En los últimos días trascendió el caso de Matías Fulco, un joven de 28 años con trastorno del espectro autista, diagnosticado con síndrome de Asperger, que fue víctima de una campaña de difamación digital que casi le cuesta la vida.
Matías Fulco, de 28 años, fue víctima de una campaña de difamación en redes sociales. Cuentas truchas lo culpaban de torturar animales y un grupo de vecinos intentó lincharlo, apedreando su casa en la localidad de General Pacheco. Su madre salió a relatar en los medios el calvario que atravesaron y pide justicia por su hijo.

En los últimos días trascendió el caso de Matías Fulco, un joven de 28 años con trastorno del espectro autista, diagnosticado con síndrome de Asperger, que fue víctima de una campaña de difamación digital que casi le cuesta la vida.
La localidad bonaerense de General Pacheco, en el partido de Tigre, Buenos Aires, vivió días atrás escenas de violencia que fueron transmitidas por televisión a todo el país cuando un grupo de vecinos se congregaron frente a la casa de Matías acusándolo de haber cometido actos de tortura animal.
Grupos de activistas y vecinos horrorizados por lo que habían visto en redes sociales decidieron hacer justicia por mano propia ante la inacción policial, arrojaron piedras, amenazaron con ingresar a la vivida y hasta intentaron prenderla fuego.
Dentro de su casa, Matías estaba aterrorizado. No entendía por qué de repente se había convertido en blanco de una turba. Él no era victimario de animales, sino víctima de un perverso caso de suplantación de identidad digital,
“Se quería matar. Compartió una foto con un cuchillo en la garganta diciendo que ya habían logrado lo que querían y mandó mensajes despidiéndose”, contó su madre, Natalia, enfermera de un hospital público en Tigre. “Lo agarramos justo a tiempo”, relató en declaraciones radiales todavía con la voz quebrada recordando lo sucedido.
La persecución contra Matías no fue espontánea. Según relató su madre y confirmaron fuentes del caso, todo comenzó en 2021, en plena pandemia. Su psicólogo le había sugerido abrir un canal de YouTube como forma de expresión y de vinculación social. Allí compartía recetas, historias, anécdotas personales. Pero esa ventana se convirtió en una trampa.
Un usuario que se hacía llamar “CALYP NEO” se ganó la confianza de Matías haciéndose pasar por amigo. Lo sumó a grupos de WhatsApp, le pidió datos personales y, luego, comenzó a hostigarlo. En una primera etapa, le enviaba pedidos de comida no solicitados a su casa a través de aplicaciones. Después, llegaron las amenazas de muerte.
Aterrorizado, Matías cerró sus redes sociales, pero dejó su canal de YouTube abierto, porque formaba parte de su terapia. Pese a su bajo perfil, el hostigamiento no cesó. Hace dos meses, volvió a ser incluido en un grupo con el mismo acosador y, a partir de entonces, comenzó la etapa más oscura.
Quienes orquestaron el ataque digital crearon cuentas falsas utilizando su nombre, sus fotos, e incluso simulaban publicaciones suyas. En esas cuentas compartían imágenes y videos de extrema crueldad hacia animales: perros mutilados, gatos ahorcados, animales quemados. A su vez, se jactaban de los actos y decían que Matías era el autor.
Fue entonces que las redes estallaron. Aparecieron supuestas “pruebas” de que él era responsable. La viralización fue instantánea. Publicaron su dirección, el teléfono de su madre, su DNI. Se organizó un escrache en su casa, que terminó con vecinos insultando, arrojando piedras y amenazando con incendiar el domicilio. “Uno gritaba: ‘Si lo cruzamos, lo matamos’. Todo eso lo escuchábamos desde adentro”, recordó Natalia.
La escena fue transmitida incluso por canales de televisión. Algunos movileros hablaron de “un caso aberrante de crueldad animal”. Nadie chequeó los datos. Nadie habló con la familia. Nadie verificó que se trataba de un montaje.
Una compañera de trabajo le reveló a Natalia posteos en Instagram, donde se compartía la foto de su hijo, junto con su dirección y las fotos en las que se asociaba su nombre con la más aberrante tortura de animales. La mujer fue a denunciar la situación en la comisaría y se cruzó con grupos de rescatistas, que además afirmaban haber recibido llamados intimidantes de Matías.
Natalia dio entrevistas en varios medios por estos días para intentar limpiar el nombre de su hijo. Pero, sobre todo, para contar la verdad de lo ocurrido y alertar por otras situaciones que puedan replicarse.
“Matías tiene una discapacidad. Desde chico fue diagnosticado. No tiene maldad. Jamás podría lastimar a un animal. El sufrimiento que vivimos fue indescriptible”, dijo en declaraciones radiales.
También explicó cómo el hostigamiento afectó su salud emocional: “Matías estaba emocionalmente destruido. No dormía, no comía, lloraba todo el tiempo". Asimismo, describió que en redes se filtró un audio en el que su hijo "les gritaba a estos chicos que la paren, que la corten".
También contó que el joven estuvo próximo a quitarse la vida, pero que lograron evitarlo porque lo "agarraron a tiempo". Según detalló, su hijo compartió una foto en su estado de WhatsApp donde estaba "con un cuchillo en la garganta" y "decía que ese era su final, que ya consiguieron lo que querían". Por suerte sus familiares pudieron detenerlo a tiempo.
La madre también se refirió al rol de los medios: “Nadie chequeó nada. Repitieron lo que decían en redes y lo mostraron como culpable. Después, cuando se supo la verdad, ya era tarde. ¿Quién repara todo esto?”
Tras la denuncia, la Justicia comenzó la investigación con el asesoramiento del abogado Esteban Sparrow, especializado en ciberdelitos. La causa quedó en manos del fiscal Alejandro Musso, quien comenzó a rastrear los IP de los perfiles y determinó que los videos no eran de Matías, sino viejas grabaciones que circulaban en grupos de Telegram.
Los investigadores solicitaron a Telecentro información del lugar de conexión de la cuenta, con lo que confirmaron que el perfil era utilizado desde un domicilio en San Justo, a más de 40 km de la casa de Matías. En concordancia con esa información, Meta confirmó que el mail asociado al perfil pertenecía a una persona que usualmente se movía por Zona Oeste.
De esa manera, las autoridades llevaron a cabo un allanamiento en el domicilio desde donde figuraban las conexiones. Se trataba de una vivienda donde vivían cuatro hombres: un padre con tres hijos de entre 20 y 30 años. Ante la policía, el papá identificó al responsable: Adrián, de 22 años, quien ya había tenido causas por acoso digital.
Al revisar sus dispositivos, encontraron las amenazas y pruebas del hostigamiento. Fue detenido, pero luego devuelto a su hogar bajo custodia de su familia debido a su estado de salud mental. "Tiene algunas discapacidades certificadas, esquizofrenia y arranques psicóticos, está medicado", explicaron fuentes judiciales citadas por Clarín.




