; si nos gustó más como salió la primera parte en la toma uno y la segunda en la toma dos, cortamos ahí, ponemos una parte de cada una y ya está. Pero son tomas grandes, no hay “pinches”, no hay arreglo. Es simplemente decir: “Esta versión está más linda, está mejor por alguna razón”. Consideramos que el sonido es bastante real.

También ponemos en el medio del estudio un par de micrófonos estéreo para que tome la sonoridad de la sala, ya no instrumento por instrumento. Cuando uno escucha lo grabado por esos dos micrófonos estéreo, parece un disco ya: es lo real. Y ese sonido está presente en la edición final, dándole unidad a todo. Es una experiencia gratificante, porque hemos logrado que se parezca mucho a un concierto.

Estamos grabando en el estudio Dr. F: es un placer, ya es como nuestra propia casa; hace muchos años que grabamos ahí. La técnica de sonido suele ser siempre Fabiola Russo, una amiga que viene grabándonos desde el primer disco. Así que todo se va uniendo para hacer de la grabación una experiencia muy linda.



La actualidad del tango

-Solés decir que el tango contemporáneo tiene que respirar “ayer, hoy y mañana”. ¿Dónde sentís que está parado hoy el género, y qué desafíos tiene por delante?

-He pasado por distintos momentos (como cualquier persona), alguno de mayor optimismo, otros de no tanto. El género puede ser una interesante alternativa; medido no solamente con el espejo de sí mismo, sino de todo lo que puede ser el encare de la música actual.

Toda la industria musical se está alejando cada vez más de lo que puede ofrecer el tango, o incluso la música en general. Toda la música actual parece ir hacia producciones que cada vez tienen menos que ver con lo humano, con la humanidad de la música. Ni hablar de la ilusión de la inteligencia artificial en la producción musical. Así como te digo que estamos intentando que la grabación sea lo más humana posible, hay otras músicas que se producen exactamente a la inversa, cada vez menos humanizada.

Emilio Balcarce, al que considero mi mentor, es el músico del tango más importante, con el que yo he trabajado más; músico de Osvaldo Pugliese y gran referencia para todos. Cuando tenía unos 90 años me dijo que él era optimista respecto del futuro del tango, porque decía que la historia se da en movimientos pendulares: “Cuando el péndulo esté volviendo y la gente necesite más humanidad y no esta deshumanización por la que estamos atravesando, en ese momento el tango va a tener muchas cosas para decir”.

Me emocionó mucho eso que él me decía; pero ya han pasado 15 años de esas palabras y encuentro que el movimiento sigue su curso hacia esta deshumanización. Eso en cuanto a lo que se refiere a la música más masiva; pero ahí entra un debate diferente, en el cual uno tiene que decidir. Porque hay una maquinaria de la música industrial muy fuerte, muy gigantesca; y pareciera ser que, si uno quiere trascender, hacerse conocer y que la música de uno se escuche, entonces hay que ser parte de ese universo.

Supongamos: ¿cómo es que no podemos hacer un Movistar Arena? Ningún tanguero puede llenar un teatro así. Hay una masividad que dan los medios actuales que es enorme, gigantesca. Claro, una música que propone una cosa completamente inversa difícilmente pueda acceder a esas cosas; pero uno debe preguntarse si realmente uno quiere que la música que tanto ama ocupe esos lugares.

La respuesta es que para nuestras músicas (y no hablo ahí ya solo del tango, sino de cualquier música que esté escrita y producida con una finalidad de expresión, de transmisión de un mensaje; y no escrita o producida desde una maquinaria industrial) es el momento de darse cuenta de que quizás tenemos que encontrar nichos distintos, maneras diferentes de comunicación y de encuentro entre los artistas y las personas ávidas de un mensaje más allá, y no de una música pasatista.

El desafío es entender eso, por empezar; luego creo que no vamos a poder crear una maquinaria como la que tiene creada la música industrial y todo lo que conlleva ese sistema tremendo de oferta y demanda, y de donde lo que vale, parece ser lo que es lo que vende. Entonces hay que usar ese aparato en la medida y con los objetivos distintos que podamos tener.

