Paloma Sánchez-Garnica es una escritora española que obtuvo el Premio Planeta 2024 por su novela “Victoria”. Es licenciada en Derecho y Geografía e Historia. Previamente a la obra distinguida publicó: “El gran arcano” (2006), “La brisa de Oriente” (2009), “El alma de las piedras” (2010), “Las tres heridas” (2012), “La sonata del silencio” (2014), “Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido” (2016), “La sospecha de Sofía” (2019) y “Últimos días en Berlín (2021)”.
Aprovechando su visita al continente en el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Paloma conversó con El Litoral. “El hecho de llegar a conseguir un premio de estas características supone un reconocimiento a mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucha persistencia, mucha disciplina, a confiar que lo que estaba haciendo valía la pena. A no rendirme, a no rendirme”, confesó.
Curiosidad
“Victoria” es la novena novela publicada por Paloma Sánchez-Garnica. El proceso, desglosa la autora, es prácticamente el mismo de siempre. “Es un oficio”, agrega. Y como tal, para llegar a él tuvo que transitar casi veinte años. “Nunca antes me había planteado escribir. He sido lectora voraz, pero necesité, desde los 20 hasta los 42 años, un proceso de madurez, de adquisición de cultura y experiencias, de aprender a fracasar y reconstruirme después de un fracaso. Buscando mi lugar en el mundo, llegué a la escritura. Esto es un oficio y no vale otra que ponerse a escribir: intentarlo, intentarlo, intentarlo. Ser constante, sobre todo tener confianza en lo que estás haciendo”.
En cuanto al tema abordado, Sánchez-Garnica elige destacar la curiosidad hecha pregunta. En esta novela en particular operó “la curiosidad de entender cómo sobrevivieron las mujeres alemanas que sufrieron la primavera-verano de 1945 en la que fueron el objeto de venganza de hombres deshumanizados, brutalizados que volcaron contra ellas toda la rabia que traían”. Esto acarreó nuevas interrogantes: ¿Cómo se reconstruyeron ellas en un Berlín destruido (sin bombas pero con las heridas del alma)? En ese Berlín ocupado, además, por los vencedores y en convivencia con los vencedores”. A partir de la “primera nebulosa”, como la llama ella, comenzó la acumulación de toda clase de libros referidos a la época. “Me interesaban los quince años entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el 13 de agosto de 1961, cuando se construye el Muro físico. Ese Berlín dividido y ocupado pero sin muro todavía. Esos temas me llevaron la mirada hacia Norteamérica, los Estados del Sur y el macartismo”.
“El proceso de escritura responde a una curiosidad, a una pregunta que me hago”. Foto: Gentileza PlanetaPálpito
Tras meses de lectura, llega el pálpito de escribir. “No te sé explicar por qué”, dice Paloma desde Buenos Aires. “Empiezo de forma absolutamente ciega sin conocer a los personajes. Llaman a la puerta de mi casa, se presentan (unos con más facilidad que otros) y van canibalizando mi vida, mis veinticuatro horas del día. Están en mi pensamiento constantemente”.
El inicio suele ser “muy complicado” para la autora. Sobre todo, llegar a “la barrera de las cien páginas”. Paloma va escupiendo la historia, su marido la acompaña leyendo; charlan al respecto. “Verbalizo mucho con él: el 80% de mis conversaciones son de los personajes, no lo comparto con nadie más que con él. Después de meses, de un año, llego al final”.
Luego es el momento de las relecturas. Esos son los meses de conocer personalmente a los personajes. “Sé lo que les pasa, sé cómo viven, cómo sufren, cómo aman. Perfilo su forma de hablar y de actuar, su psicología. Cuando considero que está presentable la novela, se la paso a mi editora. Ella me conoce muy bien, sabe hasta dónde exprimirme sin aceptar mi vanidad. Durante varios meses estamos planteando sugerencias de ella, yo las adapto, pienso, releo, hasta que llega un momento en el que ella me dice: ‘Paloma, ya no puedes cambiar nada’ y, entonces, los personajes se silencian y ya nunca puedo hablar con ellos (sí de ellos). No releería una novela mía en libro, jamás. Creo en su silencio. Los personajes se callan, abandonan mi vida, abandonan mi mente, incluso llego a olvidar sus nombres y entran otros. Y empieza otra vez el proceso de cero: con una pregunta, con una curiosidad, con una sensación de querer saber... y lectura, lectura, lectura. Ahora estoy con la décima, antes de llegar a Latinoamérica pasé la barrera de la página 100”.
