En el pasado mes de noviembre se celebró la Semana Invencible, una propuesta del Ministerio de Cultura de la provincia, en la que se destacaron el 452° aniversario de la fundación de la ciudad de Santa Fe y el 239° aniversario del nacimiento del Brigadier General Estanislao López.
A través de una serie de actividades desarrolladas en diferentes espacios, la ciudad capital logró reunir el patrimonio que se resguarda en torno a la figura de López y ponerlos a disposición del público.
El contexto es una ocasión para indagar en torno a la figura de uno de los protagonistas más destacados de la vida política santafesina, a partir de representaciones artísticas y conmemorativas. Por un lado, las producciones pictográficas y, por otro lado, el lento proceso que devino en la inauguración del monumento ecuestre en la actual Avenida 7 Jefes.
López, los inicios de su representación iconográfica
Dentro del canon de la historiografía del arte argentino, el período post colonial se conoció como el de los pintores viajeros. Estos recorrían las ciudades retratando a personalidades de las elites lugareñas, costumbres, vestimentas, etc.
Su labor, en el presente, reviste un gran valor documental (además de estético) ya que nos muestra elementos que permiten comprender la vida cotidiana en el territorio de las Provincias Unidas. En 1830, Juan Manuel de Rosas encarga a uno de esos pintores, Charles Pellegrini, que viaje a Santa Fe a retratar a Estanislao López.
De ese paso por la ciudad, Pellegrini logró varios retratos, el de López, su mujer María Josefa del Pilar Rodríguez del Fresno, el de Pascual Echagüe y su mujer, Manuela Puig Troncoso de Echagüe, como así también el del protomédico Manuel Rodríguez y Sarmiento y otro de una niña (atribuido por mucho tiempo a Prilidiano Pueyrredón).
López fue esquivo a posar para la paleta del pintor, por lo que tuvo que ser persuadido por el Restaurador. Finalmente, lo hizo con una charretera que no era la de su uniforme militar. Es un retrato en el estricto sentido de la palabra, a saber, una representación pictórica en donde predomina el rostro y el busto de la persona.
El óleo se perdió en el intríngulis de los tiempos, no obstante, quedó una litografía que fue impresa en las imprentas de César Bacle. Esta posee la particularidad de que está estampada sobre tela, un soporte que no es común en esta técnica de grabado.
En la actualidad, forma parte del patrimonio del Museo Histórico Provincial Dr. Julio Marc de Rosario. La obra se constituye en la madre de todas las que se produjeron luego, abriendo un doble juego de representaciones. Las esfinges que hoy conocemos del Brigadier son entonces representaciones de una representación.
Hacia fines del siglo XIX, encontramos una obra del pintor italiano Héctor Fascino. Esta obra ya presenta otra propuesta compositiva. El Brigadier está retratado de cuerpo entero, descansado bajo un ombú. Vestido de uniforme militar, en la hebilla de su cinto aparece el escudo de la provincia.
Detrás de él, un campo infinito y la figura de un edecán de espaldas a modo de custodio de su descanso. Puede reconocerse entonces la idea de su figura como militar comandando tropas en la campaña santafesina. Al mismo artista también se le atribuye un óleo oval que es fiel a la litografía de Bacle.
La densidad de la representación de López durante los años treinta
Luego de esta escueta producción a lo largo del siglo XIX, nos encontramos con una eclosión de representaciones de López a partir de 1938, año del centenario de su fallecimiento. Enrique Estrada Bello realiza un retrato del Brigadier, detrás de él se ve el antiguo cabildo. Aquí ya se hace notorio un proceso de invención de algunas cuestiones simbólicas que rodean a la figura del exgobernador.
Él está en una recova (inexistente, pero en clara evocación a ese tipo de construcción colonial), y detrás la plaza principal y el cabildo. Tanto en el uniforme como en el cortinado que lo rodea abunda el rojo, en clara evocación al color punzó característico del federalismo.
Para esos años el artista Sergio Sergi residió en la ciudad de Santa Fe. Antes de su partida a Mendoza, dejó como legado un importante retrato de López de impecable factura técnica y estética. La paleta de colores está saturada al rojo, el uniforme y el cortinado imponen esta coloración a la composición de la obra.
El uniforme es netamente militar (es la charretera de la impresión de Bacle con agregados), y el Brigadier se apoya sobre su sable de mando. En 1940 se realiza el primer concurso iconográfico entorno a la figura de López. Sin poseer demasiados datos respecto a la mencionada convocatoria, la figura del gobernante ya ocupa un lugar de preponderancia en la agenda del gobierno y de la sociedad civil.
