En las redes, en los diarios y en los medios de comunicación en general se escucha diariamente a quienes expresan que nuestro país "necesita una reforma cultural". En realidad, el ciudadano común se enfrenta cada día a la obligación de respetar sus valores en cada acción que realiza.
Aparentemente sí, debería o tendría que ser así, pero si miramos atentamente la vida diaria de los argentinos nos encontramos con que se cometen "pequeñas faltas" que generan dudas al respecto: estacionar en lugar prohibido (doble fila, sitio reservado al transporte público o a persona con discapacidad y otros casos); exceder el límite de velocidad; presencia de cuidadores de autos o "trapitos" que extorsionan por la propina; "emprendedores" que ofrecen lavar el vidrio del limpiaparabrisas y si le dicen no, te golpean el auto; no respetar la prioridad de ancianos, ancianas, enfermos, enfermas o embarazadas en las colas de cajas de supermercados y bancos, etc.
Toleramos esto y luego vienen faltas mayores, o directamente delitos, a la vez que es palpable la exasperación que reina en las calles, ya que por cualquier motivo se originan peleas. La televisión, las radios, la prensa gráfica, incluso las redes sociales tienen casi un 35% que refleja estas realidades, que al parecer denotan una generación sin Formación Ética y Ciudadana, la actualización curricular de lo que antiguamente se denominaba Educación Cívica.
A esta generación le estaría faltando un precepto ético, en términos kantianos: obrar por deber; una regla moral: "No le hagas al otro lo que no te gusta que te hagan"; y un principio de orden jurídico: "Mi derecho termina donde comienza el del otro". Es aquí donde nos viene a la memoria la obra del jurista argentino Carlos Santiago Nino (1943-1993), "Argentina. Un país al margen de la ley: estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino". Han pasado algo más de treinta años y el contenido de la misma sigue vigente.
El elemento que reafirma esto es que la educación ha permitido que se cuestione el mérito -que parece haber perdido valor-, avanzando algunos sistemas educativos que enfatizan la importancia de la solidaridad y la igualdad. Pero la conclusión a la que llegan muchos con estos últimos es que premian la mediocridad, desalentando -justamente- el esfuerzo y la excelencia, mientras que los otros insisten en que la metodología que hace hincapié en el mérito solo logra alumnos distinguidos y bien formados, e informados, pero insolidarios y desiguales. Entonces llevan la discusión a grupos homogéneos y heterogéneos. Una discusión bizantina por cierto.
Comprender sobre derechos y deberes
En cuanto al mérito, deben conjugarse el trabajo individual y por equipos, con muchas actividades de interconexión y obras comunitarias, pero sabiendo que habrá evaluaciones y deberán haber estudiado. Cuando los alumnos se sienten valorados y reconocidos por sus logros, se sienten más motivados para seguir estudiando y mejorando. Es verdad, más allá de todo lo económico, el formar ciudadanos que ejerzan ese título tan importante necesita de tres etapas, que son fundamentales:
1) Diagnóstico; 2) Manos a la obra, con metodología actualizada; 3) Evaluaciones.
De hecho, no oímos hablar de la reforma cultural, como el eje estructural, del cambio que se debe producir. Es un tema muy importante, fundamental y complejo. La educación y la ética son esenciales si queremos retomar el camino que nuestra nación desvió por muchos años. Ellas nos llevarán, con esfuerzo y convencimiento, a construir una sociedad más justa, solidaria, participativa, protagonista, justa y equitativa. Pero vayamos por partes.
La Formación Ética y Ciudadana, llamada históricamente Educación Cívica, es esencial para que cada uno de nuestros conciudadanos, en primera instancia, comprenda y practique derechos y deberes. En tal sentido, necesita saber cuál es la estructura para movilizar nuestro hacer diario en función del aprendizaje y conocimiento:
1) Conocer las distintas constituciones nacionales que hemos tenido. Nada es en extremo, sostenía Aristóteles bajo el criterio de la prudencia, sino lograr el justo medio, el punto de equilibrio. No es por viejo, moderno o actual, sino que nuestro sentido crítico, en la suma de las sucesivas reformas, logre entender cuáles son sus derechos y deberes y que es lo que habría que cambiar, entender de cada ley qué quiso expresar el legislador.
2) Comprender el funcionamiento de las instituciones democráticas. No se resuelven cambios, solo con medidas económicas o desregulaciones. No se puede reducir la categoría de ciudadano o ciudadana a la de consumidor o consumidora. Una sociedad democrática no agravia derechos, ni impone obediencia debida. Por ello es muy importante enseñar y conocer el porqué de cada uno de los capítulos en que se divide la Constitución Nacional.
3) Será necesario desarrollar habilidades, en el real sentido de esta palabra, para ejercitar y practicar la vida civil.
Honestidad e integridad
En igualdad de oportunidades, sin oportunismos, con plena conciencia, desde el lugar que ocupemos, hablemos ahora de la Ética. Es esencial y necesario fortalecerla para que todos los ciudadanos desarrollen principios y valores que orienten sus acciones y decisiones. Entender la importancia de la honestidad e integridad, incluye:
1- Desarrollar la empatía y la comprensión hacia los demás.
2- Desarrollar habilidades para resolver conflictos de manera pacífica, debatiendo estrategias, caminos y acciones.
3- Integración de la Formación Ética y Ciudadana, Construcción de Ciudadanía y/o Educación Cívica en todo el proceso de la enseñanza educativa y los respectivos currículum, conjugando la Formación Ética y Ciudadana, Construcción de Ciudadanía, Educación Cívica e Historia, Ciencias Sociales, Filosofía, entre otras.
4- Formalizar espacios en la comunidad creando cursos que aborden temas como la Constitución, los derechos humanos, la democracia, la justicia, entre otros.
5- Fomentar la participación activa y crítica de estudiantes en actividades cívicas y comunitarias. Es ideal para desarrollar debates, simulaciones de procesos democráticos y del funcionamiento de la justicia (tanto en lo general como en particular), de la labor legislativa o la ejecutiva, o de los procesos electorales (sin imposiciones, con libre debate e internalizando un cambio fundamental en la sociedad), invitando a expertos en temas cívicos y éticos, para compartir sus experiencias con estudiantes comunitarios.
Por supuesto, también entran en el análisis las actitudes de quienes nos gobiernan, que tendrían que ser ejemplares. Casos como el del senador entrerriano que fue detenido en la frontera por tener dólares mal habidos son negativos para fertilizar la tarea de formar ciudadanos éticos. Bienvenida sea, si se aprueba, la ficha limpia para acceder a cargos, pero es necesario también, formar una sociedad que sepa aprender a conocer la realidad y votar responsablemente. Ese sería el gran cambio, porque de esa manera dejarían de existir los corruptos.
Finalmente, desde el Jardín de Infantes, pasando por la escuela primaria y la secundaria, hasta llegar a la formación superior terciaria (docente o técnica), o a la universidad, sería importante incorporar perspectivas diversas y la representación de diferentes grupos culturales, étnicos, religiosos, clubes, vecinales entre otros.
A modo de ejemplo: impulsar la empatía es esencial con aquellos que pueden ser y pensar distinto a nosotros; significa crear ambientes inclusivos donde todos se sientan valorados y respetados, abordar temarios controvertidos y complejos de manera respetuosa, crítica, auspiciando y practicando el diálogo y la reflexión.