Sería interesante leer alguna vez un libro dedicado exclusivamente a los primeros poemarios de los poetas, esos inicios donde la voz se tantea y a la vez se declara. En ese inventario podrían figurar "Edad sin tregua" (1958), de Susana Thénon; "Sonata de soledad" (1954), de Amelia Biagioni; "Desde lejos" (1946), de Olga Orozco; "La tierra más ajena" (1955), de Alejandra Pizarnik.
La lista podría ser tan gratuita como amena: un modo de trazar una genealogía de sensibilidades afines, aunque cada libro abra su propio territorio, único e irrepetible.
En esa tradición se inscribe "Fragmentos de un derrumbe", ópera prima de Gimena González, donde ya se concentra una pulsión cardinal que atraviesa todos sus poemas: el intento de alcanzar una pureza expresiva, un juego de metáforas capaz de cristalizar la experiencia en una serie de vivencias líricas arraigadas en lo cotidiano.
Escenas mínimas -una esquina de barrio, el subte, la calle- sirven de escenario para esa búsqueda de intensidad. Los poemas siguen un hilo narrativo, a veces replican voces oídas, otras reconstruyen vínculos astillados: fragmentos de conversación, restos de un naufragio emocional.
En textos como “Un subte dos niñas”, “Esclavitud”, “Aljibe” o “El hombre del fuego”, lo real se filtra entre los versos, y en ellos late una vida vibrante. Hay un pathos sensorial y riguroso, atento a la imagen precisa y a la respiración del lenguaje.
El poemario se teje a partir de monólogos íntimos, donde el yo poético muda de tono con sutileza: a veces irónico, otras de una objetividad contenida. El poema “Granada” condensa ese gesto:
“soy poeta / —estoy nerviosa— / yo no sabía que era poeta / —estoy nerviosa— / clavo tajos con el verbo resistir / y cuando las armas callan a las mujeres / —pero los pañuelos se vuelven voces— / y los uniformes son signo de peligro / —pero alguien grita— / y todo se desborda / arrojo el poema entre toda la bosta / y al fin / despiertan los cuerpos”.
Las palabras liminares, a cargo de la poeta Natalia Litvinova, acompañan esta primera entrega publicada en la Colección Bicho Taladro, que confirma el nacimiento de una voz que escribe desde la intemperie, con una sensibilidad tan consciente como vulnerable.
"Fragmentos de un derrumbe", obra de Gimena González. Publicada por la editorial Volcán de Agua, La Plata, año 2024 (40 páginas).