Por aquellos tiempos, y hablo de fines de 1903 y principios de 1904, tanto el gobierno de Santa Fe, a cargo de Rodolfo Freyre, como el Nacional, del presidente Julio Argentino Roca, coincidían en que la obra del Puerto de Santa Fe debía hacerse con ingenieros nacionales. Pero los proyectos presentados no conformaban.
Fue entonces que alguien, desde Nación, sugirió a los ingenieros holandeses Willem Hendrik Dirks y Pieter Jacobus Dates, quienes estaban terminando la obra de los primeros muelles del Puerto Belgrano en Bahía Blanca. Los holandeses enviaron a Santa Fe a su proyectista, otro ingeniero, Martin Van Hatten, y cambiaron todo. Todo lo que se había planificado en el bosquejo original. Principalmente, plantearon la necesidad de dos diques de norte a sur, empedrados, con mucha profundidad, y la necesaria apertura de un canal de acceso a la terminal portuaria.
Esto significaba olvidar la posibilidad de ensanchar el Riacho Santa Fe, como se esbozaba en otros proyectos. Significaba realizar un movimiento de tierra inédito en Sudamérica. Siete kilómetros de un canal ribereño que atravesaba la isla y uniría la ciudad con el río Paraná directamente, sin desembocar en el Colastiné. Los holandeses insistieron y se involucraron fuertemente en la idea de Santa Fe ciudad puerto.
Construcción del Dique I del puerto de Santa Fe, año 1908. Imágenes originales de José Beleno
Pero aún había dudas. Para convencer a los gobernantes argentinos de que era perfectamente posible organizaron un viaje a su cargo y solicitaron al Gobernador Freyre que designe un grupo de técnicos capaces de verificar, en otra parte del mundo no tan lejana, que la ingeniería moderna estaba en condiciones de encarar un enorme movimiento de tierras sin mayores inconvenientes.
Un contingente de especialistas argentinos y los tres ingenieros holandeses viajaron a Panamá. En Panamá se había iniciado hace pocos días la mentada obra del canal inter oceánico con un movimiento de tierra nunca visto, muy superior al que se planificaba para el canal de acceso. Una semana en Centroamérica y todos volvieron convencidos. En octubre de 1904 se firmaron los contratos y se instaló la piedra fundamental del Nuevo Puerto de Ultramar de Santa Fe.
Quizás un dato menor, pero a la postre importante para la ciudad, de alguna manera firmaron la partida de defunción del riacho Santa Fe y el acta de nacimiento del Canal de Acceso. Pero, como bien se sabe, los ingenieros son especialistas en cálculos de desarrollo y diseño de obras, no en cuestiones sociales.
Al igual que en el zanjeo del Canal de Suez, del Canal de Panamá, y en otros tantos, en otros tiempos, la excavación de la isla, frente a la ciudad de Santa Fe, se topó con la resistencia de los antiguos dueños de la tierra. Y de alguna misteriosa manera incomprensible para la razón humana, la madre naturaleza rezongó. En junio de 1905, apenas seis meses de comenzados los trabajos, nuestra región padeció la mayor inundación del río Paraná que se haya registrado y obligó a detener la construcción, incluso a poner en duda la continuidad de la gran obra que se estaba ya desarrollando.
Construcción del Dique II del puerto de Santa Fe. Aplicación de amarres en el muelle oeste, año 1910. Imágenes originales de José Beleno
Los holandeses fueron sorprendidos, pero tenían una experiencia de más de quinientos años en la lucha contra el agua y las inclemencias. No solo siguieron adelante, sino que redoblaron a apuesta. En 1906, cuando se calmaron las aguas y el río volvió a su cauce, se reestructuró la obra para que el Puerto de Santa Fe cuente con la cota más alta de la región.
Además, miles de toneladas de tierra que debieron dragarse del cauce del río fueron utilizadas para dar forma a un enorme anillo perimetral que atenúe el ingreso de agua a la ciudad ante posibles futuras crecientes. Lo que hoy es Alto Verde fue originalmente pensado no como un barrio sino como una muralla perimetral defensiva de la ciudad capital.
Vapor "Ministro Beernaert", primer ultramarino llegado al puerto de Santa Fe, 1 de enero de1911. Imágenes originales de José Beleno
Del lado de la ciudad la zona portuaria, algo así como diez hectáreas, fue convertida en un enorme escenario montado sobre pilotes, método utilizado en Holanda para ganar terreno al mar. Gracias a este sistema se subió la altura del terreno en más de 60 centímetros. Sobre esta plataforma se construyó toda la edificación que puede apreciarse hasta nuestros días. Hubo otras crecientes, pero la zona portuaria nunca volvió a sufrir los embates destructivos del agua marrón embravecida.
(*) Relatos literarios basados en hechos reales. El título del presente está inspirado en un refrán popular de los Países Bajos.