"Poesía Reunida", de Carlos Piccioni, ofrece por primera vez una visión de conjunto de una obra que se mantuvo fiel a una exploración paciente de la experiencia sensible y sus modulaciones.
Los poemas de Carlos Piccioni reflejan un compromiso con el lenguaje, capturando la inmensidad de lo mínimo a través de una contemplación atenta y sensible.

"Poesía Reunida", de Carlos Piccioni, ofrece por primera vez una visión de conjunto de una obra que se mantuvo fiel a una exploración paciente de la experiencia sensible y sus modulaciones.
El volumen reúne seis libros -"Las palabras de todos" (1981), "Paisaje" (1983), "El sueño de las lluvias" (1984), "Desde el agua y el aire" (1994), "El confín de los sonidos" (2012) y "Las flores de lo opaco" (2019)- que permiten observar cómo el poeta sostuvo, a lo largo de seis décadas, una misma preocupación: registrar el vínculo entre percepción y lenguaje sin recurrir a énfasis ni programáticas.
El tono general es el de una contemplación que se deja llevar por los ritmos del entorno, un modo de decir que incorpora observación, memoria sensorial y una atención continua a los matices del mundo inmediato. El prólogo de María Cristina Renard sitúa a Piccioni dentro de ciertas líneas de la poesía argentina de la segunda mitad del siglo XX, señalando algunas persistencias formales y temáticas.
Renard destaca un rasgo central: la presencia de un yo despojado de vanidades, atento a las arbitrariedades de lo deseado y a los mínimos gestos humanos, capaz de evocarlos mediante una palabra precisa.
En estos poemas aparece un compromiso íntimo con el lenguaje, una emoción compartida que sostiene cada línea y que plantea una poética orientada a abarcar la inmensidad a partir de la riqueza de lo mínimo:
"El más sencillo/ de mis sentimientos// es que tú/ me quieras,// el más complejo:/ la dificultad/ de tan sencillo/ amor" (Poema). La voz que emerge no celebra grandezas ni busca proclamaciones; se detiene en los acontecimientos humildes, en aquello que conserva memoria, en los movimientos leves de la naturaleza.
La edición incorpora un dossier ilustrado que aporta una dimensión documental. Se incluyen reproducciones de tapas de distintas ediciones, fragmentos de correspondencia -entre ellas cartas de Raúl Gustavo Aguirre-, dibujos y fotografías que abarcan medio siglo.
Este conjunto permite reconstruir los vínculos personales y literarios de Piccioni: aparecen Aldo Oliva, Celia Fontán, Concepción Bertone, Beatriz Vallejo y otros interlocutores relevantes para su trayectoria. El dossier, lejos de funcionar como mero complemento gráfico, introduce una perspectiva histórica que muestra cómo la obra se sostuvo dentro de un entramado afectivo, editorial y estético.
Leída en su totalidad, la poesía de Piccioni revela una obra centrada en lo mínimo, en la transformación de lo cotidiano en un registro de resonancias precisas. Un movimiento continuo entre ética y estética, que no opera como símbolo rígido sino como superficie donde la mirada se prueba y se renueva: "Al fin,/ crucé los brazos/ sobre el mundo/ y/ me encontré/ cerca/ de casa" (Nuestros sueños).
Un corpus que no depende de gestos rupturistas, sino de la constancia de una sensibilidad que encuentra en el mundo físico un espacio para pensar y, sobre todo, para afinar el sonido propio de la palabra: huellas de su presencia.




