Picardía literaria
Picardía literaria
Hay una larga lista de pícaros en la literatura universal. Ejemplos emblemáticos son El Lazarillo de Tormes y Pedro Urdemales (el que trama macanas): sujetos provenientes de sectores sociales de bajos recursos; huérfanos en sentido amplio (sin familia, dinero, educación ni futuro); suerte de antihéroes que encarnan un gran número de vicios de su época; individuos que aspiran a mejorar su condición social pero, para ello, no vacilan en recurrir a conductas ilícitas.
En el caso de "Martín Fierro", texto fundacional de nuestra literatura, abundan las avivadas o "guachadas" de aquellos que son capaces de hacerse amigos del juez o simular la renguera del perro con tal de salvar el pellejo y sacar la mejor tajada de cada jugada que se les presenta. Dentro de esta categoría resalta Vizcacha: un viejo "lleno de camándulas" que -como el roedor del que toma su mote- tiene el hábito de llevarse a su guarida todo lo que "encuentra" en su camino (se le "pegan" como abrojos los bienes ajenos). Lo interesante o irónico de este personaje de mala reputación (escupe los asados donde no lo invitan y ha matado a su mujer por cebarle un mate frío) es que Hernández lo convierte en protector de uno de los hijos de Fierro: "Me llevó consigo un viejo/ que pronto mostró la hilacha:/ dejaba ver por la facha/ que era medio cimarrón;/ muy renegao, muy ladrón". Es decir, el vástago de Fierro pasa de Guatemala a Guatepeor: ¡Encima que ha quedado desamparado, se encuentra en manos de un ser taimado que lo educa -entre trago y trago- con consejos inmorales, egoístas, misóginos, ventajistas y sin escrúpulos! Algunos lectores dirán que esto es pragmatismo criollo puro, que esta es la forma de actuar para que no te "madruguen", que son consejos con una vigencia pasmosa ya que nunca sabés de dónde vienen las puñaladas. Lo cierto es que Hernández pone a Vizcacha como contrapunto de los consejos de Martín Fierro quien -en su "Vuelta"- está arrepentido de sus vida matrera e intenta aleccionar a sus hijos con los únicos bienes que atesora (experiencia verbalizada). Finalmente, cabe la siguiente reflexión: de poco le sirve al anciano tutor su sagacidad ya que muere arañando las paredes, maldiciendo a Dios, rogando a El Diablo que se lo lleve pronto al infierno, tirado en una pocilga y mixturado con perros flacos que -probablemente- pronto se lo comerán apremiados por el hambre.
Picardía cantada y dibujada
La viveza criolla se pavonea en los tangos. De hecho, "Cambalache" de Discépolo -un grito de indignación o "La marcha de la bronca" del 2 por 4- reúne los tópicos de la "avivada argentina": "El que no llora no mama y el que no afana es un gil./ No pienses más, sentate a un la'o,/ que a nadie importa si naciste honra'o./ Si es lo mismo el que labura,/ noche y día como un buey,/ que el que vive de las minas,/ que el que mata, que el que cura/ o está fuera de la ley." Posiblemente, este fragmento se pueda resumir en un antiguo -pero actual- refrán local: "El vivo vive del zonzo, y el zonzo de su trabajo". En sintonía con esta filosofía cambalachesca, surgen interrogantes... Si los "ventajeros" abundan: ¿Quién pone el "lomo"? ¿En quién se puede confiar? ¿Alguna vez habrá que parar de robar -por lo menos- por dos años para salir del lodo donde estamos todos manoseados? De alguna manera: ¿Es esto consecuencia de ser -como dijo Fernández- hijos, nietos y bisnietos de los barcos? Es decir: ¿Muchos de nuestros ancestros vinieron a hacerse La América y, con tal de cumplir su meta, emprendieron una rapiña con la mente puesta en retornar, con los bolsillos forrados, a su tierra natal? ¿Se "afanaron en su ambición"?
