Rosario: imputaron a uno de los autores de la balacera en el cementerio La Piedad
Iván H. quedó preso como el conductor del auto desde el que partieron disparos hacia los deudos de Iván Leguizamón, asesinado tres días antes
Rosario: imputaron a uno de los autores de la balacera en el cementerio La Piedad
Viernes 6.11.2020
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Última actualización 19:16
El cortejo se agolpaba en la puerta del cementerio La Piedad, con el acceso restringido por la pandemia. Adentro, los padres y la novia de un muchacho asesinado en barrio Godoy presenciaban el entierro. Afuera, un auto estacionó cerca de la entrada. El acompañante bajó, se acercó a una florería y compró un clavel rojo. A los pocos minutos arremetió a tiros contra los deudos, que casi tiran abajo el portón desesperados por buscar refugio. Fueron más de veinte balazos que dejaron gravemente herido a un familiar del joven cuyo funeral terminó con más disparos de los que habían causado su muerte.
Por ese infernal ataque del hace dos meses y otra balacera con tres vehículos perforados en la huida, un joven de 23 años fue imputado como quien manejaba el auto del que partieron los disparos. Un Fiat Punto gris, robado días antes, que quedó abandonado y con la luneta trasera rota en un campo cercano al barrio Santa Lucía. En un espejo retrovisor se encontró estampada una huella de su pulgar derecho. En el asiento del acompañante quedaron dos vainas de plomo y un clavel rojo.
Iván H. fue imputado en una audiencia por videoconferencia que duró hasta entrada la noche del miércoles. La fiscal Gisela Paolicelli lo acusó como partícipe necesario de un intento de homicidio calificado por ser planificado entre al menos tres personas y la participación de un menor de edad, además de los delitos de encubrimiento, abuso de armas y daño.
El juez Florentino Malaponte dictó la prisión preventiva del acusado hasta la audiencia preliminar al juicio. Se trata de un joven desempleado y con antecedentes penales que no terminó la escuela primaria. Fue detenido el lunes en Fray Luis Beltrán, luego de que una ex pareja llamara al 911 para denunciarlo por una agresión. Entonces se detectó que contaba con pedido de captura por la balacera en el funeral.
El lunes 14 de septiembre unos sesenta familiares de Iván Leguizamón se agolpaban en la puerta del cementerio de Provincias Unidas y 27 de Febrero cuando empezaron los disparos. “Era una locura de tiros y gritos. Había muchos chicos y todos corríamos para las puertas del cementerio. Empezamos a empujar la reja hasta que un muchacho, para que no la arrancáramos, abrió la puerta y pudimos escondernos ahí”, contó ese día a este diario una allegada a Leguizamón.
El joven de 24 años que había sido asesinado tres días antes en Colombres y Calle 1709, unas quince cuadras al oeste de La Piedad, sobre el final de 27 de Febrero. Aquel viernes a las 21 iba por la calle con dos amigos cuando dos muchachos que bajaron de una moto se les adelantaron caminando con aires de normalidad. Cuando los tuvieron a sus espaldas, giraron y les descargaron plomo con una pistola 9 milímetros. Todo ocurrió a escasos 70 metros de un puesto de drogas atribuido a Ariel Maximiliano “Chanchón” Cantero, hijo de Ariel Máximo “Viejo” Cantero y condenado por el crimen de un policía en una disputa por drogas.
Agustín G., de 23 años, resultó entonces herido en el costado izquierdo del pecho. Un balazo le perforó la pierna derecha a Carlos S., de 21. Leguizamón recibió múltiples heridas en el tórax y cayó muerto en el lugar. Por el crimen está imputado Gonzalo José M., un joven de 19 años detenido el 11 de octubre tras un ataque a tiros a una precaria casa de Misiones al 1200 que ya había sido baleada cuatro días antes. En la ocasión previa, uno de los disparos alcanzó y mató en el patio a Héctor René Góngora, de 32 años.
