Por Verónica Dobronich
En tiempos donde la productividad domina, esta práctica propone un descanso activo para la mente, capaz de regenerar la creatividad y reducir el estrés.

Por Verónica Dobronich
Aunque no es danesa sino neerlandesa, Niksen completa este viaje nórdico hacia el bienestar con una propuesta tan simple como desafiante: no hacer nada.
En un mundo donde la productividad se convirtió en identidad, Niksen propone recuperar el espacio vacío como fuente de creatividad y descanso mental.
Lejos del ocio pasivo, esta práctica consiste en permitir que la mente divague sin propósito, sin pantallas, sin objetivos. Solo estar.
Neurocientíficamente, este estado activa la llamada red neuronal por defecto, responsable de la introspección, la memoria y la imaginación.
Un estudio de la Universidad de Radboud (Países Bajos) demostró que los momentos de inactividad consciente mejoran la capacidad de resolución de problemas y reducen la ansiedad.
En otras palabras, el cerebro necesita aburrirse para regenerarse.
Sin embargo, no hacer nada resulta incómodo para muchos. Vivimos en una cultura del rendimiento, donde descansar parece una pérdida de tiempo.
Niksen nos recuerda que el bienestar no siempre nace del hacer, sino del permitirnos existir sin exigencia.
Practicarlo puede ser tan simple como mirar por la ventana, caminar sin auriculares o quedarse en silencio sin buscar estímulos.
Porque en esos espacios vacíos la mente encuentra aire, y el alma, su equilibrio.
Quizá el mayor acto de autocuidado sea, a veces, no hacer absolutamente nada.