“Victoria” estuvo motorizada, según explica su autora, por tratar de “entender cómo se reconstruyeron las mujeres alemanas en un Berlín destruido” en la segunda posguerra. Foto: Gentileza Francisco JiménezHistoria(s)
“Victoria” se mete en la casa de los personajes que relata. Por eso, a la creadora de este universo de ficción le gusta decir que sus novelas no son novelas históricas, sino narrativa contemporánea. “La historia con mayúscula, los hechos económicos y sociales, las más grandes batallas y personajes que -para bien o para mal- influyen en generaciones y en culturas, no son la base de mi novela. La base de mi novela es lo que hay debajo de esa historia con mayúscula, que son las historias con minúscula: las historias que no son objeto ni de estudios sociológicos ni de los historiadores”.
Delimitado su objeto, Paloma se explaya con un ejemplo contundente: “Si quieres entender cómo se movían por las calles en el Madrid de 1895, cómo se relacionaban, cómo se vestían, a qué hora comían, qué sentimientos tenían, léete ‘Fortunata y Jacinta’ de Benito Pérez Galdós porque te abre los ojos a un tiempo pasado. Es como asomarte a una ventana y ver la simple interioridad, la privacidad de gente corriente que puedes identificar contigo mismo como lector, cambiando la moda, el pelo, el entorno, los muebles y la forma de comunicarnos”.
Partiendo de esa raíz, la autora madrileña entiende que la magia de la literatura es fungir como una ventana al pasado. “Nos permite sentir, vivir, estremecernos, indignarnos. Dicen que el cerebro no identifica entre lo que es real y lo que estás leyendo. Entonces, te identificas absolutamente con lo que le está ocurriendo al personaje o con las decisiones que está tomando. Se trata de entender cómo vivieron personas como yo o de mi entorno; entender de dónde venimos porque somos el producto del pasado. Es conveniente explicarles a las generaciones más jóvenes que los derechos y avances que tenemos ahora mismo no nos vienen metidos en el ADN. Podemos sufrir los mismos males del pasado, nos pueden arrebatar el Estado de Derecho en un tris si no los protegemos. Y una forma de ser consciente de eso es leyendo y entendiendo que hubo otras mujeres que vivieron esa sensación absoluta de apatía vital, como es el caso de las mujeres españolas en los años ‘40”.
“Podemos sufrir los mismos males del pasado, nos pueden arrebatar el Estado de Derecho en un tris si no los protegemos”. Foto: Gentileza PlanetaTocar el cielo
El 15 de octubre de 2024 fue la entrega del Premio Planeta en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona). Anna Ajmátova se quitó la máscara y reveló su verdadera identidad: Paloma Sánchez-Garnica. Tres años atrás había sido finalista con su libro “Últimos días en Berlín”. Recuerda la escritora española que apenas finalizó “Victoria” (por entonces, “Buenas noches y buena suerte”, nombre con el que participó en el certamen), su primer lector, su marido, le dijo: “Es tu mejor novela. Inténtalo de nuevo”. Paloma insistió. Durante todo el verano se olvidó... hasta que llegó octubre y vio que nuevamente era finalista. “Mirá, tenía 62 años en la entrega. La edad en esto es un grado y esta trayectoria me ha enseñado que los nervios no te pueden aguar un momento tan extraordinario como ese en el que Carmen Posadas dijera mi nombre”.
Por todo ello, para Sánchez-Garnica fue una velada muy especial. “Lo disfruté de forma consciente. Me acuerdo de cada uno de los pasos que di hasta el escenario, del sentimiento que tenía sabiendo que era un momento único en mi vida, irrepetible. No solamente en mi vida, sino en la de mi marido -que estaba allí a mi lado-, en la de mis hijos, mis nueras, mis nietos -que se enteraron al día siguiente y fueron al colegio orgullosos de que su abuela había ganado-, mis hermanos, mis amigos. Fue uno de esos momentos en los que tocas el cielo, luego vuelves otra vez con los pies en la tierra, pero fui muy consciente de todo lo que me estaba pasando y respeté cada segundo. Es lo bueno de conseguir estos premios a una cierta edad. Si me hubiera pasado hace diez años seguramente hubiera estado tan nerviosa, tan emocionada y tan sobrepasada que no me hubiera enterado de nada”, recuerda.
Sobre el final, la entrevistada deja una nueva reflexión sobre el oficio: “Para mí, que soy una escritora de ‘andar por casa’ -no tengo una columna en el periódico ni un programa en la televisión o en la radio-, mi nombre era totalmente anónimo. Únicamente puedo ganarme a los lectores con buenas historias, con el boca-a-oreja. Esto ha sido llegar a una meta porque yo he ido muy despacito. No he tenido una gran novela, esta es la novena, y en las otras he ido avanzando con mucha paciencia y con mucha humildad. He tenido que ir ganándome lector a lector”.