Con las elecciones a la vuelta de la esquina, el impacto de las palabras de Trump sobre Milei podría ser decisivo en el resultado electoral.

Toda la retórica sentimental acerca de la amistad y el cariño entre Donald Trump y Javier Milei se evaporó en el aire cuando al presidente norteamericano se le ocurrió advertirle a su íntimo amigo de las pampas que si no gana en las próximas elecciones, la “ayuda” de Estados Unidos no será la misma. Lo tenía que decir y se lo dijo. Sin vaselina.
Milei tragó saliva, pero se comportó como un caballerito inglés, porque nuestro presidente sabe muy bien cuándo y con quién hacerse el loco. En el caso que nos ocupa, los desequilibrios de Trump no son muy diferentes a los de Milei, pero la diferencia reside en la cuota de poder que disponen uno y otro. Trump ha hecho del maltrato político y la emboscada un estilo de gobierno.
Lo que le hizo a Milei no es muy diferente a lo que le hizo a Volodímir Zelenski o lo que no hace mucho le hizo a su amigo Benjamin Netanyahu. Así se comportan, con las variaciones del caso, los millonarios, los déspotas y los gangsters
En el caso que nos toca, existe el atenuante que tal vez Trump no tenga la menor idea acerca del carácter de las elecciones de fines de octubre. No sería de extrañarse que suponga que a fin de mes se juega la presidencia. Lo más seguro es que no lo sabe muy bien y, además, no le importa saberlo. Es el presidente de Estados Unidos y con eso le basta, le alcanza y le sobra.
También es posible que su gruñido contra el pobre Milei haya sido una señal a sus rivales internos, los Demócratas, los mismos que desde hace unas semanas vienen batiendo parches de que Estados Unidos no tiene por qué ser tan generoso con Argentina.
En todos los casos, lo que queda claro es que ese palabrerío dulzón acerca de la amistad entrañable o la afinidad ideológica entre Milei y Trump solo vale, al decir de un viejo amigo, “para engrupir giles”.
La caridad y la limosna son virtudes de las iglesias; para los estados y los imperios esas palabras son extravagantes o ridículas. En este terreno nadie ayuda por nada y nadie se priva de cobrar las deudas y, de vez en cuando, infligir alguna que otra humillación al que supuestamente se ayuda. En estos menesteres Trump es un maestro.
Después están los negocios, las trapisondas, las maniobras financieras. Hay que p restar atención a un detalle: la titular de la bancada Demócrata se opone a las maniobras de Scott Bessent no porque perjudican a Estados Unidos en general, sino porque la “humanitaria” decisión del titular del Tesoro beneficiaría a los amigos de Bessent.
¿O alguien supone que las habilidades de la “bicicleta financiera” o el recurso de valerse de información económica secreta para enriquecerse, es un invento exclusivo del malandrinaje político argentino? No sé si Bessent es amigo de Argentina; pero estaría dispuesto a creer que mantiene muy buenas relaciones con Luis Caputo.
Por lo menos, las habilidades son semejantes y, de seguir por esta senda, los perjuicios también. No solo los Demócratas se quejan por la supuesta generosidad de Trump. El escritor Don Winslow, aconsejo leerlo, no fue tan delicado, y sin decir agua va declaró el otro día que "Trump le prestó veinte mil millones de dólares al idiota que gobierna en Argentina”. ¿Qué tal Pascual?
Lo cierto es que entre pito y flauta, en menos de seis meses Estados Unidos nos sacó las papas del fuego. O se las sacó a la administración de Milei. Ya sabemos que esas gauchadas no se hacen gratis, lo que falta saber es por qué al gobierno argentino que, como todos muy bien sabemos, dispone del mejor presidente del mundo, haya que estar asistiéndolo con tanta frecuencia.
Los años han disminuido algunos de mis dones, pero por ahora el don de la memoria lo mantengo intacto, tan intacto que a veces quisiera disponer de mayores cuotas de olvido, porque ya se sabe que en esta vida, en este valle de lágrimas, a veces la sabiduría no consiste en recordar sino en olvidar.
Es en homenaje a la memoria que digo que recuerdo los préstamos, stand by, blindajes o como mejor quieran llamarlo, de los tiempos de Fernando de la Rúa y Mauricio Macri. También en aquel momento se hablaron maravillas de la generosidad yanqui. Según nos dijeron, el préstamo que recibimos disponía de la facultad de ser el último, el préstamo que venía a poner punto final a todos los préstamos.
El enunciando me recordaba aquella promesa de generales que marchaban a la guerra jurando ante Dios y los Santos Evangelios que se trataba de la guerra que terminaría para siempre con las guerras. En ambos casos sabemos que el final de la película no fue precisamente feliz.
Y para no abundar con más consideraciones diría que en estos temas de deudas contraídas con amigos del alma, vale desconfiar un poquito, aunque más no sea para rendirle honores a la máxima que reza: “El que se quema con leche ve una vaca y llora”.
Faltan diez días para las elecciones. Inútil adelantar pronósticos porque la experiencia nos dice que es la manera más segura de equivocarse. A la hora del escrutinio se sabrá si Trump le dio una mano al gobierno recordándole que tenía que ganar porque si no se cerraba la billetera, o, si por el contrario, contribuyó con su desplante a ampliar la derrota de septiembre.
Repito: faltan diez días para las elecciones. Los candidatos son lo que son. O, como se dice habitualmente, es lo que hay.
Algunos son políticos decentes, hay más de un malandra enganchado y una cuota de novatos que deberían ser la esperanza del cambio, aunque conociendo algunos nombres de ellos y de ellas y algunos de sus antecedentes, preferiría políticos viejos, fiel al principio de que más vale malo conocido que bueno por conocer.
La nota de color la brinda en provincia de Buenos Aires los bizarros escuadrones de La Libertad Avanza (LLA). Escuché que su consigna más creativa es “Votá al pelado que es colorado”. Brillantes los muchachos a la hora de improvisar rimas. El “pelado” ya sabemos que es José Luis Espert, y el colorado es Diego Santilli.
De Espert ya sabemos todo lo que necesitamos saber. En ese punto, el teórico de “Cárcel o bala” se esmeró en presentarse con sus mejores atuendos. De Santilli también sabemos mucho. Recuerdo que lo conocí menemista, luego duhaldista y desde allí nunca dejó la garrocha.
Después del incidente con Espert, LLA intentó que su rostro no encabece la lista y que en lugar de la bella Karen, candidata segunda por vaya uno a saber qué virtudes, va Santilli, porque se considera que es más capaz. ¿Más capaz de qué? ¿O haber adquirido un piso de 1.300.000 dólares en Avenida Figueroa Alcorta es un rezago de lucidez política? Gran dilema.
Espert escondido en algún rincón del planeta; Karen candidata, pero sabe de política como yo de física cuántica, y el tercero, Santilli, que de la política sabe al dedillo los recursos de la picaresca, no mucho más. ¿Y los candidatos peronistas? Mirando algunos nombres admito que una vez más el peronismo no me defrauda. Es lo que siempre supuse que era.