Yo disfruto de poner historias, hacer reels en Instagram, hacer videos; que tienen un lenguaje bastante llamativo y que están acordes a lo que es la comunicación actual, pero sigo apuntando al mismo público. Sé que el público que lo ve va a ser el mismo que nos va a ir a escuchar. Esa es una forma de comunicación que puede servirme, y puedo usarla a los objetivos de nuestra música y de nuestro mensaje.

Eso en cuanto a la distribución de la música; respecto de hacia dónde puede ir estéticamente, el panorama del tango es bastante complejo, bastante variado. Hay mundos diferentes que a veces se tocan, otras veces no tanto.

Está el tango de concierto, el tango más contemporáneo; están los que todavía siguen a Piazzolla, lo cual me parece increíble (risas): hace 30 años que el tipo se murió y siguen tocando y reproduciendo música de Piazzolla, pensando que Piazzolla es lo máximo, el último eslabón; desconociendo 30 años de historia que vinieron después. Después está la gente que hace tango para bailar, porque hay un gran movimiento de milongas tanto aquí como afuera. Hay un mundo de la guitarra con cantores. Cada uno entrega cosas interesantes: habrá que ver hacia dónde va.

Lo que sí sería interesante es que no se pierda nunca la conexión con el origen de toda esa corriente: eso ya es una cuestión de formación. El músico que se quiera formar en el tango, ojalá que lo haga poniendo un pie en la historia; de lo contrario, en este mundo tan volátil (donde parece ser que las cosas tienen que durar 30 segundos, el tiempo que dura un reel de Instagram, si no ya nos sirve) a lo mejor estas cosas se van perdiendo.

Pero estoy en ese sentido bastante optimista, porque lo veo en los alumnos: cada año entran a la universidad pibes nuevos y jovencísimos que aman al género, que están impregnados y son verdaderos batalladores del tango.



Pasado y presente

-¿Hacia dónde va tu propuesta después de “Todas las cosas y el tiempo”?

-Ahora el foco está en la celebración de los 25: en Santa Fe vamos a hacer gran parte del repertorio que unos días después vamos a hacer aquí por los 25 años. Tratando de recorrer, de tomar conciencia de lo que fueron todos estos años; una de las maneras es revisar nuestros discos, tocar material de cada uno de ellos, revisitar esas músicas.

La música es una especie de caja del tiempo: uno escucha una cosa que escribió y grabó hace 20 años y de alguna manera vuelve a eso. Y en ese en fluir que viene desde atrás, el presente son temas que todavía no hemos grabado, pero que surgieron este año.

Como dije, este año estuvimos involucrados los discos que hicimos con tangos clásicos, rareza en nuestra producción; y eso me sacó un poquito del eje autoral, compositivo. Pero de todas maneras el grupo tiene ya sonando cinco temas nuevos, que en algún momento serán grabados.

Respecto de qué estética, o hacia dónde, no estoy componiendo de una manera tan frenética como antes, que escribía muchísimo más. Porque de alguna manera, muchos de los sonidos que yo quería sacar y oír ya salieron, y ya los escuché.

Una de las cosas a las que un compositor no debe renunciar es a la honestidad, y a tener siempre una conexión con lo auténtico. Y en lo auténtico hay otro concepto que es si algo es necesario: si voy a escribir un tema parecido a otro que hice antes, si ya una sonoridad parecida existe, ¿hace falta? ¿Es necesario?

En este punto de vista no me preocupo como antes si no estoy escribiendo; escribo por absoluta necesidad; necesito sí un momento de ocio para poder escribir, de lo contrario no hago nada. Cuando me siento ocioso, normalmente las músicas me empiezan a sonar. Ahora estoy un poquito más exigente con estas músicas que me suenan en la cabeza: no bajo cualquier tema que me empiece a sonar en la cabeza, sino aquel que me parece necesario, que me parece que nunca hice algo parecido. De esa manera surgen sonidos verdaderamente novedosos para mí y para el grupo.

Por otro lado, el grupo se ha vuelto mucho más improvisador: estamos menos atados a la parte, hay muchos momentos de composición colectiva y de música espontánea. Esto es por las características de los músicos que lo integran en este momento. Así que hay cosas diferentes, cosas nuevas, pero siempre con alguna conexión con el tango clásico: siempre hay elementos presentes.

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Arte Música Teatro

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