En el año 1985 Jorge Luis Borges publicó "Los Conjurados", en uno de sus poemas hay un esbozo biográfico y literario de Enrique Banchs. En pocas palabras dio forma a una vida y obra sin par. Borges comenzó refiriéndose a él como "un hombre gris", tal vez, en consonancia con lo que el propio Banchs sintió: "amo las tardes calladas…/ ¡Tienen tristezas de viejos/ Mis ilusiones tapiadas!"
Enrique Banchs nació el 8 de febrero de 1888 en Buenos Aires. A los quince años trabajó como ascensorista y ciclista en La Prensa, diario dirigido por Ezequiel Paz. Recuerda Antonio Requeni que el director observó que ese muchacho delgado y discreto, luego de su horario laboral, se iba a leer horas en la biblioteca. Tal circunstancia llevó a que Paz lo tenga cerca suyo como secretario. Pasado el tiempo, alcanzó el cargo de redactor, luego editorialista y asesor del suplemento literario.
Juliana Urriolabeitia (collage).Lo importante de esos años de mocedad, obedece a que es el período en que Banchs publicó sus únicos libros. En 1907 salió "Las barcas", al año siguiente "El libro de los elogios", en 1909 "El cascabel del halcón" y en 1911 el último, "La urna". Un joven con solo diecinueve años y hasta sus veintitrés, creó una obra poética que concitó un amplio reconocimiento, como el de Leopoldo Lugones, Roberto Giusti y el propio Borges, quienes elogiaron su singular calidad.
En octubre de 1912 se casó con Luisa Malinverno, matrimonio del cual nacieron dos hijos. Además de su labor en el diario, estuvo en el Consejo Nacional de Educación. No realizó estudios formales, fue un autodidacta que supo componer una poesía con armonía rítmica y seguridad idiomática. La profesora Dos Santos vio en Banchs a un poeta reflexivo, en tanto "llega al sentimiento previo paso por el intelecto".
En el poema que le dedica Borges, nos cuenta que en "La urna" al poeta: "La equívoca fortuna/ hizo que una mujer no lo quisiera;/ esa historia es la historia de cualquiera/ pero de cuantas hay bajo la luna/ es la que duele más. Habrá pensado en quitarse la vida". Se trata de un amor no correspondido, una desventura radical e íntima que vertebra todo el libro, tal como lo deja entrever Banchs desde el comienzo: "Sólo mi amor estéril y escondido/ vive sin hacer señas ni hacer ruido".
La emoción del poeta está siempre ahí, a la espera: "Sé de una fuente mansa y silenciosa/ que sobre antiguo mármol se derrama/ lenta y constante. El agua que rebosa/ jamás refleja un rostro ni una rama.// Vierta la noche azul la luna en ella,/ o abra su golfo de oro la mañana/ donde naufraga la postrer estrella,/ la solitaria fuente siempre mana.// ¡Generoso dolor que siempre llora,/ fuente que el agua da calladamente/ como el tiempo su hora!...// Conozco una pasión que nadie mira,/ que nadie escucha y sin cesar suspira,/ perdiéndose como agua de la fuente".
Se ha escrito mucho sobre su silencio, al no haber publicado otro libro después de los veintitrés años de edad. Una aseveración relativa, en tanto publicó -aisladamente- poemas y prosas en diversas revistas, como Nosotros, Caras y Caretas y Fray Mocho, y en los diarios La Prensa y La Nación. Igualmente, la obra de juventud fue la que lo inmortalizó.
Le alcanzó con los frutos surgidos en los escasos años de vida para que, en plena madurez, recibiera premios y reconocimientos del ámbito cultural. Borges lo reflejó al escribir que el amor frustrado en "La urna" le daría inmortalidad: "No sabía/ que esa espada, esa hiel, esa agonía,/ eran el talismán que le fue dado/ para alcanzar la página que vive/ más allá de la mano que la escribe/ y del alto cristal de catedrales".
Después de la última publicación, Banchs se dedicó a la familia y al trabajo. Borges concluye el poema expresando que: "Cumplida su labor, fue oscuramente/ un hombre que se pierde entre la gente;/ nos ha dejado cosas inmortales". Así sucedió, Banchs se entremezcló con la cotidianeidad de los suyos y el diario, satisfaciendo -a su vez- su afición a la lectura, la carpintería y al cultivo de flores.
Intentó disipar las conjeturas sobre su silencio, al punto de manifestar que "no hubo tal silencio, sino el trabajo de galeote a que obliga el bienestar de los míos". Incluso, llegó a expresarle a Eduardo González Lanuza que no se debía a otra cosa que a la caducidad de su vena poética. En fin, pareciera que tempranamente supo el lugar que ocuparía la escritura: "Que no tenga en tu vida/ mucha importancia el verso./ Tú que los haces sabes/ qué poco vale eso".
Desde luego no tenía un menosprecio por la poesía, al contrario, la consideraba un arte superior que debía presentar belleza. Quizás, pueda adjudicársele aquel lugar dado, a la concepción que tenía Banchs del poema como fruto de una creación espontánea. Lo escribió sin ambigüedades: "No trabajes el verso/ con amor prolongado./ Sea como paloma/ que se va de la mano.// La dulce estrofa siempre/ un poco de alma exhale./ Más que hoja de libro/ sea gota de sangre".
En ese sentido, al charlar con Leonidas de Vedia, contó cómo nacía un poema en él. Al motivo lo esbozaba con tres o cuatro líneas en prosa o, a veces, en una imagen que aisladamente no decía nada. A eso Banchs la consideraba una "tosca crisálida", con la que podía imaginar "el contorno, el movimiento interno y el tono del poema". Era ya una presencia cierta que le bastaba para mitigar su "interna necesidad de expresión".
No necesitaba, entonces, escribir los versos, si tenía que hacerlo era para los demás. La exteriorización material del poema, además de serle una "tarea fastidiosa" a Banchs, era un resultado que le parecía "siempre copia fragmentaria, torpe y adulterada del contenido" que había intuido. Consciente de ello, el poeta puso límites a su escritura.
Hubo otro aspecto que lo llevaba a no escribir un poema, quedando satisfecho con su presencia en el alma. Al recibir el Premio Vaccaro, Banchs expresó que "el poeta no crea poesía sino formas de revelarla". Tenía la íntima convicción que la poesía "está por sí misma dondequiera y todo el mundo la lleva incógnita". Hay que descubrirla nomás, pero sólo puede ser intuida, porque -aclaró el poeta- ella es esquiva a "los instrumentos lógicos que intentan conocerla".
Una vez revelado el poema, advirtió Banchs que "en sus velos está la confidencia de su belleza". La cual debe ser preservada, pues -afirmó- "la belleza es, como la verdad y el amor, un camino para la elevación del hombre". La poesía y su belleza está al alcance de todos, sólo espera ser descubierta. Quizás cabe conjeturar que este "hombre gris", perdido entre la gente y que falleció a los ochenta años de edad, tuvo una vida interior, familiar y laboral colmada de belleza y amor, sin haber necesitado que la palabra escrita posea centralidad para darle valor y sentido a su existencia.
(*) El nombre del ciclo corresponde a un verso del poeta Roberto Juarroz: "Un poema salva un día".