Para una relectura sólida de una trayectoria artística no suelen hacer falta grandes iniciativas institucionales. A veces, basta con decisiones curatoriales imprevistas. Un ejemplo es la que realizó, a fines de 1974, el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez al dedicar una muestra retrospectiva a Gertrudis Chale.
Esa decisión, a dos décadas de su muerte, fue acertada. "Es extraño y resulta difícil comprenderlo; pero, lo cierto es que a pesar de la gran fuerza sustentada por nuestra tierra, sus gentes y sus símbolos, pocos artistas argentinos han concurrido a su tratamiento en hondura", destacó El Litoral.
Esa afirmación daba cuenta de una problemática en algún punto inexplicable, como la falta de continuidad en una tradición artística ligada al territorio, más allá de lo costumbrista. Y, al mismo tiempo, señalaba la rareza de Chale.
Archivo¿En qué sentido se aludía a su singularidad? A que era nacida en Europa y a pesar de ser extranjera, había logrado captar "gran parte de las vibraciones de este continente de sangre india", siempre según El Litoral.
De modo que esa exposición santafesina funcionó como punto de inflexión, en tanto permitió revisar su obra bajo otra luz y consolidar su presencia en una genealogía del arte argentino que, hasta ese entonces, aparecía incompleta.
El trayecto europeo antes de América
Para entender cabalmente la muestra de 1974, es indispensable reconstruir el recorrido que trajo a Chale desde la Europa de entreguerras hasta América del Sur.
Archivo El LitoralSegún Julia Ariza, en un texto del sitio del Museo Nacional de Bellas Artes, Chale nació en la Viena de fin del siglo XIX, se formó en la Escuela de Artes y Oficios de esa ciudad y más tarde en Munich y Ginebra.
Su vida europea estuvo marcada por el movimiento. Viajó "disfrazada de muchacho", posiblemente para poder hacerlo con una libertad mayor a la que le hubiera dado su condición de mujer en tiempos en que el género era una limitación.
Residió en París y trabajó en diseño publicitario. A principios de los años 30 se trasladó a España, donde descubrió, según Ariza, "el paisaje como 'cosa pintable'", una percepción que definió su paleta y su manera de mirar.
Museo RalliEn 1933 tomó una decisión drástica: abandonó Europa ante el avance del fascismo. Llegó a la Argentina en 1934 y si bien se vinculó con figuras centrales de la modernidad artística, eligió instalarse en Quilmes, distrito industrial del sur bonaerense.
Allí comenzó a trabajar el suburbio como materia plástica. "Sus calles, viviendas y habitantes se convierten en elementos plásticos", señala Ariza. Chale veía un valor estético allí donde la mirada dominante hallaba marginalidad.
Transformaciones estéticas
El recorrido estilístico de Chale fue coherente en todas sus variaciones. Silvia Sánchez Ruiz, del Museo Ralli de Marbella, explica que su formación en París dejó marcas muy claras.
Colección privada"Con un inicio cubista, movimiento que conoció en París, pronto su lenguaje se perfiló a base de colores pasteles contrastados con fuertes colores primarios, escenas y paisajes con perspectiva", afirma.
También destaca que, en las Islas Baleares, "las obras (de la artista) destacan por su colorido" y por la atención dedicada a "las mujeres ataviadas con ropas típicas denominadas payesas".
Su llegada a la Argentina implicó, no obstante, un giro. "Su obra se aleja de los elementos narrativos, aunque continúa centrada en la representación de paisajes y de personajes rurales u originarios".
Archivo El LitoralLa identificación fue inmediata. Según Sánchez Ruiz, "Chale se sintió profundamente atraída por el mundo rural y suburbano que los nativos indígenas habitaban".
La transición cromática fue una de las manifestaciones de ese cambio. "El empleo de colores primarios, ocres y grisáceos, se volverá más austero a medida que se adentra en el altiplano", explica la especialista.
Esa austeridad derivó en una atmósfera que caracterizó su obra de los 40. "Tras su primer viaje por la zona del altiplano argentino la pintura de Chale se transforma con una paleta cromática menos variada, que contribuye a la atmósfera surreal y atemporal".
Obras como "Paisaje con figuras" y "Figura" (ambas de 1945) son ejemplos directos de este proceso. También participó del movimiento muralista que tomó fuerza en Buenos Aires entre las décadas del 40 y del 50.
Museo Nacional de Bellas ArtesSánchez Ruiz señala que una de sus últimas obras fue el mural "Mercado y fiesta" (1954), realizado en la Galería Santa Fe y acompañado de numerosos bocetos y versiones preparatorias.
Ese mismo año, murió en La Rioja por un accidente aéreo. Su trayectoria, sin embargo, ya había atravesado buena parte del continente.
La lectura santafesina de 1974
La columna de El Litoral publicada el 3 de diciembre de 1974 y firmada por Jorge Taverna Irigoyen, subrayaba que "el país como connotación humana ha quedado así un tanto 'demorado' en lo que a penetración creadora se refiere".
Y al colocar a Chale junto a figuras como Gómez Cornet, Policastro, Gambartes o Carybé, el crítico santafesino la inscribía dentro de una línea de artistas (cabe indicar, todos varones) que habían dado "nueva vida" al llamado de la tierra.
Museo Nacional de Bellas ArtesSegún la nota, Chale contaba con "una sensibilidad particularmente refinada" que le permitió "entrar en el misterio americano". Tal vez esa mirada era la de una europea que se dejó llevar por los arcanos paisajes sudamericanos.
Esa capacidad se tradujo en una lectura del territorio como un entramado de símbolos, tradiciones y acciones cotidianas que, lejos de ser exotizados, eran incorporados desde una mirada respetuosa y analítica.
La muestra del Rosa Galisteo exhibió principalmente obras centradas en el Altiplano. El texto periodístico las describía como cartones de "dibujo simple y, sin embargo, firme", donde "formas a veces planas y fondos quebrados" generaban un sentido de "profunda comunicatividad".
El énfasis estaba puesto en los sujetos representados: "rostros, casas humildes, horizontes infinitos". Para Taverna, "de esas figuras emerge un vivo sentido de hermandad americana, de fe y de amor por lo nuestro".
Museo Nacional de Bellas ArtesUna revisión que sigue activa
La muestra de 1974 funcionó como punto de partida para una relectura más amplia: la de una artista que atravesó migraciones, tensiones políticas y transformaciones estéticas. Y encontró en América, en sus territorios, sus pueblos y sus lenguajes visuales, un marco para encauzar su obra.
Al releer su trayectoria desde Santa Fe, cobra sentido la observación de El Litoral: Chale representó algo que el arte argentino tardó en formular con continuidad, un modo de mirar el territorio desde su densidad simbólica y humana.
Su figuración silenciosa, su paleta austera y su atención al mundo rural e indígena siguen planteando preguntas sobre cómo se construyen las representaciones del continente.
Cabe cerrar con unas palabras de Taverna Irigoyen: "a través de esas figuras de Gertrudis Chale, de esas gentes pardas, emerge un vivo sentido de hermandad americana, de fe y de amor por lo nuestro, de testimonio total".