En septiembre de 1976, el país vivía una etapa convulsa, pero el arte santafesino encontró un punto de quietud y afirmación en la obra del ya entonces veterano Juan Grela.
Creador incansable, el artista protagonizó en 1976 una exposición retrospectiva en el Museo Municipal de Artes Visuales. Fue más que eso: una especie de "manifiesto".

En septiembre de 1976, el país vivía una etapa convulsa, pero el arte santafesino encontró un punto de quietud y afirmación en la obra del ya entonces veterano Juan Grela.
Fue en el Museo Municipal de Artes Visuales donde se inauguró una exposición retrospectiva, una suerte de síntesis de la experiencia vital de un creador que hizo de cada línea una reflexión y un espacio de resistencia poética.
El Litoral publicó entonces una crónica con una imagen que podría integrarse a la memoria cultural litoraleña: Grela dialogando con otro gran pintor, Ricardo Supisiche.
Dos figuras centrales del arte, retratadas en un momento que va más allá de la anécdota. Es que ambos integraron una generación que dio forma a una tradición plástica "moderna y autóctona", como quedó asentado en el Grupo Litoral.
Eduardo Raúl Storni fue el encargado de abrir aquella muestra. "En Grela se conjugan, en una simbiosis natural y espontánea, el hombre y el artista", dijo ante un auditorio en el que también se encontraban Jorge Taverna Irigoyen y Enrique Muttis.
Sus palabras eran atinadas. Es que en el caso de Grela, peluquero de barrio hasta los 40 años, comunista convencido, docente apasionado, sus trabajos artísticos son imposibles de separar de toda esa experiencia.
Storni insistió en que su obra se sostuvo en una "serenidad, poesía y amor", pero también en una claridad ideológica que lo enfrentó con "la incomprensión de los timoratos".
Esa tensión (lirismo y rigor ideológico) fue uno de los signos persistentes de su producción: el dibujo como búsqueda, la pintura como interrogación, el grabado como síntesis de experiencia y análisis sobre la misma.
Nacido en Tucumán en 1914, Grela llegó a Rosario en 1925. Su formación encontró la guía de Antonio Berni y la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos, donde aparecieron las orientaciones de una estética marcada por lo social.
Desde 1932 pintaba al aire libre, entre el río y la ciudad, mientras sostenía su oficio de peluquero. En 1948, con el Grupo Litoral, buscó una pintura arraigada en la región pero abierta a las vanguardias.
El Museo Castagnino Macro señala que "su prolífera producción, signada por su compromiso tanto estético como político, se encuentra atravesada por sus continuas reflexiones sobre la forma, el tema y las posibilidades del color".
La exposición de septiembre de 1976 abarcó dibujos realizados desde 1937, permitiendo ver, como señaló Storni, "valores sustanciales que van desde los comienzos afirmativos de una expresión dibujística plena de resonancias plásticas, hasta el simbolismo, casi candoroso, de sus últimos trabajos".
Era un arco vital de casi 40 años, en los cuales lo figurativo se vincula con lo abstracto y del mismo modo lo familiar con lo social. La línea, el plano y el volumen eran los medios a través de los cuales Grela buscaba "el sentido de las cosas, sea éste real, ideal o metafísico, pero siempre alejado de lo material".
Un dato de color: casi en paralelo, en la sala El Greco, se inauguró otra muestra con obras de Planas Casas, César López Claro, Estrada Bello, Esteban Luna, Nanzy Vallejo y Federico Aimá. Esto da una idea de la vitalidad del territorio.
Grela murió en 1992, pero continúa siendo "insoslayable para el estudio del arte argentino", como lo definió el Castagnino Macro. Es que su obra supo dialogar con las corrientes de su tiempo sin perder su raíz local, lo cual lo emparenta con los más grandes artistas del siglo XX.