Por las restricciones de la pandemia, sólo los parientes más cercanos asistieron al sepelio de Leguizamón. Cuando salían de la necrópolis, a las 11.30, escucharon los disparos que arreciaron en la calle. Un proyectil dejó gravemente herido a Leandro Ezequiel R., pareja de una prima del joven fallecido. Un balazo ingresó por la sien izquierda y salió por el parietal derecho del albañil de 27 años. Al recuperarse, dijo que reconoció entre los atacantes a “Leíto”, un chico de su barrio al que definió como “un soldadito del Morocho M.” un vendedor de drogas que lo acusaba del robo de un búnker, lo había amenazado de muerte y había tenido problemas con su primo Leguizamón.
Según la reconstrucción fiscal, H. es quien ese día iba al mando del auto Fiat Punto con un menor de edad al que le dicen “Leíto”, Gonzalo M. (también detenido por el crimen de crimen de Leguizamón) y un tercer ocupante aún no identificado. Uno de ellos es quien disparó, primero en la calle y luego desde el auto. Uno de esos disparos impactó en el parabrisas de una Renault Kangoo gris del padre de Leguizamón y otro en una Ford Eco Sport blanca del director de La Piedad.
La balacera dejó 22 vainas, tres cartuchos calibre 3.80 y esquirlas esparcidas a ambos lados de la avenida. Hubo quienes hablaron de un enfrentamiento. Entre los testigos está un florista que esa mañana vio cuando el auto de los atacantes estacionaba a unos quince metros de su local. “Se bajó un muchacho. Estaba sentado en el asiento del acompañante. Era un autor gris, no pude ver bien qué marca, me pareció que era un Fiat Punto. El chico se acercó hacia la florería y me pidió un clavel rojo”, contó el comerciante.
“Tenía puesto un barbijo, una gorra con visera, y la capucha del buzo. Cuando me pagó trataba de no mirarme de frente, como para que no le vea la cara. Me daba la plata de costado, eso me llamó la atención”, detalló. El joven caminó hacia la entrada del cementerio y luego retrocedió en dirección al auto. ”Yo me puse a leer el diario cuando se empezaron a escuchar unos tiros”, contó el florista, quien fue golpeado por una esquirla de bala en la cintura.
El auto se fue por 27 de Febrero hacia el oeste. A los diez minutos sus ocupantes emprendieron a tiros una vez más en la esquina de Rivarola y Anderson. Cuatro disparos impactaron en el zócalo derecho, el baúl y una cubierta del Fiat Punto de un operario industrial que estaba detenido en el semáforo. También fueron dañados los parabrisas de un Renault Sandero y un Ford Ranger estacionados frente al centro de salud Santa María Rosello. Por esta secuencia, H. fue imputado como partícipe de cinco hechos de daño y dos de abuso de armas.
Poco después, a las 12.30, un puestero vio adentrarse el Punto gris con la luneta rota y los vidrios bajos por Camino de los indios y Estudiante Aguilar. “Entró al campo a toda velocidad y cuando frenó se bajaron tres sujetos, parecían ser gente joven. Salieron corriendo y se iban sacando la ropa para el lado del Santa Lucía”, contó a la policía. El auto había sido robado cinco días antes de Avellaneda al 700 y por eso H. también fue acusado encubrimiento. El acta de secuestro del vehículo da cuenta del hallazgo de una vaina sobre el asiento de acompañante y otra al costado, “como así también de un clavel rojo”. El auto tenía un orificio en el paragolpes trasero. En el espejo retrovisor interno se recuperó una huella que resultó ser del pulgar derecho del acusado.
La siguiente escena fue descripta por un testigo de identidad reservada que dijo haber visto aquel mediodía a H. y a otros tres muchachos _que según dijo responden a una vendedora de drogas de la zona_ tomando vino y gaseosa en las vías aledañas al barrio Santa Lucía. Dijo que les escuchó comentar que “por poco los agarra la policía” y que “faltaba poco para eliminar a todos”.