“Turbio fondadero donde van a recalar barcos que en el muelle siempre han de quedar (…)”
La obra de Cadícamo y Cobián, utilizada en 'La Fuga', simboliza la tristeza de los marineros atrapados por el olvido y la desesperanza en un puerto sombrío.

“Turbio fondadero donde van a recalar barcos que en el muelle siempre han de quedar (…)”
Promediaba el año 1937 y la inagotable fuente del talento poético de Enrique Domingo Cadícamo (1900-1999) descargaba una vez más toda su artillería de frases, sentimientos y sensaciones.
Así, junto a Juan Carlos Cobián (1896-1953), su copiloto y socio musical, le dieron forma y vida a otro gran suceso del tango argentino, “Niebla del Riachuelo”, utilizado como música de fondo del filme “La Fuga” (ver aparte):
“Turbio fondeadero donde van a recalar/ barcos que en el muelle siempre han de quedar/ Sombras que se alertan en la noche del dolor/ Náufragos del mundo que han perdido el corazón”
Cuatro versos que desnudan un lugar sombrío y desolado que comienza a plasmar la melancolía de ese puerto respaldado por imágenes evocando un significativo abandono donde sus barcos, hoy sin vida, pero otrora bulliciosos y las almas dolidas de sus marineros los sumerge en una profunda tristeza por haber perdido las esperanzas de volver a zarpar.
La sombra de la noche alarga aun más el dolor. A esos náufragos del mundo se le ha partido el corazón, la situación los ha desbastado y se hace carne en ellos el olvido y la desesperanza:
“Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar/ barcos carboneros que jamás han de zarpar/ torvo cementerio de las naves que al morir/ sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir”
Tétrico panorama que altera el estado emocional del narrador aterrado por el aullido del viento y el impacto espantoso, airado y terrible del silencioso cementerio de naves que a veces se ve alterado por el golpeteo de cadenas en los mástiles pero que para nada le hace desviar o variar la imagen de desolación al estar atrapado en el recuerdo del amor perdido.
No obstante, y a pesar de ese desolador paisaje, brota la fe en su nostalgia y sueña por la libertad y el movimiento que “hacia el mar han de partir” y se sumergirán en las aguas oscuras y nubladas del Riachuelo:
“Nieblas del Riachuelo/ amarrado al recuerdo/ yo sigo esperando/ Nieblas del Riachuelo/ de ese amor para siempre/me vas alejando/ Nunca más volvió/ nunca más la vi/ nunca más su voz nombró mi nombre junto a mi/ esa misma voz que dijo ‘Adiós’ (…)”
Si algo le faltaba a esta postal para ahogar mas la nostalgia y la pérdida, era la niebla, la pantalla simbólica que ocultó para siempre ese amor al que estaba aferrado y al que sigue esperando pero desahogándose con su lamento y su grito de dolor.
“Niebla del Riachuelo” nos muestra a un protagonista derrotado, y atrapado en el profundo recuerdo del amor perdido, que atraviesa el momento más doloroso y jamás esperado de su vida, ante la pérdida definitiva de la persona que más amó, lamentándose que no la volverá a ver, ni a oír quedándose con el único recuerdo que retumba en sus oídos: cuando la vio por última vez y escuchó su “Adiós”:
“Sueña marinero con tu viejo bergantín/ bebe tus nostalgias en el sordo cafetín/ Llueve sobre el puerto mientras tanto mi canción/ llueve lentamente sobre tu desolación”
El marinero ha perdido todo. Ha perdido definitivamente a su amor y su propósito; ha perdido su libertad y ha perdido su espíritu aventurero, aquel que tantas veces compartió con su viejo bergantín. Solo lo espera un solitario y triste sordo cafetín para ahogar sus penas, y recordar sus nostalgias ahogado en el alcohol y la soledad. La lluvia sobre el puerto simboliza su melancolía, que se mezcla con la desolación de un “corazón en llanta”:
“Anclas que ya nunca, nunca han de levar/ bordas de lanchones sin amarras que soltar/ Triste caravana sin destino ni ilusión/ como un barco preso en la botella del figón”
Los barcos varados, las anclas estáticas, símbolo de la condena en el mismo lugar y para siempre. Sin destino ni ilusión la procesión fúnebre marcha hacia la nada. La metáfora de la vida, “preso en la botella del figón”, cierra el ciclo de dolor y recuerdos atrapados y sin libertad.
