Hay pintores cuya vida apenas aparece dentro de su obra como un susurro. Otros (son la minoría) encienden la materia sobre la cual les toca trabajar con el fruto, dulce o amargo, de su experiencia. Amedeo Modigliani fue de estos últimos.
Sus figuras femeninas desarmaron a la crítica y escandalizaron a París. Hoy, las pinturas de Modigliani se leen como actos de exposición íntima más que de provocación.

Hay pintores cuya vida apenas aparece dentro de su obra como un susurro. Otros (son la minoría) encienden la materia sobre la cual les toca trabajar con el fruto, dulce o amargo, de su experiencia. Amedeo Modigliani fue de estos últimos.
Hoy, en el aniversario de su nacimiento, que aconteció el 10 de julio de 1884, recordarlo es remitirse a sus rostros alargados y melancólicos. Pero también a la sensualidad desolada que habitó sus desnudos femeninos.
Habría que entenderlos como una forma íntima de resistencia. En los años de la posguerra, mientras la pintura europea se debatía entre las vanguardias, Modigliani se obstinó en mirar el cuerpo y lo pintó tendido, herido, abierto.
Miguel Calvo Santos lo explica con lucidez. "Sus mujeres desnudas suelen estar recostadas, y adquieren un erótico protagonismo esas líneas onduladas y los característicos cuellos alargados, además de esos ojos perdidos".
Nacido en Livorno, en el seno de una familia judía arruinada, su vida fue desde el comienzo una acumulación de fragilidades: fiebres infantiles, pobreza crónica, desarraigo.
A los catorce años contrajo tuberculosis, enfermedad que lo acompañaría hasta la muerte. Pero también la dolencia física se filtró en su estética: la palidez de la piel, los cuerpos lánguidos, el erotismo moroso.
Desde el Museo Van Gogh, donde se conserva una de sus piezas, se destaca lo siguiente: "la figura femenina en esta pintura se presenta con proporciones estilizadas y alargadas, lo que le confiere una elegancia y sensualidad únicas".
Entre los desnudos de Modigliani, sobresale "Desnudo acostado", que Margarita Lázaro describe así: "Aunque no fue el único de los desnudos hechos por el pintor bohemio, se trata del más desinhibido por la postura de la modelo, que muestra su cuerpo acostado y con las piernas y brazos abiertos".
Modigliani había encontrado en esos cuerpos una forma de desafío estético y moral. No hay voyeurismo en sus obras: hay exposición y vulnerabilidad. Las líneas suaves y fluidas, como señala la página del Museo Van Gogh, "definen el contorno del cuerpo, destacando su forma y creando una sensación de movimiento y gracia".
Modigliani murió el 24 de enero de 1920, en una buhardilla parisina, devastado por la tuberculosis y la miseria. Tenía 35 años. Su pareja, Jeanne Hébuterne, embarazada, se arrojó por una ventana al día siguiente.
Sus obras, que en vida no lograban pagar el alquiler, comenzaron a cotizar. Pero sus mujeres siguen habitando la tela con la misma intimidad. Como señala el Museo Van Gogh: "Modigliani utiliza una paleta de colores cálidos y terrosos, con rojos, marrones y tonos de piel que aportan una sensación de intimidad y calidez a la escena".
Un dato de color para cerrar: en 1962 se presentó en Santa Fe un conjunto de obras del Instituto Di Tella, una de las colecciones particulares más valiosas de nuestro país. Allí, entre obras de muchos artistas, se presentó una de Modigliani.




