Nos escribe Francisco (26 años, La Plata): "Hola Luciano, te escribo porque leí que en tu última columna comentaste una frase. Entonces yo te quería preguntar por una idea que leí en Freud: 'Su majestad, el bebé'. Soy estudiante de psicología y entiendo que la frase tiene que ver con el narcisismo, pero… ¿en qué consiste este narcisismo? ¿Lo podrías explicar?"
Querido Francisco, muchas gracias por tu mensaje. Cuando lo leía, me di cuenta de que nunca pensé seriamente en el alcance de la imagen freudiana del bebé como majestad. Repetí mil veces el sentido común, que da la idea de una autosuficiencia (en relación con la noción de narcisismo). Hoy se me volvió claro que ese reinado es insoportable.
Me explico mejor. Los reyes viven de protocolo en protocolo, viven más para el otro que para sí mismos; los reyes no tienen interioridad, los atienden todo el tiempo, pero no pueden recibir nada. Si estamos de acuerdo con esta descripción, el narcisismo del bebé es muy poco envidiable. Agreguemos algo más. ¿Cómo se comportan los reyes ante los regalos? Los miran, sonríen y los pasan a un asistente. Los reyes no pueden tener, porque no pueden necesitar. Si necesitaran, si les faltara algo, no podrían ser reyes. Como suele ocurrir en Freud, lo que parece una exaltación, es una postal siniestra. En este caso, de la dimensión mortífera del narcisismo.
Por esto último es que es tan importante que progresivamente el bebé deje de serlo y se convierta en niño (o niña). Este pasaje no está asegurado, ni se realiza espontáneamente. Es más bien el resultado de una trama de procesos psíquicos. Voy a tratar de condensarlos en un breve desarrollo. En primer lugar, cuando los bebés se convierten en niños, ocurre que empiezan a desarrollar un particular apego (no en el sentido de la teoría de John Bowlby) hacia las madres. Paradójicamente, este no existía antes, porque ese apego supone cierta separación.
Antes, el bebé vivía "en" la madre; hay una canción de Rosario Bléfari que lo dice muy bien: "Sé que me ignora/ Como el aire se puede ignorar/ No sabe que soy su ambiente natural". Esto es un bebé. La canción se llama "Lobo" y entiendo que habla de la experiencia de la cantante con su hija recién nacida. Esa ignorancia fundacional del vínculo es la que explica que los bebés puedan ir desde temprano a una guardería y no tener ningún problema para quedarse. Porque viven en la indiferenciación. Hasta que empiezan a llorar y no quieren quedarse; es que reconocen el lugar como extraño.
La serie no es apego y separación, sino separación y apego. Y en esa separación es que ocurre no solo el apego por la madre, sino la diferenciación de la figura del padre. El primer nombre del padre es lo extraño. En este punto, fijate bien Francisco que la función del padre remite necesariamente a un padre real. Si el primer nombre del padre es lo extraño, el padre luego toma otros nombres: "no", "feo", "malo". El contrapunto entre el apego por la madre y no querer saber nada del padre, es la célula elemental del complejo de Edipo. Porque es gracias al Edipo que el bebé deja de serlo y se convierte en niño.
Pongamos un ejemplo de lo anterior. El niño está jugando con el padre, llega la madre y aquel interrumpe su juego para ir a los brazos de aquella. O se relaciona con esta a partir del llanto fingido que busca torcer su voluntad, cuando en otros espacios no llora de ese modo y -como suele decirse- "se porta bárbaro".
En los mejores casos ese apego es algo insoportable para las madres, o les produce cansancio. Y la culpa que les produce sentir que lo sea es un índice de la libido incestuosa del vínculo. Todavía en nuestra cultura es más fácil tolerar a una mala madre (supongamos, por un problema mental), como aceptar que una mujer decida no serlo, pero no se perdona a una mujer que es madre y sus hijos no son su prioridad.
Ahora bien, lo que quiero situar es una coordenada cotidiana en la que se verifica esta aparición temprana del Edipo. Es aquella en que el niño quiere algo y no se lo dan; entonces insiste y no quiere sustitutos. Se enoja frustrado. Este es el momento en que el niño descubre lo insustituible. Y es niño porque descubrió lo insustituible del objeto. Como bebé, el objeto era sustituible: el pecho, el chupete, la mamadera, etc. En ese nivel, la madre es ella y sus sustitutos.
Ese descubrimiento del objeto insustituible es la simbolización edípica de la madre. Quiere ese objeto y no otro. Y esa simbolización es equivalente a su pérdida. No querer otro es ya haberlo perdido. La intensidad del deseo es una derrota. El padre, por lo tanto, no es quien va a quitarle nada al niño; sino que es cualquier persona (a veces la madre misma) que puede tolerar ese fastidio y entender que ser niño es frustrante.
Por eso los bebés a veces se empecinan en permanecer en esa posición, o bien los niños pequeños juegan a ser bebés. La escena más divertida es la que ocurre cuando un niño se refiere a "antes, cuando yo era chiquito, cuando era bebé" como si hubiera sido hace tanto tiempo; y es que tiene razón, porque de bebé a niño hay una diferencia abismal, años luz de distancia.
Para concluir, querido Francisco, voy a plantear un último punto, para situar el alcance del desarrollo. Esta secuencia psicogenética es muy útil para distinguir cuándo un niño tiene un capricho (edípico) o un berrinche (por falta de límites). Esto suele confundirse y meter en la misma bolsa conductas muy diferentes. Los caprichos son normales y esperables, hasta son un símbolo de crecimiento, mientras que los berrinches -normales y esperables también en ciertos contextos- remiten a factores vinculares que deben ser tratados específicamente, sobre todo en función de su permanencia.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com
(...) Ese descubrimiento del objeto insustituible es la simbolización edípica de la madre. Quiere ese objeto y no otro. Y esa simbolización es equivalente a su pérdida. No querer otro es ya haberlo perdido. La intensidad del deseo es una derrota. El padre, por lo tanto, no es quien va a quitarle nada al niño; sino que es cualquier persona (a veces la madre misma) que puede tolerar ese fastidio y entender que ser niño es frustrante.