Todo es lamento, todo es queja, todo es tristeza; todo es melancolía, todo escondido por el manto de la niebla que sepulta la perdida y la nostalgia definitivamente y sin remedio.
Hasta la próxima.
Entre Tita Merello y Pacho Alonso (*)
Cuando el cantante cubano Pacho Alonso (Pascasio Alonso Fajardo, 1928-1982) comenzaba su espléndida carrera grabó una canción que rápidamente se convirtió en éxito en Cuba: “Niebla del Riachuelo”. El santiaguero abrió el camino con lo bailable y por ese rumbo se encargó de varios ritmos que logró imponer.
Y si bien la crítica siempre señaló que lo de él era el bolero, quedó fuertemente en el recuerdo su versión de este notable tango.
Durante la primera mitad del siglo XX, las producciones cinematográficas argentinas contaron con algunos temas que formaban parte del entramado dramático del guion. No era necesario que fuera un filme musical, pero en aquellos días el público esperaba que los protagonistas entonaran algún estreno.
“Niebla del Riachuelo” fue compuesta a pedido por el director Luis Saslavsky, quien necesitaba un tema para su película “La fuga” y que la composición le “calzara bien” a Tita Merello, la inquietante estrella del filme. El director no podía desaprovechar la presencia de “la Merello”, pero tampoco podía ofrecerle una pieza menor para estrenar.
Fue por eso mismo que el cineasta recurrió a la dupla conformada por el poeta Enrique Cadícamo y el pianista y compositor Juan Carlos Cobián, reconocidos autores de “Nostalgias” (1935), una partitura que muchos después inmortalizaron. Al poco tiempo, los autores le hicieron escuchar la nueva creación al realizador de “La fuga”.
Tras algunos minutos de silencio, Saslavsky se levantó y los abrazó emocionado por lo que acababa de escuchar. En el filme, un contrabandista mujeriego, interpretado por Santiago Arrieta, es perseguido por un policía encarnado por Francisco Petrone.
Al escapar, es ayudado por los mensajes que su amante, una de las grandes creaciones de Tita Merello, le transmite en clave por medio de los tangos que entona en un programa de radio.
“La fuga” se estrenó el 28 de julio de 1937, recibiendo las mejores críticas de la prensa y convirtiéndose en uno de los éxitos de taquilla de la temporada. Impulsado por su buena repercusión y la interpretación de Tita, el tango “Niebla del Riachuelo” comenzó a ser una de las partituras más codiciadas por las orquestas típicas y los cantantes de ese tiempo.
“Niebla del Riachuelo” es, indudablemente, una letra exquisita y sensible que radiografía un lugar y un sentimiento. La profundidad de su esencia hace que este tango solo pueda ser interpretado por aquellos cantantes que pueden apelar –además de la técnica vocal- a la profundidad emocional de lo que están cantando.
Los más viejos, quienes seguramente recordarán a Tita Merello, sabrán disculpar la anécdota. Ya hemos dicho que la profundidad de “Niebla del Riachuelo” hace que este tango solo pueda ser interpretado por aquellos que, además de la técnica, logran hacer aflorar la fuerza emotiva de lo que están cantando. Y en eso, justamente, Pacho Alonso mostró toda su maestría, cuando lo hizo bolero.
(*) Material original difundido por Radio Rebelde, adaptado para su publicación en El Litoral.