En correspondencia al hábito de expresar la política con metáforas salidas del fútbol, podría decirse que en las recientes contiendas parlamentarias en la Cámara de Senadores de la Nación, la oposición le ganó al gobierno siete a cero, es decir por goleada. Las cifras son elocuentes. Siete proyectos de leyes fueron aprobados en una sentada. Los resultados fueron tan efectivos, tan contundentes que hasta el puntilloso Guillermo Francos perdió la línea, mientras el Gordo Dan, fiel a su estilo, fiel a lo que cree, llamó a que los tanques ganen la calle, mientras otro compañero más populachero y con fondo musical de La Renga, convocó a constituir milicias populares. Patricia Bullrich, por su parte, responsabilizó de lo sucedido a Victoria Villarruel a la que acusó de "traidora". Como para dar testimonio acerca del nivel político que honran nuestra vida parlamentaria, Villarruel no tuvo mejor idea que acusar a su rival interna de montonera y terrorista, imputación que, dicho sea de paso, es exactamente la misma que durante la pasada campaña electoral nacional Javier Milei empleó contra su actual ministra de Seguridad... hoy reconocida, fiel al estilo del presidente, como la mejor ministra del mundo. Milei tampoco se privó de entreverarse en el candombe, en sintonía con su gracejo elegante, discreto y sutil.
Daría la impresión que Milei no pudo soportar el esquinazo que le dieron los gobernadores en Tucumán y la emprendió contra ellos con su reconocida retórica y esa inigualable habilidad para meter a todos en la misma bolsa, porque en la arremetida cayeron Axel Kicillof, Gerardo Zamora y Gildo Insfrán, como también potenciales y reales aliados como Osvaldo Jaldo y Raúl Jalil o, sin ir más lejos, Leandro Zdero y Alfredo Cornejo, pasando por Maximiliano Pullaro, Jorge Macri, Rogelio Frigerio o Martín Llaryora. No se salvó nadie. A la hora de abrir frentes de tormenta, Milei es un desatador de tempestades serial, tal vez el más importante del mundo. La pregunta abierta es si un presidente puede soportar tantas borrascas. Peleado con los gobernadores, a los que acusa de pretender derrumbar el superávit fiscal; peleado con los legisladores, a los que acusa de "ladrones" y "vagos"; peleado con los políticos, a los que acusa de "charlatanes" y "vividores"; peleado con el noventa por ciento de los periodistas, a los que acusa de "ensobrados" y "ratas inmundas"; peleado con su vicepresidenta, a la que acusa de querer "serrucharle" el piso; peleado con sus colegas economistas, a los que acusa de "analfabetos". Ante este panorama bizarro, le aconsejaría, en caso de ser ciertas todas estas imputaciones, que arme las valijas, las suyas y las de Karina, y abandone lo más rápido posible la residencia de Olivos y la Casa Rosada, porque con tantos enemigos es imposible resistir. Una sospecha, una intuición, me habilita un mínimo de esperanza a su favor: Milei miente o exagera, y por lo tanto, los enemigos que denuncia son producto de su exaltada fantasía o, tal vez, frágiles tigres de papel.
Voceros del presidente Milei informaron que el mandatario no asistirá a la autoconvocada reunión de Tucumán. El argumento o el pretexto es la neblina, un fenómeno atmosférico que, sugestivamente, también parece haber afligido a los gobernadores que mayoritariamente desistieron de asistir a celebrar el día de la independencia en la histórica casa. Mi sospecha es que la responsable de estas inesperadas ausencias fue efectivamente la neblina, pero no atmosférica sino política, algo así como un manto gris que parece extenderse sobre la gestión del mejor gobierno de la historia argentina y, posiblemente, del mundo. Ante cualquier conclusión apresurada, advierto que la neblina no es una tragedia o una desgracia en sí misma para los conductores de autos y de pueblos, solo exige por parte de estos conductores una dosis apreciable de prudencia y sobre todo de respeto a las reglas, las reglas de tránsito y las reglas políticas. Precisamente -ya que estamos recordando efemérides históricas- estos criterios fueron los que tuvieron en cuenta los congresales que en 1816 asistieron a San Miguel de Tucumán para tomar la decisión más audaz del proceso revolucionario abierto en 1810. La audacia en este caso estuvo contenida y encausada por la prudencia y la responsabilidad. Han pasado más de doscientos años de aquellas jornadas patrias, y si bien las situaciones son muy diferentes algunos criterios que distinguieron las decisiones de Francisco Narciso Laprida, Juan José Paso, Juan Martín de Pueyrredón, José de San Martín y Manuel Belgrano, entre tantos, deberían ser tenidos en cuenta por nuestros políticos contemporáneos y muy especialmente por nuestro presidente. Hoy la neblina parece ser la dificultad que impide transitar con seguridad; en 1816 no había neblina, pero en el horizonte lo que se observaba era la inminencia de la tempestad con sus rayos, relámpagos y centellas. Sin embargo, a nuestros Padres Fundadores no les tembló el pulso, ni se les nubló la vista y mucho menos se debilitó su temple. Pequeñas lecciones de la historia que el mejor presidente del mundo haría bien en registrar.
