El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires abre sus puertas a una exposición que propone volver a mirar a uno de los nombres significativos del arte argentino del siglo XX: Fernando Maza (1936-2017).
Curada por Pablo De Monte, la exposición propone volver a mirar la obra de un creador fundamental del siglo XX. Que está atravesada por la ausencia del cuerpo humano.

El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires abre sus puertas a una exposición que propone volver a mirar a uno de los nombres significativos del arte argentino del siglo XX: Fernando Maza (1936-2017).
La muestra, curada por Pablo De Monte, reúne piezas provenientes de la familia del artista y de la Fundación Angélica Zapata. Abarca una trayectoria que se movió entre Buenos Aires, Nueva York, Londres y finalmente Francia.
"En las obras de Maza, los símbolos se despliegan como personajes misteriosos. Enigmáticas e inquietantes, sus imágenes vuelven inestables los significados, los códigos de la percepción y las coordenadas espaciales con las que aprehendemos la realidad", señaló el director del museo, Andrés Duprat.
Y añadió: "signos alfabéticos y numéricos presentados como bellas formas gráficas, construcciones arquitectónicas fragmentadas o reducidas a algunos de sus componentes mínimos adquieren una dimensión sobrehumana".
Para Pablo De Monte, el eje de esta exposición está en lo que falta. "La ausencia del cuerpo humano es una constante en la obra de Maza, y esta omisión se convierte en una de sus claves expresivas", indicó.
"Sin embargo -agregó- la ausencia se transforma en presencia, lo humano se manifiesta de forma metafórica: en las construcciones inconclusas, en los objetos enigmáticos y en los signos que prometen una narrativa que no termina de formarse".
El curador subrayó que "todos los objetos llevan impregnadas las huellas de lo humano, ellas (las cosas) son una extensión del cuerpo que las fabricó y las instaló allí".
"El indicio más contundente de lo humano emerge en el propio objeto pictórico: en los bordes redondeados de los cuadros, en los horizontes infinitos que se despliegan y, sobre todo, en los enigmas visuales", remarcó.
Nacido en Buenos Aires en 1936, Maza creció en una familia de arquitectos y desde temprano se inclinó por el arte, formándose en el taller de Raúl Podestá. Fue cofundador del Grupo Informalista argentino en 1959, junto a figuras como Alberto Greco, Kenneth Kemble, Silvia Torras y Clorindo Testa.
Su carrera lo llevó a exhibir en las galerías Rubbers, Van Riel y Bonino, y a representar a la Argentina en la Bienal de San Pablo y la Bienal de Venecia. También participó del Premio Di Tella, obtuvo el Premio Palanza y el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas.
Vivió en Nueva York, Londres y finalmente cerca de París, donde desarrolló sus últimas obras. Fue becado por la Unión Panamericana y la Fundación Guggenheim. El recuerdo de sus colegas habla del vínculo humano detrás de la obra. Yuyo Noé, en Página/12, evocó su amistad cuando Maza murió, en el año 2017.
Escribió: "me vino entonces a la memoria toda una vida de entrelazamiento común que comenzaba en el Colegio Nacional Sarmiento cuando yo, como estudiante de quinto año fui en alguna ocasión celador del segundo año dónde estabas vos".
La obra de Maza también despertó lecturas más poéticas. La crítica Alicia Dalterio escribió que "los anhelos profundos suelen descubrir cauces de manifestación más allá de cualquier limitación circunstancial. No es ajena a esta pulsión la obra de Fernando Maza".
Para Dalterio, el trabajo del artista "fluye entre texturas que cuentan el lugar secreto de la naciente de un humedal de aguafuertes y aguatintas. Saberes silentes hechos textura y caja volumétrica para sostener una cuenta sin otro número más que uno mismo".
"Fernando Maza: La construcción de la pintura" se podrá visitar en el primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 23 de noviembre, antes de iniciar una itinerancia federal que la llevará a Córdoba y a Mar del Plata.
En paralelo, el Bellas Artes también inaugura la muestra "Carlos Gorriarena. Retrato de un momento", dedicada al centenario de otro de los grandes referentes de la pintura argentina contemporánea.
La obra de Maza es una invitación a demorarse en lo indecible: símbolos, signos y objetos que parecen fragmentos de un lenguaje secreto. En ellos, como señaló De Monte, late la presencia de lo humano en su forma más elusiva.




