Los especialistas afirman que la Cría Bovina Intensiva (CBI) siempre fue negocio, pero desde que los precios de los granos retrocedieron, y con ello la rentabilidad agrícola, la actividad se hizo mucho más atractiva, incluso donde pueden conseguirse los mayores rendimientos de granos por hectárea.
“Hoy con la CBI en campo agrícola estamos con márgenes brutos muy superiores a los u$s1.000 por hectárea, llegando a 1.400 y 1.500 para quien aplica todo: con alta carga, tecnología y producción; contra u$s200 o u$s300 de la agricultura en el mejor de los casos”, sintetizó el médico veterinario Martín Correa Luna del INTA Venado Tuerto.
Por este motivo, el referente mencionó que la cantidad de consultas que recibe -también desde países vecinos como Brasil y Uruguay- superó sus expectativas últimamente y remarcó la importancia de un planteo eficiente, centrado en una alta carga animal, factor “no negociable” para garantizar el negocio.
Múltiples beneficios
Pertinaz promotor de la técnica, Correa Luna define a la CBI como un sistema de producción agropecuario mixto, implementado en campos de buena aptitud agrícola, en el cual la cría bovina se realiza con un manejo intensificado en todos sus aspectos (salud animal, nutrición, genética, etc.). La alimentación es básicamente pastoril sobre pasturas consociadas base alfalfa. El manejo del pastoreo (asignación forrajera y descansos de la pastura) pasa a ser de fundamental importancia, asegurando así el forraje necesario para poder mantener muchas cabezas por hectárea (5 vacas/ha) durante la vida útil de la pastura. Esta carga se mantiene en lactancia-servicio (primavera-verano) y durante el período de vaca seca (otoño-invierno) las madres pastorean los rastrojos.
Para poder soportar altas cargas en este sistema, las pasturas deben ser implantadas en suelos fértiles posibilitando así buena productividad forrajera. Si se consideran las dos actividades (agrícola y ganadera) ambas se ven más beneficiadas con estas alfalfas consociadas con gramíneas templadas, debido a que proporcionan un forraje más equilibrado en su composición química para las vacas, reduciendo los riesgos de empaste y de pérdidas por excesiva humedad o sequía.
Por otro lado, en la rotación del campo, este ciclo pastoril aporta materia orgánica y fertilidad química al suelo para el siguiente período agrícola. “La gran complementación que se logra en este sistema, es que durante el momento de menores requerimientos nutritivos de las vacas (vaca seca), están disponibles los residuos de cosecha o rastrojos que son un excelente recurso para esta categoría”, explicó el técnico.
En los campos de mayor aptitud agrícola, dentro la rotación de los cultivos -en agricultura continua- se vuelve a plantear los beneficios de incluir ciclos de pasturas no solo para mejorar así las condiciones del suelo sino para ejercer un mejor control sobre ciertas plagas, aún en aquellos casos de labranza cero o conservacionistas. A su vez, las deyecciones de los animales y las raíces de las pasturas mejoran las condiciones físicas y químicas del suelo (estructura y nitrógeno), mientras los cultivos agrícolas aportan gratuitamente los residuos de cosecha (rastrojos) a las vacas, que aprovechan eficazmente este recurso produciendo carne, ahorrándose en este sistema el uso de herbicidas para el control de malezas invernales o el “barbecho químico”.
Números que mandan
El veterinario del INTA Venado Tuerto afirmó que hoy es clara la relación de precios entre agricultura y ganadería. “El ternero tiene un precio que nunca en el vida tuvo, nunca existió u$s 2 o 3 y esto ya se sostiene en los últimos 5 años, lo cual habla de una tendencia a mantenerse en muy buenos precios”.
El atractivo es fuerte, por lo que las consultas arrecian. “La gente se fija mucho en el precio como indicador para volver a la actividad”, relató, pero aclaró que es el valor de la hacienda es uno de los indicadores; “para mi no es el más fuerte, pero para la gente sí”. Lógicamente, genera mucha expectativa. “Tenemos muchas más consultas, tengo ahora un ritmo pedido de charlas mucho más intenso del que esperaba”, incluso desde Brasil y Uruguay.
Ante la beneficiosa ecuación frente a la agricultura, Correa Luna afirmó que la ganadería en general está en el foco de los inversores. Pero si bien el interés es claro, hay diversidad de actores buscando la manera de ingresar al sistema. “Los que tienen hacienda están guardando más terneras para agrandar los rodeos, pero para los que están afuera y no han mantenido las estructuras de producción, es muy difícil la vuelta a la ganadería”. Por otra parte también existen inversores externos al agro que ven el negocio “y se están volcando a invertir en ganadería”.
Sobre la técnica de CBI en particular, aseguró que existe interés. Por ejemplo se están armando nuevos grupos de Cambio Rural con gente que “está entrando al sistema”. Si bien no es muy numeroso, se percibe en el ambiente que hay una mayor atracción.
Y es que los números mandan con claridad. “Hoy practicando CBI en campo agrícola estamos con márgenes brutos muy superiores a los u$s1.000, llegando a 1.400 y 1.500 para quien aplica todo: con alta carga, tecnología y producción; contra u$s200 o u$s300 de la agricultura en el mejor de los casos”, aseguró el experto.
Esta especie de “ganadería intensiva” es diferente de la convencional. En general, los productores más tradicionales tienen planteos muy extensivos en los cuales si la producción es baja y aumenta mucho el precio de la hacienda “aumenta mucho el margen de algo muy chico, no mueve la aguja”. En cambio, en CBI con más de 1.000 kg de carne por hectárea, “si el precio es alto, incide tremendamente”. Pero lo que más incide, en su opinión, es “la alta producción, y ni hablar a bajos costos relativos”.
Invertir para ganar
Correa Luna recordó que entre 2000 y 2010 el precio del ternero llegó a pesos actuales y “era muy mal precio”; aún así hubo productores que se volcaron a CBI “porque al aumentar la productividad el negocio era redondo, comparable a una soja o maíz”. Obviamente, con los valores actuales, “hoy en día es muy superior”.
Aún así, “a la gente le cuesta verlo”. Por eso en INTA disponen de un campo demostrativo, donde “permanentemente” reciben interesados desde cooperativas, universidades, grupos CREA o Cambio Rural, e incluso desde otros países. “En general son ganaderos, que hacen mejor o peor las cosas, pero llegan y no lo pueden creer, salen muy asombrados por cómo funciona el sistema cuando lo ve”.
El promotor de la técnica indicó que “uno de los pilares más fuertes es hacer mucho pasto “y si es posible bueno”, por ejemplo alfalfa, y comerlo todo. Eso, explicó, “significa no reservar nada para el invierno” porque para hacer eso hay que bajar la carga animal y “es algo que no se puede negociar, si toco eso se modifica la rentabilidad enseguida, sea cual sea el precio”, ya que el objetivo es tener la máxima producción de terneros por hectárea.
Pero al consumir todo en primavera, va a faltar comida en el invierno. Y el profesional anima a los productores a hacer cuentas para considerar la compra de alimento afuera (rollos o granos). “Van a ver que el número les da perfectamente, ahora más que nunca por la relación entre granos y carne, pero siempre da”.
Finalmente, aseguró que “la gente se acostumbra a que a la vaca no hay que darle de comer; pero es un negocio chico que en un momento se pincha; para hacer uno grande hay que animarse a meterle; y no es gasto, es inversión”.


































