El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires alberga en estos días la muestra que lleva por título "Federico Brook. Entre Roma y Latinoamérica".
La exposición. realizada en el Museo Nacional de Bellas Artes, incluye un recorrido de 60 años en los que el artista imaginó el arte como un tránsito entre lo intangible y lo concreto.

El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires alberga en estos días la muestra que lleva por título "Federico Brook. Entre Roma y Latinoamérica".
Incluye esculturas, dibujos, collages, obras gráficas y joyas que intentan resumir, si eso fuera posible, seis décadas de trabajo de un creador singular que trató de dialogar a la vez con las vanguardias europeas y con las raíces latinoamericanas.
Lejos de la impronta de una retrospectiva tradicional, la exposición propone más bien una "inmersión" en un camino vital y estético, un recorrido que oscila entre dos geografías y dos sensibilidades, complementarias pero muy diferentes.
"Hay un juego entre la caprichosa levedad de la nube y la solidez de la piedra: un juego que deriva en tensiones formales y en algo que sí es común a la escultura y a la naturaleza: vivir y expandirse en un espacio concreto", escribió Brook.
La frase, que acompaña el recorrido en el Bellas Artes, sirve para entender su búsqueda, que pasa por hacer del arte un territorio en el que lo intangible y lo sólido conviven.
Federico Brook, nacido en 1933, sintetizó en una imagen simple, inasible (la nube) una de las búsquedas más persistentes de su carrera.
Ya en los años 70 recortaba siluetas en acero inoxidable para obras como "Nube libre" y "Nube en jaula", donde el vacío se oponía a la forma y la metáfora dialogaba con la censura y la represión que asfixiaba a América Latina.
"Etéreas e inasibles, las nubes sintetizaron su madurez técnica y sensible. Fueron las formas materiales y simbólicas que dieron vuelo a la imaginación y a la fantasía, a los desafíos y a los ideales de este artista de su tiempo”, explicó la curadora María Cristina Rossi.
El director del museo, Andrés Duprat, afirmó que "Brook ensayó un repertorio amplio de lenguajes y materiales: trabajos de inspiración informalista, esculturas geométricas y móviles, y una serie de objetos que llamó ‘nubes’".
Aunque muchos lo reconozcan sobre todo como escultor, Brook comenzó como pintor. Graduado de profesor nacional, se inició en los lenguajes de la tela y el pigmento antes de volcarse a la tridimensionalidad.
El crítico santafesino Jorge Taverna Irigoyen afirmó sobre él que "su pintura parte de una materia trabajada casi mineralmente, entre tramas, y frottages, entre impresiones collagistas y monotipos, que convoca a lo háptico".
En Roma, donde se instaló tras completar su formación, trabajó con la roca de peperino extraída de canteras cercanas. Sobre esas superficies incrustó metales, soldó hierros y levantó estructuras que remitían a una impronta constructiva de raíz precolombina.
"Desde su juventud, Brook tendió puentes entre el continente americano y el europeo. Tras formarse en Buenos Aires y en Roma, desarrolló una sensibilidad informalista con la que interpretó el universo simbólico de la era espacial", destacó Rossi.
Brook ensayó materiales y lenguajes como quien cambia de instrumento en una misma partitura: esculturas geométricas y móviles que invitan al espectador a manipularlas, piezas cósmicas encapsuladas en acrílico que giran sobre su eje y joyas que reproducen la forma de una nube.
"En su carrera, Brook ha transitado en paralelo diversos universos conceptuales y coordenadas geográficas. Artista situado tanto en América Latina como en Italia, ensayó un repertorio amplio de lenguajes y materiales", subrayó Duprat.
Y agregó que "esta muestra explora y pone en relación gran parte del universo creativo de Brook, desarrollado en el tránsito entre Latinoamérica y Roma. La propuesta curatorial hace foco, además, en uno de los aspectos centrales de sus reflexiones: el interés por integrar su obra escultórica en la arquitectura y el espacio público".
Ese interés está registrado en el video de la realizadora Paola Sangiovanni, presentado dentro de la exposición, que documenta cómo Brook imagina la escultura como parte del entorno, en diálogo con la ciudad y sus habitantes.
Brook fue, además de artista, un gran articulador cultural. En los 70 asumió funciones en la Casa Argentina en Roma y en el Istituto Italo-Latinoamericano, desde donde impulsó proyectos de música, literatura, cine y artes visuales, además de ejercer como curador de los envíos argentinos a la Bienal de Venecia.
Esa labor diplomática contribuyó a los lazos ítalo-argentinos y amplió la circulación del arte latinoamericano en Europa. Hoy, con la muestra en el Bellas Artes, se redimensiona esa faceta.




