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El debut de Daniel Passarella

A 50 años de una frase que lo caracteriza: "Hay que ver si usted se anima a ponerme"

El 23 de enero de 1974, Pipo Rossi, DT de River, le preguntó al joven de 20 años, si se animaba a jugar contra Boca el amistoso de verano en Mar del Plata, recibiendo la tajante respuesta del futuro capitán de la Selección argentina campeona del mundo en 1978.

A 50 años de una frase que lo caracteriza: "Hay que ver si usted se anima a ponerme"A 50 años de una frase que lo caracteriza: "Hay que ver si usted se anima a ponerme"

Martes 23.1.2024
 10:17
Redacción EL
Redacción EL
|

Hace ya medio siglo, en un Superclásico de pretemporada jugado en el Estadio General San Martín de Mar del Plata, debutó en River un veinteañero lateral izquierdo que menos de un lustro después sería capitán de la selección argentina en el Mundial 78: Daniel Alberto Passarella.

Fue de forma repentina, como suelen suceder tantas cosas en la vida en general y en los deportes en particular: hasta esa noche Passarella era un desconocido que obligó a los relatores de las radios a pedir más de una vez la confirmación de su apellido.

Néstor "Pipo" Rossi se había convertido en el director técnico de River en sustitución del brasileño Delem y había recibido muy buenas referencias de parte del tucumano Raúl Hernández, destacado formador de las Divisiones Menores de River.

Palabras más, palabras menos, Hernández dijo a Rossi: "Ojo que llegó un pibe de Chacabuco que el año pasado la rompió en la C, en Sarmiento. Tiene unas condiciones bárbaras".

Un pibe en Primera. El equipo de Argentino, campeón en Chacabuco. El primero de la izquierda, parado, es Daniel Passarella. Era el año 1969.

En efecto: nacido el 25 de mayo de 1953, en Chacabuco, Passarella no había tenido mayor suerte en varias pruebas en clubes de Primera División, pero después de un gran 1973 con la camiseta de Sarmiento de Junín, el destino lo había premiado con el fichaje de un grande como River.

A pocas horas del Superclásico jugado en Mar del Plata el 23 de enero de 1974, Rossi jugó una carta motivadora y le preguntó al chiquilín Passarella:

-¿Se anima a debutar contra Boca?

-Yo me animo. Hay que ver si usted se anima a ponerme.

Y así fue: Rossi puso a Passarella como titular como lateral izquierdo, el debutante cumplió en un reñido mano a mano con el endiablado wing correntino Héctor Ramón "Mané" Ponce y ese amistoso por la Copa Centenario de Mar del Plata terminó 0 a 0.

Sus compañeros fueron Perico Pérez, el uruguayo Jáuregui, Zuccarini, Carranza, Mecca, Mastrángelo, Juan José López, Carlos Morete, Carlos Avanzi y Jorge Ghiso.

Passarella era un desconocido que obligó a los relatores de las radios a pedir más de una vez la confirmación de su apellido.

El domingo 14 de abril de ese 1974 se consumaría el debut de Passarella en partidos oficiales, cuando entró en reemplazo de Héctor "Gorrión" López en la derrota por 1-0 que River sufrió a manos de Rosario Central en Arroyito.

A partir de 1975 se consolidó como segundo marcador central de la mano de Ángel Labruna y todo lo demás en la vida futbolística de Passarella es archisabido.

En River jugó 298 partidos y convirtió 99 goles; entre 1982 y 1986 jugó el Fiorentina (39 goles); entre 1986 y 1988 jugó en Internazionale de Milán (15 goles) y se retiró jugando para River después de un Superclásico con victoria de 2-1 el 27 de julio de 1989.

Passarella es el único jugador que con la casaca albiceleste ganó dos Mundiales (titular en los siete partidos del 78 e integró el plantel del 86), acumuló 70 presencias y 23 goles y se lo considera el mejor defensor de la rica historia del fútbol nacional.

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Por si fuera poco, es el segundo defensor anotador de todos los tiempos, con 175, por detrás del neerlandés Ronald Koeman, con 253.

Pero hay otra historia que no se conoce tanto, y es la que se relata a continuación:

Le decían Mocho. Todos en Chacabuco lo llamaban así, sin que hoy sea posible descubrir la raíz del apodo. Como si lo hubieran olvidado. Como si la fama del propietario, habitante de la cúspide del fútbol, fuera demasiado grande y no pudiera ocuparse de la pequeñez de un sobrenombre pueblerino.

Le decían Mocho. ¿Quién era entonces? El flaquito del pelo duro y corto, zurdo a la fuerza por ese accidente en la pierna derecha cuando andaba por los seis o siete años, el terror de las vecinas, idólatra de Rojitas y Karadagián, hincha de Boca como toda su familia. ¿Y qué más? No mucho. La escuela primaria, la bicicleta a toda velocidad detrás de los camiones, y la pelota, cada día y hasta la noche la pelota, pasión, vocación, obsesión.

