"Me abrieron el pecho con un bisturí cuando todavía no tenía 3 años. Cirugía a corazón abierto. Doce años después de la primera operación, una segunda. Cuando cumplí 25 años la tercera. La cuarta a los 28. La quinta a los 31".
Con tono confesional y pulso narrativo firme, la escritora narra una vida marcada por cirugías cardíacas y vínculos afectivos donde se perciben las marcas del amor y la supervivencia.

"Me abrieron el pecho con un bisturí cuando todavía no tenía 3 años. Cirugía a corazón abierto. Doce años después de la primera operación, una segunda. Cuando cumplí 25 años la tercera. La cuarta a los 28. La quinta a los 31".
Así, sin vueltas. Con esa potencia aséptica arranca "Sutura", la nueva novela de la escritora Sofía Balbuena, que publicó Seix Barral. Y marca, en cierto modo, el tono general del texto: una síntesis formal que convive con la profundidad reflexiva.
Lo que sigue tras ese primer párrafo (de cuya gravitación es imposible desligarse en la lectura posterior) es un viaje introspectivo donde la protagonista repasa las intensas derivas de los dos corazones que laten en el ser humano: el "físico" y el "metafórico", vinculado con lo emocional.
La travesía del corazón, en tanto órgano, está vinculada a sus idas y vueltas a la Fundación Favaloro, donde cada tanto deben atender sus urgencias vitales. La del corazón como "músculo afectivo" se enlaza con las relaciones sexoafectivas que la narradora despliega.
Balbuena escribe (la metáfora es atinada) con precisión quirúrgica: cada párrafo se abre como una herida, pero también se cierra como una sutura. La memoria corporal funciona como "archivo" de operaciones, cateterismos y alambres que sostienen un esternón, y que, sin embargo, no son tabique contener eso inasible que es el deseo.
El tono que usa la autora expone intimidades, pero no se queda en lo testimonial: es la construcción literaria de un cuerpo que habla, que insiste en recordarle al lector que sobrevivir y procesar las relaciones también es narrar.
La protagonista emigra de Buenos Aires a Barcelona, y esa distancia marca un cambio. El extranjero es siempre alguien que mira desde otro ángulo, que se construye en la intemperie. Allí aparecen amistades, amores fugaces y relaciones complejas que se convierten en trampas afectivas, donde el dolor y el deseo se confunden.
Balbuena analiza con esa misma meticulosidad del principio ese terreno ambiguo, espinado: el de los amores (por clasificarlos de algún modo) "modernos", atravesados por la precariedad y la promesa incierta de la felicidad.
Magalí Etchebarne describió la novela como "a medio camino entre la carta y la confesión, la declaración de principios y el discurso interior". Esa definición se ajusta perfectamente a "Sutura".
El texto avanza con un pulso que nunca decae. Se siente la urgencia de una escritura que sabe (como dijo un cantautor argentino) que "el tiempo es muy poco". Y, al mismo tiempo, se percibe una serenidad que le brinda densidad al relato.
La novela se sostiene en ese contrapunto: entre la límpida crueldad del bisturí y la fragilidad de los sentimientos. Entre las heridas que dejan las cirugías y la que dejan los amores.
"Sutura" es la historia de un corazón enfermo y de uno enamorado. O ambos latiendo juntos, marcando el ritmo de una existencia que se debate entre sobrevivir y sentir. La obra de Balbuena se convierte así en un espejo de los cuerpos y los afectos, donde las cicatrices son como una marca de identidad.




