A 554 años del nacimiento de Alberto Durero (fue el 21 de mayo de 1471) sus xilografías sobre el Apocalipsis impresionan por su potencia simbólica, su virtuosismo y su actualidad como advertencia moral.
El alemán transformó el grabado en una forma de arte mayor. Su serie sobre el Apocalipsis combina virtuosismo técnico con una advertencia que todavía sigue vigente.

A 554 años del nacimiento de Alberto Durero (fue el 21 de mayo de 1471) sus xilografías sobre el Apocalipsis impresionan por su potencia simbólica, su virtuosismo y su actualidad como advertencia moral.
En pleno auge del Renacimiento, Durero encarnó una figura singular, a medio camino entre el humanista italiano y el artesano germano. Fue matemático, pintor, dibujante y grabador, medio en el que alcanzó gran influencia.
Como recuerda el historiador Miguel Calvo Santos, "combinó su más bien escaso trabajo como pintor con el grabado y el dibujo, de los que fue maestro indiscutible".
"En los tiempos en los que la imprenta empezaba a expandirse, sus grabados viajaron por toda Europa, alcanzando una fama sin precedentes en un artista alemán", agrega.
El dominio técnico le permitió transformar un medio artesanal en herramienta de divulgación. La investigadora Regina Sienra lo resume: "aunque el grabado ya existía desde antes, Durero fue el primer artista en elevarlo a una forma de arte".
"Su carrera marcó la primera vez que alguien intentó reproducir ilustraciones realistas, y su abrumador éxito inspiró posteriormente a otros artistas a realizar y distribuir grabados", añade.
La serie "El Apocalipsis" representa un momento culminante en la carrera de Durero. Se trata de una secuencia de quince xilografías que ilustran el último libro del Nuevo Testamento, siguiendo las visiones de San Juan en la isla de Patmos.
Hay un gesto de ejercicio devocional, pero el Apocalipsis de Durero es más bien una respuesta a las tensiones religiosas, políticas y culturales que sacudían la Europa del siglo XV.
Como sostiene el ensayista Esteban Iborio, "Durero ilustró el libro del Apocalipsis en unos años de gran efervescencia religiosa en Alemania, donde ya se podía intuir la reforma religiosa de Lutero en el siglo XVI".
La incertidumbre ante un orden que se resquebrajaba (corrupción eclesiástica, miedo a la peste, guerras campesinas) se condensa en estas imágenes, inquietantes.
Además, el impacto de la imprenta fue decisivo. Iborio remarca también que "otra reforma cultural de gran importancia en la época fue la entrada de la imprenta moderna desarrollada por Gutenberg".
"Que apostó -sigue Iborio- a que era capaz de hacer a la vez varias copias de la Biblia en menos de la mitad del tiempo que tardaba en copiar una el más rápido de todos los monjes copistas del mundo cristiano".
Las xilografías de Durero, distribuidas como libros ilustrados o sueltas, alcanzaron una difusión inédita, convirtiendo sus visiones en iconos compartidos por múltiples comunidades lectoras y creyentes.
Entre las imágenes de la serie, "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" es la más célebre. En ella, Durero condensa los versículos del capítulo 6 del Apocalipsis, donde hay cuatro figuras simbólicas: la Guerra, el Hambre, la Peste y la Muerte, arrasando a la humanidad sin distinción.
El análisis técnico del Metropolitan Museum de Nueva York señala que "Durero inyecta movimiento y peligro en este momento culminante mediante su sutil manejo de la xilografía".
"Su volumen y el fuerte movimiento diagonal intensifican el impacto de la imagen, ofreciendo una elocuente demostración de los magistrales efectos visuales que Durero fue capaz de lograr en este medio", agrega.
En esa escena, la violencia tiene fuerza. Para el crítico Martin Hoffman, "la manera en que la figura imaginaria de la muerte y las fauces del infierno, en el borde izquierdo del cuadro, se combina con los jinetes y los caballos de apariencia real, está cargada de un gran poder visionario".
Hoffman va aún más lejos, al proponer una lectura política y ecológica de la imagen: "Esta representación de Durero del Apocalipsis nos remite a la responsabilidad de la humanidad".
"La violencia, el hambre, la enfermedad y la muerte son auto-infligidas a raíz de los desplazamientos, el cambio climático, la destrucción de la naturaleza y las condiciones de vida deficientes. Detrás de la miseria de muchos está la codicia de unos pocos", sostiene.
Cinco siglos después, El Apocalipsis de Durero conserva su potencia estética y ética. Como una advertencia sobre los peligros del fanatismo, la desigualdad y la indiferencia.
La serie se inscribe en una genealogía de artistas que entendieron que el arte puede ser al mismo tiempo belleza y conciencia, testimonio y anticipación.




