Sin pretender hacer una semblanza, ni mucho menos una biografía, queremos recordar a uno de los santafesinos que no gastaron sus días en alegres fuegos artificiales, ni tampoco trabajaron para la fulgurante y evanescente marquesina.
Fue un reconocido profesor e investigador rafaelino, que impartió cátedras de medicina legal y psicología, destacándose por su dedicación y claridad en la enseñanza universitaria.

Sin pretender hacer una semblanza, ni mucho menos una biografía, queremos recordar a uno de los santafesinos que no gastaron sus días en alegres fuegos artificiales, ni tampoco trabajaron para la fulgurante y evanescente marquesina.
Nos referimos al Dr. Ángel Santiago Caballero Martín, hombre de un espíritu singularmente exquisito por su cultura y titular de condiciones morales de entereza y lealtad.
Había nacido en la ciudad de Rafaela el 20 de agosto de 1895 en el hogar constituido por Ángel Santiago Caballero (periodista redactor del semanario La Libertad) y María Martín.
Luego de sus estudios medios en la ciudad, se instaló en Buenos Aires para ingresar a la Facultad de Medicina, donde descolló entre sus compañeros y abrazó apasionadamente la causa de la Reforma Universitaria que no abandonó más. Tomó la representación estudiantil ante distintos ámbitos perfilándose como un auténtico líder.
Integró el Centro de Estudiantes de Medicina, la Federación Universitaria de Buenos Aires y la Federación Universitaria Argentina. Como tal formó parte de la delegación universitaria para entrevistarse con Hipólito Yrigoyen en los días previos a la nacionalización de Universidad de Santa Fe.
En 1923 obtuvo su diploma de doctor en medicina y ejerció su profesión, a la que amaba, como un auténtico esclavo de los votos hipocráticos no sabiendo de desmayos, siempre presto para ayudar al enfermo tanto en su consultorio como en el, por entonces, Hospital de Caridad, del cual fue Jefe de Sala 4 de Clínica, o en la Asistencia Pública, de la que era jefe del servicio antivenéreo.
Su aporte como publicista y escritor fue múltiple. En la materia de su especialidad registra, entre otros trabajos:
“Algunas consideraciones sobre la introducción a la medicina legal”, 1924; “Casos de aplicación del artículo 247 del código civil”, 1925; “Los alienados en jurisdicción de las municipalidades que no poseen locales para su internación”, 1926; “Las enfermedades sociales”, 1927; “Homicidio y embriaguez alcohólica”, 1930; “Medicina legal y preparación científica del juez del crimen”, 1938.
Una amplia visión de la vida, lo llevó al estudio de las cosas del pasado, e integró el grupo fundador de la Junta de Estudios Históricos de Santa Fe, presidida por Manuel Cervera.
Entre sus obras se destacan: “Los comuneros paraguayos de principios del siglo XVIII” publicada en 1935; “Las corrientes conquistadoras del Río de la Plata”, 1938; “Faro a Colón de la República Dominicana”, 1938; “Historia del primer movimiento separatista en el Río de la Plata”, obra póstuma de más de 450 páginas.
En 1931 publicó una obra trascendente “La Universidad en Santa Fe”, en la que estudia, a la luz de abundante documentación, los orígenes de ese Instituto en el Colegio de la Inmaculada Concepción hasta la creación de su continuadora, la Universidad Nacional del Litoral.
Paradigma del reformista, entendía que estudiante se es en los años mozos, pero también luego de logrado el título. Desde 1924 dictaba la cátedra de “Medicina Legal” en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral a la cual había accedido por concurso. Dos años después obtenía, en igual forma, la cátedra de Psicología.
En ambas exhibió consagración a la enseñanza y vasta ilustración. En su paso como docente logró el reconocimiento no solo de sus colegas sino de los estudiantes que tenían en él al profesor abnegado, versado en la materia, con alocuciones plenas de claridad y de expresión, con razonamiento sólido e inteligible.
Fue electo por sus pares como consejero de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y luego como consejero ante el Consejo Superior. Siempre, dentro del ámbito universitario, participó en el Instituto Social, organismo de extensión que supo trasmitir al medio todo el fruto de la inteligencia.
En 1930 fue director de la Sección Conferencias y, un tiempo después, director de la Sección Extensión Universitaria, tarea en la que organizó actos, conferencias y publicaciones con una intensidad que no volvió a repetirse. Del instituto nace la emisora que hoy es LT10. En 1934 fue designado secretario de “Universidad”, órgano oficial de la Casa de Estudios.
En el ejercicio de esta tarea puso de manifiesto, una vez más, su capacidad de trabajo y de iniciativa. Bajo su dirección se editaron los cuatro primeros números de la revista y en sus páginas dejó la huella de su inteligencia ágil y fecunda, ora como ensayista versado en historiografía local, ora como comentarista y crítico bien informado, ora como cronista.
Actuó con eficacia en diversos congresos. Intervino en 1935 como delegado al segundo congreso médico gremial de Santa Fe; en 1937 como representante de la Universidad en el Congreso Internacional de Historia celebrado en Buenos Aires; en 1938 en las Jornadas de Estudios Históricos sobre el Brigadier Estanislao López en Santa Fe.
Por último, como delegado de la provincia de Santa Fe, estuvo en el primer Congreso Latinoamericano de Criminología, realizado en Buenos Aires en 1938.
Siendo muy joven, cuando aún tenía mucho por entregar, el 4 de febrero de 1939 la muerte lo hiere en su plenitud, causando hondo pesar entre sus amigos. Fue el primer miembro de la Junta de Estudios Históricos en fallecer, aunque era uno de los más jóvenes.
Su carrera universitaria fue breve y brillante. Tenía conquistado sólido prestigio en nuestros círculos intelectuales. Consagró toda su vida de hombre laborioso y dinámico al servicio de los ideales de la cultura desinteresada.
El Centro de Estudiantes de Derecho reunió su comisión directiva y resolvió designar “al compañero Italo Lúder en su representación para hablar en el acto de sepelio”. “Con su muerte perdemos un profesor digno y respetado, un amigo generoso, de bondad inagotable, un compañero entusiasta en las lides universitarias”. Con estas palabras, el joven rafaelino Lúder, despedía los restos mortales en el cementerio local.
El ingeniero José Babini, en representación de la Universidad y del Instituto Social decía:
“La Universidad Nacional del Litoral y su Instituto Social, tributan, por mi intermedio, él último homenaje a uno de sus mejores hombres. Con su desaparición, pierde la Universidad un hombre cuya inteligente actividad en favor de la misma, se había manifestado en todos los sectores de la vida universitaria (...)"
"(...) en la cátedra y en los altos cargos directivos desempeñados, en la labor científica como historiador y, sobre todo, en la obra cultural y social que cumple la Universidad. (...) Su personalidad mostraba una estructura unitaria en la que el profesional se complementaba con el docente y ambos se completaban con el historiador y con el hombre preocupado por las cuestiones vivas de la cultura”.
Conformó familia al contraer enlace con C. Mendía y del matrimonio nacieron tres hijos: Marta, Oscar (médico) y Ángel (abogado). Con su inesperado fallecimiento se extinguió una vida útil, en plena madurez intelectual, y la universidad argentina perdía uno de sus más excelsos valores.
Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025)