Era hijo único de don Vicente Uberto, capataz de corralón, futbolero de alma, y de doña Élida, ama de casa y "víctima" de sus travesuras. Vivía sobre una calle sin asfalto a diez cuadras de la plaza pero a tres, solamente, de la canchita de Argentino, donde empezó jugando de wing izquierdo.

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Era el más vago del barrio. Le decían Mocho.

Carmelo Spataro es un veterano buceador de cracks con una perla en su récord: Daniel Alberto Passarella.

—Conmigo el asunto no fue fácil porque mi viejo era delegado de Racing, así que un día se apareció por casa con mi tío Edmundo para tratar de convencerlo. Le explicaron y el viejo les contestó: "Está bien, si Daniel está de acuerdo no hay problema; cuando yo era chico me fiché para el club que quise, así que él puede hacer lo mismo. Además tengo que reconocer que Argentino se preocupa más que Racing por las inferiores". El también había sido jugador. Jugaba de "5" y había sido compañero del padre del Negro Ortiz, que era marcador de punta. Bueno, ahí arranqué y empecé a retroceder en la cancha. De 11 pasé a 10, después 8 y al final 6, cuando jugaba en la cuarta. Si seguía así iba a terminar de arquero...

—¿Saliste campeón acá?

—Sí, a los 15 años, en cuanto llegué a la primera. Y salimos tres años seguidos. Argentino hacía como 20 años que no salía campeón. Enseguida me pusieron en la selección de Chacabuco. Mirá, si de chico era loco por el fútbol, en esa época ya no pensaba en otra cosa. Trabajaba porque me hacía falta, pero había dejado la secundaria en primer año; era industrial y me ocupaba mucho tiempo entre los teóricos y el taller. ¿Cuándo iba a jugar si estaba mañana y tarde en la escuela? Me acobardé. Me gustaba estudiar pero la verdad es que nunca tuve una vocación definida, solamente el fútbol.

La plaza de Chacabuco está desierta porque es la ociosa, insobornable, llena de silencio hora de la siesta. Acá enfrente están la tienda donde Daniel trabajó muchos años, el "boliche" Archibaldo, la Municipalidad y la iglesia. Alrededor, varios lugares para tomar café. Un poco más lejos, en la distancia y la memoria, la carnicería de unos pocos pesos mensuales y los camiones que se cargaban con material y la mente puesta en el potrero.

Las sombras van por la derecha y atrás. Devuelven sensaciones y recuerdos. Cruzan las imágenes quietas de baldosas simétricas y canteros coloridos. Se detienen. Una de ellas, hamacando distraídamente las llaves del Torino rojo, piensa en voz alta. Y aparecen entonces aquella ilusión paterna de un hijo que fuera "zurdo y centrojás", aquel equipito de baby que todos llamaban "El Santos" porque las camisetas eran blancas y los jugadores negritos, los primeros tiempos en Argentino cuando había que cambiarse en la sede y después cruzar la calle para jugar los partidos…

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"Yo estaba convencido de que era un verde. Mirá: en el 70 me llevaron a Boca. Estuve dos meses y medio viviendo en La Candela y Gandulla me dijo que dejara el trabajo en la tienda, que era jugador del club. Pero apareció un tal Campos, dijo que no le servía y me quedé afuera; Gandulla medio se lavó las manos. Estaba con el Loco Sánchez, con Mouzo... Al año siguiente apareció Independiente. Me habló Pipo Ferreiro para jugar de 10. Me probó, le dijo a mi papá que estaba todo fenómeno pero un empleado se equivocó y cuando se dieron cuenta ya habían cerrado el libro de pases. Una cosa de locos. Y sigo. En el 72 me llevó el 'Cochero' Antonio a Estudiantes de La Plata. Estuve tres meses en la pensión que tienen al lado de la cancha y cuando abren el libro se armó un lío en la Comisión Directiva, echan a medio mundo y yo caigo en la volteada. Volví a Chacabuco destrozado y dije en casa que nunca más me iba a probar... ¿Sabés las cargadas que me tenía que aguantar? Ahí tengo otro recuerdo de papá. Me agarró y me dijo: No aflojas, que a los cracks siempre los echan. Vos seguí".

—¿Ahí aparece Sarmiento de Junín?

—Sí, en el 73. Me probaron en un partido contra Platense y le hice un golazo a Topini desde justo el medio de la cancha. La pateó desde el arco, la paré con el pecho, me quedó picando y lo agarré en el borde del área... Bueno, Sarmiento me pidió pero mi amigo Carmelo dijo que únicamente por un año y sin opción. Al principio el técnico no me ponía. Se llamaba Villafañe. A mitad de año vino el Tucumano Hernández y me probó de "3" en las prácticas; te juro que la rompía. Al final quedé de titular y hasta terminar el campeonato hice quince goles. Hernández me decía que hasta la selección no paraba.