Por su parte, en viñetas y un tango, Lino Palacio expone las travesuras de "Avivato", caricatura de los "ventajeros" y primo hermano de Isidoro Cañones: "Sos un Avivato: ¡qué le vas a hacer!/ Estás en la ola, nunca hacés la cola/ y sos el primero en el marcador./ Sos siempre oportuno, sos fórmula uno/ y nunca ventaja nadie te sacó./ Estás en el ruido, seguís a las modas,/ te las sabés todas, cada cual mejor". Éste es el retrato del "piola" que se las sabe todas para evitar el trabajo, el estudio o pagar; que vive a costa de los demás; que utiliza como elemento principal la mentira (maquillada con simpatía); y que considera que el fin justifica los medios (¡Si hace falta, vende a su mejor amigo con un beso, una sonrisa y una selfie publicada en las redes como coronación!).
Para hilvanar las ideas expuestas hasta aquí, la siguiente cita de Borges resulta de utilidad: "El argentino suele carecer de conciencia moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama 'viveza criolla'" (Nota enviada a la Comisión Promotora de Concentración Cívica en pro de la República).
Picardía en el juego
Un antecedente cultural de la viveza criolla es El Truco: un entretenimiento que enseña a soslayar la verdad y a aceptar el engaño como metodología para ganar. Las señas que realizan los jugadores camuflan sus planes y desorientan a los rivales; hay que saber manejar con perspicacia y chamuyo las cartas (no es lo mismo decir "envidio" que "envido" o "quiero" que "quiebro"). El más tahúr, el más mañoso, el que más trucos sabe triunfa -valga la redundancia- en El Truco. Todas éstas son travesuras semejantes a la de Maradona en México '86: "La mano de Dios" es la cúspide de la viveza argenta; el pibe de Villa Fiorito metió un gol, con la mano, a los creadores del fútbol y en pleno mundial; Pelusa -con la destreza de un punguista- les "choreó" a los piratas más mentados del planeta (¡Ladrón que roba a ladrón -ingleses y FIFA- tiene cien años de perdón!). El 10 se vengó -a su manera- del supurante dolor de la Guerra de Malvinas y -como broche final- pintó su obra maestra, "El Gol del Siglo". Con perspicacia, El Cebollita canchero conocía y administraba la ley y la trampa: ganó la partida decisiva por izquierda y por derecha.
Pero, por esas vueltas del destino burlón, a Diego también se le escapó la tortuga: murió parasitado por un "entorno maldito" (un falso kinesiólogo, una mano derecha con pedido de captura, abogados depredadores, profesionales de la salud oportunistas y otras alimañas). Argentinamente, esos piolas no fueron tan piolas: en su descontrolado saqueo, mataron a "La Gallinita de los Huevos de Oro". Maradoniamente, a Diegol lo pasaron pal' cuarto como al personaje de Darín en "Nueve reinas": el más "ventajero" de "los ventajeros" fue embaucado por las estratagemas de una banda de pillos entre los que se hallaban miembros de su círculo familiar.
Picardía y argentinidad al palo
Caprichosamente, esta galería podría cerrarse con la cintura política de Verbitsky en el vacunatorio VIP de los amigos de Ginés; o con la fiestita de Alberto y Fabiola en Olivos durante la etapa más dura de la cuarente(r)na. ¿Todos quieren sacar ventajas sin escrúpulos? Ante este panorama, en todos los estratos sociales se expande la desconfianza y el sálvese quien pueda. El día a día se convierte en un campo de batalla: uno debe cuidarse de propios y extraños; tiene que vigilarse las espaldas y dormir con un ojo abierto. En este clima agigantado por la pandemia, se vive en un estresante e innecesario derroche autodestructivo de sangre, sudor y lágrimas. Como vocifera "La argentinidad al palo", se experimenta la agobiante impresión de que: "¡Este país está lleno de ladrones! ¡Son todos una manga de garcas!"
En definitiva, en "El atroz encanto de ser argentinos", dice Aguinis que éste es un vicio que se ha confundido con virtud: "Se la conoce como viveza criolla y es la viveza argentina extendida a todas las capas sociales y a la totalidad del territorio nacional (...) Tiene un efecto antisocial, segrega resentimiento y envenena el respeto mutuo. Sus consecuencias, a largo plazo, son trágicas. No sólo en el campo moral, sino en los demás, incluso el económico. Pone en evidencia una egolatría con pies de barro, un afán de superioridad a costa del prójimo y una energía que se diluye en acciones estériles. Es importante que aprendamos a detectarle sus mañosas fintas (...) a erradicarla de nuestra mentalidad. Tiene la fuerza de la peste. Y nos ha vulnerado hondo."