Debemos admitir que los bolsos y las valijas son protagonistas reales de la política criolla y han hecho notables méritos para poder constituirse en un símbolo icónico, más allá de siglas partidarias y detalles anecdóticos. Pero para no irnos tan lejos, podemos en principio evocar con lágrimas en los ojos a la señora Amira Yoma, cuñada de Carlos Saúl Menem; la dulce Amira, quien en versión light pagó los platos rotos para proteger a un presidente que lo fue durante diez años y cuya máxima habilidad fue haber dispuesto de la astucia y la perversidad necesaria para eludir a la justicia y morir en su cama como un santo varón. Pero cuando los bolsos y las valijas adquieren rango de leyenda y de símbolo patrio es con Néstor y Cristina Kirchner. José López lo certifica y Lázaro Báez lo bendice. La anécdota más truculenta de este bodrio político la expresan Antonini Wilson y Claudio Uberti. Acá ya no se trata de trasladar bolsas al estilo "Cuadernos de Centeno", es decir, en el territorio nacional, sino traerlas desde el extranjero, desde la segunda patria de los K, la gloriosa Venezuela chavista. En el caso de las valijas de Antonini Wilson hay que designarlas en plural porque fueron muchas y durante diferentes temporadas las que circularon desde el aeropuerto de Caracas al de Ezeiza. Pero también merecen ser recordadas, porque disiparon la ilusión de algunos de que la llegada de Cristina a la presidencia era una bocanada de aire fresco para nuestra enrarecida vida institucional. Después de Antonini vino la 125 y allí más o menos nos quedó a todos en claro los kilates políticos y morales de la Señora. Por cualquier duda al respecto, cabe disfrutar de las correrías nocturnas del propio José López revoleando bolsos por los tapiales de un convento habitado por monjas complacientes y aguerridas. Pues bien, el 25 de febrero de 2025 la saga de las valijas ingresando al país protegidas por el desparpajo del poder adquirió una inquietante pero empecinada actualidad. Esta vez los trofeos llegan en un avión negro que despegó vuelo desde algún aeropuerto de Florida y aterrizó en Aeroparque. El avión negro se destacaba por un dato curioso: transportaba a un sola pasajera que se trasladaba con diez o doce valijas. Importa destacar el hecho, porque a ciertos funcionarios oficialistas les parece muy normal que un avión vuele desde Estados Unidos a Aeroparque con una sola pasajera. La viajera pasó por los controles aduaneros con el desparpajo y la seguridad que yo empleo para ingresar a mi casa. El avión negro estuvo durante casi una semana guardado en uno de los hangares del aeropuerto y después, con la misma encantadora ligereza con que ingresó, voló en dirección a París donde sabemos que allí durante todo el año se está de fiesta. La solitaria pasajera se llama Laura Belén Arrieta, es argentina, alguna vez fue azafata y no sé cómo se las ingenió para organizar seminarios conservadores que cuentan con la participación jubilosa de Donald Trump y Javier Milei, con quién se luce en más de una foto. Tampoco sé por qué viaja sola por el mundo en un avión exclusivo que pertenece al señor Leonardo Scatturice, un caballero que algunos calificaron como la nueva versión de Jaime Stiuso en tiempos de gobiernos libertarios, pero otros no vacilaron en decir que se trata del Lázaro Báez de los hermanitos Milei. Este capítulo de la marroquinería Argentina recién se abre y, como le gustaba decir al inolvidable colega Ariel Delgado: "Hay más informaciones para este boletín".