—Y se hizo lo de River...

—No, todavía falta. Te había contado de Boca, Independiente y Estudiantes, ¿no? Bueno, me olvide de Chacarita. Voy un día al entrenamiento, era en Parque Saavedra, y me llevan en auto Buzzo, Converti y Frassoldati. Entrenamos y Maschio, que era el técnico, me dijo que me iba a llamar pronto. Nunca más se supo. ¡Uh me acordé de otra!: resulta que también me quería el Pulpa Etchamendi que estaba en Nacional de Montevideo, y entonces vinieron a Junín a jugar un amistoso. ¿Sabés lo que hicieron los de Sarmiento? No me pusieron, porque como yo estaba a préstamo no querían competencia para cuando tuvieran que arreglar. Y otro interesado era San Lorenzo... Un lío bárbaro.

—¿Cómo es la historia de ese partido contra la selección?

—Fue en el 73 también. Vino la selección completa; el técnico era Sívori. Estaba arreglado que para Sarmiento jugaban de refuerzo Rojitas y el Tano Roma. La noche antes estábamos cenando los jugadores de Sarmiento y en una mesa de al lado estaban el tucumano Hernández y Sívori. Cuando terminamos de comer Hernández me llamó y me dijo que al día siguiente iba a jugar de "3" para la selección, porque el Gallego Rosl se había lastimado. Me quedé duro. Como no le contesté nada me preguntó: "¿Pero usted quiere jugar para la Selección, no?" No sé cómo me animé pero le dije que no, que me convenía jugar bien en Sarmiento, porque si jugaba bien en la selección iban a decir que había sido por mis compañeros. Se agarró una bronca bárbara pero se la aguantó. Al día siguiente lo marqué a Ponce y anduve muy bien.

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Final. Final de una etapa.

La fama del zurdito que ya era novio de Graciela Benvenutto (los Benvenutto vivían a una cuadra y media de los Passarella), que saltaba y corría como una fiera, trascendía ya la canchita rodeada de alambre, las casas bajas de Chacabuco, la ruta 7 y la misma ciudad de Junín, con su equipo de Primera "C" que había sido vidriera y trampolín. Era el final.

Los 30.000 habitantes de la ciudad, la euforia de la Fiesta del Maíz que se prepara doce meses para vivir una semana, la cuna compartida con el Negro Ortiz y Huguito Coscia iba a ser, pronto, los materiales de su nostalgia. Llegaba River. Nada menos que River, con su desafío de tantas temporadas sin campeonato, con sus urgencias impiadosas.

Raúl Hernández, su amigo de hoy, fue entonces su abogado. Habló con Néstor Rossi, que era el técnico millonario, le avisó a Daniel que a Pipo le gustaban los jugadores que se tenían fe y entonces el pibe pidió debutar contra Boca, en el Torneo de Mar del Plata. Pipo se hizo el enojado; tenía a Giustozzi, Bottaniz y Osvaldo Pérez en el plantel, estaban por comprarle al Gorrión López, pero igual se la jugó. Fue éxito total marcando a Ponce. Y nada de entrar en el segundo tiempo; de entrada nomás. Rossi lo había llamado "Mocoso caradura", pero ya lo tenía en su afecto.

Y fue final. Con suspenso, como corresponde, porque el pase valía 18 millones y River decía que era demasiado. La decisión tardó unos días. Tanto, que casi firma para Ferro, si no hubiera sido porque los dirigentes de Caballito se dieron cuenta a último momento de que tenía pendiente el Servicio Militar, o para Huracán, si el Flaco Menotti hubiese tenido 24 horas más de tiempo. Pero se hizo lo de River. Doce millones por el pase, 230.000 por mes y los premios para él. Una fortuna. Suficiente para esconderle por un tiempo el cariño por sus raíces, para empujarlo a la aventura urbana, para cambiarle definitivamente aquellos clásicos contra Porteño por otros contra Boca, contra Racing...

Final y comienzo. La vida es eso.

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Su debut

Fecha: 23/01/1974

Partido: Amistoso (Copa Centenario de la fundación de Mar Del Plata)

Cancha: Estadio General San Martín (Mar del Plata)

River: 0

Boca: 0

River: José Alberto Pérez, Pablo Zuccarini, Enrique Wolff, Hugo Pena, Daniel Passarella, Juan José López, Reinaldo Merlo, Norberto Alonso; Ernesto Mastrángelo, Carlos Morete, Jorge Ghiso.

DT: Néstor Rossi.

Boca: Rubén Sánchez; Vicente Pernía, Roberto Mouzo, Alberto Tarantini (54` Alfredo Letanú), Marcelo Trobbiani; Roberto Iglesias, Ramón Ponce, Jorge Benítez; Luis María Carregado, Osvaldo Potente, Enzo Ferrero.

DT: Rogelio Domínguez.

Árbitro: Luis Pestarino.

#TEMAS:
River

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