Escribió el poeta chileno Pablo Neruda: "El pájaro ha venido a dar la luz: de cada trino suyo, nace el agua. Y entre agua y luz que el aire desarrollan ya está la primavera inaugurada, ya sabe la semilla que ha crecido, la raíz se retrata en la corola, se abren por fin los párpados del polen. Todo lo hizo un pájaro sencillo desde una rama verde".
La primavera fue siempre territorio fértil para el arte, en todas sus ramificaciones. El renacer de la naturaleza, la irrupción de los colores y la metáfora de la vida que vuelve a florecer inspiraron a creadores de distintas épocas y geografías.
Desde las alegorías clásicas hasta los retratos modernos, la estación más vital del año se hizo imagen. En las cinco obras que recorrerá este artículo, hay diferentes miradas sobre un mismo misterio: la belleza del comienzo.
Alegoría para un palacio
Entre 1805 y 1806, Mariano Salvador Maella pintó su "Primavera", concebida como parte de la serie Las Cuatro Estaciones, posiblemente encargada por Carlos IV para el Gabinete de Platino en Aranjuez.
La primavera según Maella. Foto: Museo del PradoEl Museo Nacional del Prado sostiene que Maella eligió representar a Flora, diosa de la fertilidad y las flores. La elección es comprensible: en la corte ilustrada, la primavera era un símbolo del orden natural y del equilibrio.
Maella fue pintor, grabador e ilustrador del siglo XVIII, formado en la Academia de San Fernando. Su trazo refinado, de ascendencia clásica, logra en esta obra un balance entre solemnidad y frescura, un retrato de la vida que brota, pensado para un palacio.
La mirada argentina
En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires descansa una de las piezas más sugestivas del naturalismo argentino: "Primavera" de Eduardo Sívori. El óleo sobre tela contiene la sensibilidad de un artista pionero.
La obra de Sívori. Foto: Museo Nacional de Bellas ArtesSívori (1847-1918), contemporáneo de Prilidiano Pueyrredón, supo dotar de carácter propio a la pintura argentina. "Primavera corresponde a una época que buscaba identidad en el arte".
La metamorfosis de las flores
Entre los trabajos compuestos por Giuseppe Arcimboldo (1527–1593) , hay uno muy célebre: su "Primavera" (1563-1573). Descansa en el Louvre y es un rostro creado a partir de flores, hojas y ramas.
El historiador Jean Dubreil observa que "el rostro está rodeado por una colorida variedad de flores, que representan la llegada de la primavera y la renovación de la vida después de los largos meses de invierno".
El rostro creado por Archimboldo. Foto: Museo del LouvreArcimboldo, admirado siglos después por surrealistas como Magritte o Dalí, creó con esta obra un ícono de la metamorfosis: el ser humano y la naturaleza en un mismo cuerpo.
La primavera parisina
En el Salón de París de 1882, Édouard Manet presentó "Primavera", su último gran éxito antes de morir. La obra retrata a Jeanne Demarsy, actriz, envuelta en un vestido con motivos florales y sosteniendo una sombrilla, rodeada de vegetación.
La crítica celebró la gracia de la modelo, pero también la pincelada suelta y elegante. La obra mezcla modernidad y tradición es un retrato de moda y a la vez una evocación renacentista.
Demarsy por Manet. Foto: J. Paul Getty Museum de Los ÁngelesEl genio de Manet pasa por asir el espíritu de su tiempo en imágenes sencillas, que esconden un trasfondo de sensualidad y vitalidad, propias de la estación. Está expuesto en el J. Paul Getty Museum de Los Ángeles.
La vida según Paul Klee
En 1925, Paul Klee pintó "Arbustos en la primavera", una obra donde la estación aparece de manera abstracta. La misma se encuentra en el Von der Heydt-Museum. Formado entre viajes y rechazos académicos, Klee buscó un lenguaje propio.
El Museo Thyssen-Bornemisza indica "Klee es un artista imposible de asignar a una tendencia clara. Su obra osciló entre la abstracción geométrica y el surrealismo". Eso es ostensible en esta obra.
Obra de Paul Klee. Foto: Von der Heydt-MuseumEn este cuadro, la primavera se anuncia en formas mínimas, filigranas de color que sugieren brotes. No hay figuras humanas ni alegorías explícitas, sino la certeza de que la vida está presente en lo más pequeño.