Hay poemas a los que no se les puede dar la espalda. El tiempo remolonea, la mañana está fresca y los rosales tienen ambición de suelo fértil. Aun no decido el lugar adecuado para trasplantarlos pero remuevo el material de las macetas con cuidado para que no me lastimen las manos. Este país está lleno de espinas como mis plantas.
Mientras yo pienso en gajos y semillas, en abonos y riegos para la huerta, alguien inventa estrategias para sobrevivir busca el pan que sacie el hambre de sus hijos hace mil cálculos para intentar llegar a fin de mes sin conseguirlo.
Hay cuerpos que ansían mantas en las noches frías y gente que se llena los bolsillos de infamia y la boca de mentiras. Desde el balcón, la cornisa, o el patio de su casa resiste quien ama a la Patria quien lucha en silencio. O grita sus verdades para no morir ahogado.
Me gustaría saber, Amor, bajo que almohada escondés tus inquietudes, cuántos proyectos sepultaste derrotado, en que barco de papel dejás doblados esos deseos que te muerden los labios.
¿Te conmueve la miseria que limpia el parabrisas de tu auto? ¿Mitigás con los ruidos de las calles algún dolor guardado? ¿Extrañás en medio de este caos mi voz, mis ojos, mis poemas?
Me acorralan las palabras, en la estampida brutal de escapar de la anarquía y aferrarse a una ramita de esperanza. ¿Te lloverán las ganas de abrazarme, como a mí, cuando el mundo se desarma? El sol retumba entre los árboles. Y con tanta tierra por delante, yo aún no sé dónde florecerán mis rosas.