El Día del Niño ya es en sí mismo una buena noticia. Y nos trae buenas noticias, aunque con contradicciones. Los chicos y los jóvenes de Santa Fe tienen hoy más acceso a la formación y a la información que nunca antes, y esto los hace más fuertes y vigorosos. Nunca como en estos últimos años tuvieron tantas oportunidades para acceder al conocimiento, a la ciencia, a los procesos de aprender, saber y practicar.
Pero a la educación le soplan vientos adversos. En el mundo, nunca antes hubo tantos niños y adolescentes escolarizados, pero cierto alumno argentino de escuela pública todavía tiene dificultades para leer y para entender lo que lee, y esto lo hace blanco fácil del engaño y la trampa. Abunda la opinión sin fundamento, abunda la noticia falsa y la mentira, abunda el mensaje interesado, el grito y el insulto.
Pero los niños y los adolescentes, aunque no todos, nunca fueron tan rápidos para detectar el engaño y la trampa. Detectar la trampa implica educación y formación, caer en ella es fácil cuando no hay otras alternativas. La educación y la formación son la clave para que los chicos y jóvenes entiendan qué es un espejismo y qué es la realidad.
Tenemos que ayudar para que todos sin excepción pasen con provecho por las aulas, porque sin este paso el futuro les será incierto, y por tanto les será fácil caer ingenuos en la trampa. Y la trampa, el fraude, el engaño están a todos los niveles. Saber nos hace fuertes, mientras que ignorar y la indiferencia nos hacen vulnerables.
En el Día del Niño tenemos otras buenas noticias. Nunca hubo en el mundo tantos niños y adolescentes vacunados como los hay actualmente, pero nunca fueron tan recalcitrantes los movimientos negacionistas y anti-vacunas. Por aquí también soplan vientos adversos. Aunque con excepciones, la salud y el bienestar de la infancia son hoy mejores que nunca, y esto se debe a la educación, a las vacunas, a la salud pública, a la protección, a los alimentos, al agua, al respeto, a los derechos.
Hubo una época en que se morían dos bebés de cada tres que nacían. No había agua potable ni desagües, ni vacunas, ni hospitales. Ni alimentos ni educación para todos, pero sí había cañones. Fue en esta época cuando se perfeccionó la tecnología del cañón como arma de guerra, y poco a poco lo hacían cada vez más efectivo, es decir, con más capacidad de destrucción. Mientras tanto, se morían dos de cada tres bebés. Era el siglo XIV.
Hoy, siglo XXI, la tecnología bélica continúa perfeccionando su capacidad de destrucción y de matar, incluso a los niños. En Gaza, la violencia israelí continúa matando niños, incluso de hambre, y lo hace con el beneplácito del presidente de un país argentino que se vanagloria en afirmar que aquí la libertad avanza.
Las secuelas físicas y psíquicas de los niños y jóvenes supervivientes quedarán para siempre. Serán una carga pesada para el propio discapacitado y para su familia. Y mantendrán para siempre encendida la llama del odio y la venganza. No obstante, aunque no lo parezca, la situación de la infancia y de la adolescencia está en general hoy mejor que nunca. Y esto se debe a que muchos adultos, aunque no todos, comprenden el gran valor que tiene invertir en infancia y adolescencia.
Pero admitamos, con vergüenza, que en la infancia de hoy todavía quedan infantes, púberes y adolescentes que lloran, que trabajan en vez de ir a la escuela, que se ven obligados al sexo y a la explotación, a la droga, a la calle, a la violencia, al abuso, a pedir de mesa en mesa. Esperan algo más de nosotros y, con toda certeza, esto que esperan no es precisamente un juguete.
Lo que hoy hace falta es pensar, programar y luego hacer. Ahora, esta mayor conciencia sobre los derechos de la infancia debe quedar reflejada como tal en la nueva Constitución provincial. Es una buena oportunidad para mejorar la de 1962, y aunque ésta ya incluye algunos aspectos relativos a la salud y la educación, los vientos adversos, los tiempos que hoy vivimos recomiendan actualizar, y luego blindar los derechos de protección, de salud y de educación de la infancia en Santa Fe. Los derechos y el interés superior del menor santafesino deben constar en la Constitución de Santa Fe.
El Día del Niño ya es en sí mismo una buena noticia, claro que sí. Y aunque hay excepciones difíciles de comprender porque no sería difícil solucionarlas, este día nos recuerda que el respeto por la infancia y la adolescencia es cada vez mayor. Chicos y jóvenes están ahora más que antes entre las prioridades tanto públicas como privadas, y esto es sin duda la mejor noticia que nos trae este entrañable Día del Niño.
Niñas criadas como niños
Hay una costumbre lejana que nos habla de libertad y de esclavitud, de cómo es de férrea la voluntad de ayudar, en este caso a las niñas, y de contribuir a salvar un gran obstáculo, en este caso la ley. En Afganistán, el régimen talibán no permite que las niñas vayan a la escuela, ni anden por la calle, ni trabajen en nada que no sean las tareas domésticas. Para esquivar esta ley, muchas familias eligen a una niña de la familia para que viva toda una infancia como varón. Hablan de ella como de él, la presentan como varón, la visten como niño y la educan como varón, usa pelo corto y nombre de varón, y comparte los juegos y las conversaciones de los varones. Las niñas, en cambio, están obligadas a quedarse en casa para atender a las tareas domésticas y al cuidado de los adultos mayores.
De esta manera, esta niña criada como niño tiene mejores perspectivas porque va a la escuela, juega en el patio a la pelota, corre en la calle con otros chicos, aprende a vivir con libertad. Luego, como niño ya un poco mayor puede acompañar por la calle a su madre o a sus hermanas puesto que en aquel país una mujer no puede salir a la calle si no está acompañada por un varón. Inclusive podrá trabajar, como sus hermanos, y aprender un oficio. La costumbre es antigua y la sociedad la acepta, tal vez porque los varones son para ellos prestigio y fortaleza para la familia, mientras que las mujeres no son más que para el trabajo doméstico, tener hijos y criarlos.
Y cuando los años traen los cambios propios de la adolescencia, la chica criada como chico abandona el rol masculino para asumir, entre los 15 y los 17 años, el rol femenino, y debe aceptar en consecuencia la obligación de casarse con quien le designen como marido. Pero muchas, ya con otra mentalidad, se niegan a casarse porque saben de qué se trata, y quieren vivir mejor, con más libertad. Esta negativa a casarse suele implicar el romper con la familia y quedar al margen de la sociedad, lo que a su vez tiene consecuencias. Pero el germen de la libertad ya creció, y la fuerza de la libertad es poderosa. Eligen así una libertad que es apenas un poco más libre, o una esclavitud que es apenas menos esclava. Para ellas también es el Día del Niño. Se las conoce como las "bacha posh", una antigua expresión que quiere decir "vestida como varón".