El santafesino José María García Bañon es el artista ganador, y pinta al Brigadier en la batalla de Gamonal. Dicho enfrentamiento, acontecido en setiembre de 1820, implicó una victoria de las fuerzas comandadas por López sobre la columna bonaerense al mando de Manuel Dorrego.
Tras una derrota en Pavón un mes antes, López comanda una retirada llevando a las tropas de Dorrego a un campo donde crecía un tipo de vegetación venenosa. Por desconocimiento del terreno, Dorrego acampa y la mayoría de sus caballos muere tras la ingesta de esta hierba.
José María García Bañon, "Batalla de Gamonal" (1940). Patrimonio Museo Histórico Provincial Brigadier General Estanislao López de Santa Fe.El ataque de López es devastador y, tras la huida de las tropas bonaerenses, el desenlace de la batalla es sangriento. La obra de Bañón aborda esta última instancia del enfrentamiento. López, de uniforme, mira desolado los cuerpos humanos y de caballos que yacen. En segundo plano, su edecán sostiene dos equinos, el propio y el de López.
En tercer plano, una columna de caballería en franca retirada. Detrás de esta escena se representa, también, la idea de Santa Fe “invencible” en clara alusión a los resultados conseguidos por López en las contiendas bélicas que atravesó como gobernador.
La batalla tuvo su impacto en el plano de lo político, dando lugar al tratado de Benegas en donde Buenos Aires resarce a la provincia de Santa Fe con 25.000 vacas, muchas de las cuales fueron aportadas por Rosas de su pecunio, iniciándose así una estrecha relación entre éste y López.
Para 1943, encontramos la obra de Augusto Fusilier, la cual fue por mucho tiempo la única representación ecuestre del Brigadier. López monta su caballo que, evocando los elementos de la alegórica clásica, lleva las riendas (del poder). Luce su traje militar, con hombreras doradas y botas.
Detrás de él, un séquito de gauchos retoma la idea de la capacidad de mando de López y su relación fluida con las clases subalternas de donde provenían sus milicianos. En su andar, parece cruzar frente a la plaza, detrás la fachada de la iglesia de los jesuitas y del cabildo.
Otra obra es la de César Fernández Navarro, pintor santafesino que realiza un retrato del Brigadier, con el cabildo de fondo, dentro de una habitación que da a la plaza. La vestimenta de López es civil, no obstante, lleva en una mano el sable de mando. En la otra mano un papel, en clara alusión al estatuto del año 1819.
La faja lleva los colores de la bandera provincial y aparece un asiento que evoca a la idea de “sillón de Rivadavia” santafesino. El cortinado rojo reitera la apelación al federalismo.
Este recorrido por las obras en el plano sobre el Brigadier (litografías, dibujos, pinturas) nos permite observar que, entre fines de los 30 y principios de los años 40 del siglo pasado, su producción aumenta en número y en la carga simbólica de su composición, lo cual nos lleva a indagar sobre el porqué.
Hay dos aspectos que hacen posibles el interés por la figura de López. Por un lado, para ese momento podemos detectar un campo artístico ya consolidado con instituciones por donde circula, se consume y se legitima arte, y por donde discurren las producciones estéticas de la primera generación de artistas locales.
Estos pintan la ciudad, sus calles, el paisaje que la circunda y, también, su pasado. Por otro lado, en Santa Fe el pasado comienza a ser objeto de disputa y debate en donde los gobiernos de turno encuentran en él un mecanismo de legitimidad sustitutiva, antes obtenida solo por el sufragio.
En este sentido, la creación de la Junta Provincial de Estudios Históricos en 1935, la institucionalización de un entramado museístico a partir de la gestión del gobernador Manuel María de Iriondo (y su ministro Juan Mantovani) y la incorporación de personalidades del ámbito cultural, artístico e histórico a la órbita del Estado, constituyen el contexto en el cual la figura de López adquirió una centralidad y un consenso político y sociocultural que es, sin dudas, conmemorado en la capital provincial hasta el presente.
Bernardo Carrizo es docente e investigador del Centro de Estudios de los Discursos Sociales (CEDIS), en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Juan Bautista Walpen, por su parte, es profesor de Historia (UNL). Ministerio de Cultura de la Provincia. Investigador del Centro de Estudios de los Discursos Sociales (CEDIS) y en Proyecto CAI+D, en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).