"Es tan clara tu luz como una inocencia toda temblorosa y azul. Tu cielo está limpio de humo de chimeneas curvado en una alta paz de agua suspensa. Y tus ciudades blancas, modestas, casi tímidas, ríen su aseo rutilante entre las arboledas".
Fue el 21 de agosto de 1971. El Galpón reunió a lectores y críticos para celebrar la poesía de Ortiz, destacada por Saer como fuente de nuevas formas literarias.

"Es tan clara tu luz como una inocencia toda temblorosa y azul. Tu cielo está limpio de humo de chimeneas curvado en una alta paz de agua suspensa. Y tus ciudades blancas, modestas, casi tímidas, ríen su aseo rutilante entre las arboledas".
21 de agosto de 1971. Ese fue el día en que se cruzaron en El Galpón, espacio cultural que funcionó primero en un taller sobre Avenida López y Planes y luego en una casona céntrica, dos escritores reconocidos del litoral.
Uno era Juan José Saer, quien tomó la palabra para presentar "En el aura del sauce", la obra del otro, nada menos que Juan L. Ortiz, conocido popularmente como Juanele.
Aquella velada, organizada por la entidad homónima y la editorial Constancio C. Vigil, reunió a un público heterogéneo, ansioso por acercarse al universo poético de un autor que, a los 75 años de edad, era una especie de mito viviente.
En su intervención, Saer consideró que la edición de los volúmenes constituía "el acontecimiento literario del año, no sólo en las letras argentinas sino en las de lengua hispana en general".
Compartió luego un análisis sobre los trabajos del poeta entrerriano, en el cual destacó su alcance y trascendencia.
"La totalidad de la obra se revela como fuente de nuevas formas literarias. Su poesía es aparentemente compleja y difícil, dada la posición de su autor con respecto a la vida y a la literatura", sostuvo Saer.
El escritor nacido en Serodino subrayó también el trabajo silencioso pero constante de Ortiz, injustamente relegado en los círculos literarios de su tiempo.
Todo ello consta en la edición de El Litoral del 22 de agosto de 1971, donde dice también que es imposible encerrar la obra de su colega en una escuela determinada. "Sus versos reflejan un compromiso profundo con la realidad contemporánea".
Juan L. Ortiz, presente en la sala, tuvo su momento de protagonismo al leer algunas de sus composiciones, esas mismas que dan cuenta de una sensibilidad especial frente a la naturaleza, donde el hombre aparece integrado como un componente más del mundo que describe.
Daniel Gigena escribió sobre él en La Nación que "su literatura se volvió un símbolo de la libertad y consistencia que un proyecto estético puede asumir, incluso en condiciones de austeridad y distancia de los centros culturales".
Por su parte, Osvaldo Aguirre recuerda cómo la obra de Ortiz trascendió la marginalidad que se le atribuía.
"La difusión de Ortiz por parte de los jóvenes escritores de los años 60, el descubrimiento periodístico de su figura y el hecho de que su casa en Paraná se convirtiera en una especie de sitio de peregrinación instalaron la imagen de un poeta marginal, aislado de los movimientos literarios”, sostiene Aguirre en un artículo que publicó Clarín.
Y añade: "contra ese lugar común, Agustín Alzari reconstruye en 'La poesía social de Juan L. Ortiz' una trama cultural y un haz de relaciones en los que la obra encontró no sólo un temprano reconocimiento sino también muchas de sus preocupaciones".
"Por lo que 'resulta indispensable reintegrar a Ortiz a ese espacio, al diálogo entre ideas y líneas poéticas que ocurrió entre 1936 y 1946'", donde "su poesía se luce mejor, dado que si bien su respuesta poética es individual y singularísima, su sustanciación es colectiva", sostiene.
La velada de agosto de 1971 cerró con la proyección del cortometraje "Juanele", dirigido por Marilyn Contardi, Esteban Courtalón y Raúl Beceyro, que permitió al público acercarse, a través de las imágenes, al mundo íntimo del poeta.




