Por Hugo Modesto Izurdiaga
Por Hugo Modesto Izurdiaga
¡Es un homicidio doloroso! No cabe otra definición. Pero, la prescripción de un delito en Argentina se rige por el Código Penal (Ley Nº 11179), por lo que, transcurrido cierto plazo de tiempo, el proceso penal se extingue, salvo casos de lesa humanidad. Por tal razón, y aunque al lector le parezca extraño, no se puede juzgar a una persona que cometió un crimen si pasaron veinte años después del hecho delictivo cometido. Las leyes penales vigentes favorecen y benefician al victimario, provocando así un enorme e injusto perjuicio a los familiares de la víctima.
Ellos no tienen ni siquiera la posibilidad de conocer lo que realmente sucedió, además de no poder llevar a juicio a quién fuera el supuesto responsable. En cuanto a las evidencias de pruebas que han aparecido en estos días, estas carecen de valor, ya que por haber superado los años transcurridos que establece la ley, han perdido validez legal.
A decir verdad, "la Justicia está atada de pies y manos y nada puede hacer". Los jueces deben actuar dentro de los límites establecidos por la ley. El final de esta triste y lamentable historia, se resume en pocas palabras: "La causa va a terminar archivada por la extinción de la pena". Es entonces necesario que el Congreso derogue la actual ley, votando una nueva, para que esta clase de actos delictivos… ¡No vuelvan a quedar impunes y sin condena!
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El 26 de julio de 1984, Diego Fernández Lima se almorzó con su madre. Luego le pidió dinero para el autobús, tomó una mandarina y avisó que iba a encontrarse con un amigo. Jamás regresó. Ahora, cuarenta y un años después de su desaparición, una serie de hechos fortuitos, la tenacidad de su familia y el arduo trabajo de los investigadores permitieron dar con sus restos: estuvieron ocultos todos estos años en el patio de una vivienda del barrio de Coghlan, en la ciudad de Buenos Aires.
El cuerpo de Diego fue hallado el 20 de mayo pasado por obreros que trabajaban en una vieja casona ubicada en el barrio porteño de Coghlan, en la que vivió Gustavo Cerati. El hallazgo ocurrió cuando varios obreros levantaron una pared para separar la nueva construcción de un chalet contiguo. Un desplazamiento de tierra de la casa a la obra dejó al descubierto los que parecían ser restos óseos. Los albañiles dieron aviso a la Policía y, desde allí, comenzaron una investigación que llevó a la identificación del joven, que tenía 16 años la última vez que fue visto con vida. La investigación se reabrió tras el hallazgo y aunque la prescripción penal podría impedir una condena, la familia busca justicia.
(*) Carta remitida por el autor a El Litoral, adaptada y complementada con información para su publicación en esta sección.




