Novela breve en forma de capricho (capriccio), "La princesa Brambilla", de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), traducida por Carmen Gauger, combina elementos del carnaval romano, el teatro de máscaras y la fabulación fantástica. Escrita en 1820 e inspirada en los grabados Balli di Sfessania de Jacques Callot, la obra narra la deriva identitaria de Giglio Fava, un actor en busca de reconocimiento, y de Giacinta, una modista cuya fantasía amorosa se activa al probarse un vestido real. Ambos son arrastrados por episodios donde realidad, ilusión y representación se confunden. Personajes como la princesa Brambilla, el príncipe Cornelio o el charlatán Celionati funcionan como figuras móviles de un sistema alegórico que desestabiliza toda certidumbre perceptiva.
La estructura fragmentaria alterna escenas de la commedia dell'arte, sátiras teatrales, cuadros oníricos y secuencias fantásticas, como la del "País de Urdar", donde el humor devuelve a los personajes la capacidad de imaginar. La acción avanza entre cambios de registro -del grotesco a lo simbólico- y propone una lectura del arte como medio de transfiguración de la conciencia. El relato contiene una crítica a la retórica dramática de su época -como en la parodia de "El moro blanco"- y un retorno final a la cotidianeidad, donde el amor y la imaginación se integran sin conflicto. La figura de Giglio se redefine no como héroe romántico, sino como sujeto escindido que encuentra en el teatro una forma de reequilibrio psíquico.
Inscripta en la tradición del Kunstmärchen (cuento artístico), la nouvelle explora el cruce entre mito, arte y subjetividad moderna. No busca verosimilitud ni sentido moral, sino que ensaya una forma especulativa de narración. El carnaval opera aquí como principio constructivo: cada identidad es mutable, cada escena un pliegue entre lo real y lo mental. Esta lógica influyó en desarrollos posteriores del simbolismo, el expresionismo y el surrealismo. La posteridad de la obra se refleja también en su adaptación musical: en 1931, Walter Braunfels compuso una ópera homónima que traduce el imaginario narrativo de E.T.A. Hoffmann (como se lo conoce) en un lenguaje escénico de filiación expresionista, consolidando su lugar como figura de tránsito entre el romanticismo y las vanguardias.