La seguridad del paciente se centra este año en los niños y los recién nacidos porque también ellos pueden ser víctimas de un error médico. Los errores médicos y de enfermería ocurren tanto en países ricos como en países pobres, y tanto en grandes instituciones como en pequeñas clínicas de barrio. Y no siempre salta a la vista que esto es, o fue, un error.
El Día Mundial sobre la Seguridad del Paciente, 17 de septiembre, se celebra este año bajo el lema "Cuidados seguros para todos los recién nacidos y para todos los niños". Se busca proteger en especial a la infancia, de los errores, porque los errores, negligencias, olvidos, impericias, mala gestión, etc., pueden provocar importantes repercusiones, a corto y a largo plazo. No se trata, acá y ahora, de destapar errores, sino de aprender a prevenirlos. Se trata de construir, y de construir entre todos.
El principio más básico de las instituciones y de sus profesionales es no hacer daño. Este principio se aplica tanto a cualquier profesional vinculado a la salud como a cualquier centro sanitario, público o privado. Pero, pese a este principio elemental, no son raros los casos en que el paciente sufre un daño, en vez de recibir un beneficio, como consecuencia de la atención recibida, o por no haberla recibido.
Este daño es casi siempre involuntario, pero esto no quita la responsabilidad. Y esta responsabilidad puede ser tanto de un profesional en concreto (por haber hecho algo mal, o por no haberlo hecho) como de la institución, por no proporcionar, a pacientes y profesionales, un entorno lo más seguro posible.
Es necesario remarcar este último punto, sobre la responsabilidad de la institución, hospital, sanatorio o centro de salud. Por ejemplo: si un médico de guardia está obligado a trabajar bajo una presión asistencial excesiva, por falta de personal, o más horas de las que son razonables, o sin los elementos mínimos que requiere la asistencia, es entonces más probable que cometa un error. Pero, en este caso, sin duda, la institución tiene una buena parte de la culpa.
El concepto de seguridad del paciente se refiere precisamente al conjunto de medidas que deben tomarse, acciones que deben hacerse, precauciones que deben asumirse a fin de asegurar, hasta donde sea posible, que el paciente no recibirá un daño vinculado a la atención médica o de enfermería, y tanto por acción como por omisión. Aunque siempre estará latente la posibilidad del error, hay que hacer todo lo posible para que esta posibilidad sea mínima. Y, si ocurre, hay que reconocer el error o la omisión, y ofrecer disculpas, y reparación.
Este año, como decía, la seguridad del paciente quiere resaltar que hay que tener presente la seguridad en la sala de partos, con el recién nacido y con los niños en general. Hay que evitar las situaciones que puedan condicionar que se cometa un error, o que no se haga aquello que había que hacer.
La mala letra es otro ejemplo de situación que puede condicionar que se cometa un error. Se dice que los médicos tienen mala letra, pero poco o nada se dice respecto a que esta mala letra es una mala costumbre, y a la vez un muro tras el cual esconderse. La mala letra en una receta es una falta de respeto que ningún paciente debería aceptar.
La mala letra en una receta pone en riesgo al paciente porque se presta a una mala interpretación de lo que allí esté escrito. O bien se presta a que la interprete quien no está facultado ni capacitado para ello. Similar puede decirse de la mala letra en un informe médico o en una historia clínica. Las nuevas tendencias de informatizar toda la labor médica y de enfermería, incluso recetas y recomendaciones, entre otros objetivos intenta corregir el mal hábito de la mala letra.
La labor de pediatría es de mejor calidad y ofrece mejores perspectivas cuando incluye los conceptos de seguridad del paciente. Lo mismo puede decirse de la medicina de los adultos. En este contexto, los protocolos de actuación médica y de enfermería establecen criterios consensuados sobre qué se debe hacer y qué no se debe hacer en cada caso a fin de ofrecer una atención de calidad y de evitar tanto errores como excesos y omisiones. Los protocolos de las grandes instituciones médicas, que son referencia para todas las demás, suelen estar disponibles en internet. Hay protocolos para todo, incluso para las anginas de los chicos.
Responsabilidad institucional
El tema es más complejo de lo que parece y por tanto no pueden resumirse aquí. Pero sí pueden aportarse datos y reflexiones para un debate enriquecedor. Sin querer liberar al médico o a la enfermera de la responsabilidad que les compete sobre todo lo que hacen o dejan de hacer, cada vez se pone más el foco en la responsabilidad de la institución donde tal profesional se desempeña. Hay, sin duda, una responsabilidad institucional, es decir, en la manera como se manejan los recursos humanos, materiales y financieros de toda institución dedicada a la salud de los demás.
Por ejemplo, ya hace años que quedó establecido que la institución tiene una parte importante de culpa en el síndrome de sentirse quemado ("burnout"), que afecta a no pocos profesionales de la salud, y de la docencia. Por lo tanto, ante toda situación que pueda considerarse un error, conviene mirar tanto a quien lo pudo cometer de manera directa, como también a quien lo pudo haber condicionado de manera indirecta. En este contexto de responsabilidad institucional, los recortes de presupuesto en sanidad que se han aplicado en estos últimos meses implican un riesgo para la seguridad del paciente porque afectan a la cantidad y a la calidad de los recursos disponibles, tanto humanos como materiales.
El error lo puede cometer un médico, una enfermera, etc., pero hoy en día hay que preguntarse cuánta culpa tiene el profesional y cuánta culpa tiene el centro sanitario. Y si el centro sanitario tiene indirectamente una parte de la culpa del error médico, o de una omisión, hay que preguntarse por qué. Y para tener una respuesta hay que mirar tanto a los directivos del centro como a los políticos que les establecen normas y presupuestos, es decir, que sin saber medicina o sin estar en contacto directo con la actividad asistencial, les condicionan la forma de atender a los pacientes. Esto ocure cuando miran más a los números que a las personas. Tengamos presente que tanto médicos y enfermeras, como políticos y directivos, son todos servidores de la comunidad, y no al revés.
Publicado al más alto nivel y escrito por un especialista, un artículo de este mes nos recuerda, y de hecho denuncia ante el mundo científico, la actual política argentina de recortes en los presupuestos de salud. Y explica cómo estos recortes afectan a casi la mitad de los argentinos, es decir, a los que dependen de las instituciones públicas de salud. Propone mantenerse atentos a los resultados de estas medidas, así como también a "la sostenibilidad política de este enfoque libertario, que esgrime una motosierra en lugar de un bisturí". Véase "Milei's chainsaw health reforms in Argentina: the libertarian turn in public health" (Las drásticas reformas sanitarias de Milei en Argentina: el giro libertario en la salud pública). Lancet, 01/09/2025.