Hernán Álvarez | region@ellitoral.com
La empresa de campanas ubicada en San Carlos Centro fundada en 1892 se mantiene abierta. Sus productos pesados, grandes y duraderos ocupan los campanarios de gran parte de las iglesias argentinas. En la firma de los Bellini se fabrican los elementos sonoros con el método antiguo que se inventó hace unos 5.000 años. Pasado, presente y futuro de un oficio muy particular.
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En San Carlos Centro se encuentra la única fábrica de campanas del país. El oficio de fabricar estos grandes llamadores es muy antiguo en Occidente. La familia Bellini mantiene la tradición de construir estos elementos, que se inició en 1892 a partir de la construcción de la iglesia de esa localidad.
Las campanas fabricadas en el pueblo del departamento Las Colonias suenan en templos de todo el país. Como el de la Virgen de Guadalupe en la ciudad de Santa Fe o la catedral de la capital cordobesa.
La historia comenzó con la llegada de Juan Bautista Bellini a nuestra provincia en 1892. Este italiano del Piamonte arribó en el año en que se estaba haciendo la iglesia en San Carlos Centro. Sus hermanos venían a Santa Fe de manera temporal a reparar las máquinas cosechadoras de trigo. Tras intentos fallidos, el arquitecto encargado de construir el templo le pidió a Bellini que haga el campanil ya que el inmigrante europeo tenía un horno para fundir. A partir de allí, se inició un camino por este oficio que llega hasta hoy. Esta firma es la única que se mantiene en esta tarea en Argentina ya que algunas ubicadas en Capital Federal y alrededores cerraron sus puertas.
Esta firma es la única que se mantiene en esta tarea en Argentina ya que algunas ubicadas en Capital Federal y alrededores cerraron sus puertas.
“En Argentina en la época en que llegó mi bisabuelo a fin del siglo XIX principios del siglo XX se hicieron casi todos los pueblos que tiene Argentina. Y conjuntamente se hicieron los templos, que era una cosa muy importante para la gente que vino”, comenta Miguel Ángel Bellini, bisnieto del precursor y cuarta generación de campaneros. Uno de sus hijos también se dedica al oficio tradicional de la familia y es la quinta generación en hacerlo. “Cuando todos los pueblos se iban formando, el mercado era importante para una industria totalmente artesanal”, agrega.
En la actualidad, el negocio no puede mantenerse por sí mismo porque una campana es un bien que dura muchos años. “La campana si bien tiene un poder de simbología para el cristianismo, es un bien muy durable. De manera que si no se compra hoy, se puede comprar dentro de cinco, 10 años”, dice el campanero.
Campanas sancarlinas en todo el país
Bellini asegura que estos objetos tan pesados y voluminosos fabricados en San Carlos Centro se encuentran a lo largo y a lo ancho del país. “La campana más grande que hemos fabricado se hizo para el centenario de la fábrica y está en San Justo, provincia de Buenos Aires. Es una campana importante que está en el templo del Sagrado Corazón en el Camino de Cintura”, comenta. Cita también a las catedrales de Santa Rosa y San Luis, y una iglesia de Merlo como lugares que cuentan con aportes de su empresa.
“Hubo años en que fabricamos más de 30 campanas (por año). Hoy diría que la cantidad no llega a 10. No porque no las podamos hacer sino porque el mercado en parte ha disminuido. En parte porque en los lugares donde habría importantes templos donde faltarían campanas el uso de la campana está restringido por la población. El ruido ambiente es importante”.
Miguel Ángel Bellini
Cuarta generación de campaneros
En esta era de la World Wide Web, la empresa sancarlina cuenta con una ventaja. “Internet es la razón por la cual existe todavía la fábrica porque ha facilitado enormemente que la gente sepa dónde ir a buscar una campana”, afirma Bellini.
Producción en baja
La producción de este elemento clave en cualquier iglesia fue decreciendo en cantidad. “Hubo años en que fabricamos más de 30 campanas (por año). Hoy diría que la cantidad no llega a 10. No porque no las podamos hacer sino porque el mercado en parte ha disminuido. En parte porque en los lugares donde habría importantes templos donde faltarían campanas el uso de la campana está restringido por la población. El ruido ambiente es importante”, asegura. “Nuestro mejor momento fue con la llegada del tercer milenio. Ahí sí se hicieron campanas en muchísimos lugares de Argentina. La Rioja, La Pampa, San Luis”, agrega.
El traslado es otra cuestión a la hora de producir un elemento tan grande y pesado. “En alguna época nos dedicábamos a instalar. Esto ocurrió fundamentalmente para el tercer milenio. Normalmente lo que hacemos es asesorar a todos los clientes de cómo se debe hacer el trabajo”, asevera.
¿Cómo se hace una campana?
En la fábrica de San Carlos Centro se emplea la forma antigua de hacer campanas. Un método que, según Bellini, se comenzó a usar hace unos 5.000 años. Es conocido como el de moldeo a la cera perdida. “Es el método más antiguo que hizo el hombre para fundir fundamentalmente bronce. Es un método que permite obtener piezas de alta calidad, que se usa sólo en la industria para hacer piezas en serie con un método de inyección de cera”. “Originalmente se usaba un modelo de cera que se cubría con arcillas que después esa cera se hacía escurrir por quemado de molde. La cera es perdida, evaporada. En el lugar donde estaba la cera se colocaba el bronce. Una vez que el molde tenía un cierto grosor, se quemaba haciendo escapar la cera y luego se llenaba con el metal fundido el hueco dejado por la cera. Ese método lo seguimos usando con adaptaciones a nuevos materiales”, explica.
El negocio a futuro
La idea de la compañía es preservar la fábrica en el futuro: “Los períodos de venta se van alargando de modo que uno tiene que trabajar en otra cosa. La tradición queremos mantenerla. A futuro va a depender mucho de si esta tradición se mantiene. En las iglesias cristianas la campana es la voz de Dios llamando a la oración. Ése es el valor simbólico que tiene. Todavía uno siente que esta tradición está viva”.