Por Dr. Hugo D. Valderrama (*)

Por Dr. Hugo D. Valderrama (*)
Cerebro: -¿Vas a dormir? Yo: -Sí, callate
Cerebro: -¿Cómo vas a pagar deudas?
Si antes de dormirse, o despertándose en medio de la noche, no va poder resolver lo que no pudo resolver en el día, se estará preguntando por qué a su “maldito” cerebro se le ocurre plantearle diferentes problemas a esas horas.
Esa alarma que tiene nuestro cerebro frente a las amenazas tiene una configuración primitiva. Le cuesta distinguir entre una amenaza abstracta y una física. Si hay un león afuera o si no se vende nada en el negocio, lo prepara tensionando músculos de la misma manera para atacar o huir... En el caso del león puede ser útil, ¿pero para el negocio?
De hecho, el cerebro activa todo el sistema nervioso llamado “simpático”: aumenta la frecuencia cardíaca, quita recursos al sistema digestivo y envía sangre a los músculos que están listos para atacar, como también focaliza la atención en la amenaza, entre tantas otras acciones. Por ello que el estrés es una de las causas de palpitaciones, dolor de cabeza y cervical tensional, gastritis, colon irritable y de olvidarse seguido de lo que no tenga que ver con la amenaza, respectivamente.
Por esa falta de distinción, es que tampoco lo va dejar dormir si hay una amenaza económica, de salud, social o cual fuere, que es interpretada como un león merodeando. La adrenalina lo mantendrá despierto más de lo deseado y cuando se agote el exceso de ese neurotransmisor, caerá dormido (rendido). Pero apenas comienza a acumularse la adrenalina nuevamente, lo despertará en medio de la madrugada para estar alerta y pensar cómo combatir al león.
Si estos síntomas son leves, transitorios, fisiológicos hacia una adaptación para lograr un objetivo, no tendrían que producir mayores consecuencias.
Pero si son severos o predominan más de seis meses (número bastante arbitrario en medicina), pasan a formar parte de lo que se conoce como “trastorno de ansiedad crónica”.
Respecto a ponerse a pensar en cuestiones que son intrascendentes para la hora que tendría que estar durmiendo, o que al menos no son amenazas, como ser: “Me gustaría viajar a tal lado”, “Y si escribo un libro sobre”, “Ahora entendí el final de tal película”, etcétera, entran en juego otros factores.
Sucede que si por el contrario no tenemos presiones, o logramos dejarlas de lado y nos recostamos relajados con poco cansancio, puede ser una incubadora para la creatividad del lóbulo frontal. Si la atención selectiva logra desconectarse de la vorágine de los estímulos del día se dan paso las ideas nuevas, y a veces entusiasman tanto que no dejan dormir.
Claro que también puede surgir soluciones totalmente efectivas frente a la presión, pero no estará tan involucrada la creatividad como función en sí misma, sino la asociación y repetición basada en experiencias concretas previas positivas. A fines prácticos, este último proceso puede ser igual o más útil que un proceso creativo puro, donde se mezcla todo lo que el cerebro captó y asoció de cualquier lado.
Una de las formas de bajar el nivel de incertidumbre es escribiendo un listado de variables o factores negativos y positivos en su momento actual. De cualquier aspecto su vida, sincerarse a con usted mismo y hacer un ranking de lo que más le preocupa, lo que le hace bien o le gustaría hacer. Parece una simplicidad, pero en el torbellino de pensamientos que suele suceder en momentos de ansiedad, muchas veces se lo pasa por alto y no permite tomar decisiones ya con todas las cartas sobre la mesa.
En esta otra columna amplío estos síntomas en el contexto de la pandemia y las medidas a tomar para reducirlos:
El sólo hecho de comprender lo explicado, el conocimiento sobre el funcionamiento del propio cerebro y de la propia salud, es un factor que también disminuye incertidumbre y, por lo tanto, contribuye a mejorar a mejorar el estado anímico.
(*) Médico neurólogo - Máster en Neurociencias (Mat. 5010)