Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Espero que bien. Avanza el tiempo de receso de invierno que tanto bien nos hace a muchos. De vez en cuando necesitamos parar un poco, reflexionar sobre lo que somos y hacemos, recuperando nuestras fuerzas físicas y espirituales. Es un tiempo libre de otras actividades intelectuales y físicas, pero no de Dios. No deberíamos desconectarnos de Él nunca, porque Dios es la fuente de nuestra vida y estamos intrínsecamente conectados al Creador.
El Libro de los Hechos de los Apóstoles afirma: "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28). Sin lugar a dudas se trata de una visión optimista de nuestra existencia, porque nuestra vida no termina con la tumba. Al terminar esta travesía, nos esperan las manos amorosas de Dios. Pero,… ¿qué esperan los que no creen en Dios o simplemente niegan su existencia? ¿Esperan algo? En la Liturgia de la Palabra de hoy el salmista nos sale al encuentro con la siguiente pregunta: "¿Señor quien entrará en tu casa? ¿Quién va a gozar de tu presencia?" En el mismo salmo 14 el salmista responde en forma maravillosa:
"El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará (...)"
A continuación, mis queridos amigos, me permito desarrollar solo algunas de las afirmaciones del salmista, conectándolas con nuestra realidad de hoy. "¿Señor quien entrará en tu casa?" El que procede honradamente y practica la justicia. Proceder honradamente, es decir rectamente, en la Argentina actual, es un desafío ético y moral urgente, porque la corrupción que hace años se ha institucionalizado no solo salpica a los que nos gobernaron y nos gobiernan, sino que también daña a otras instituciones, incluso a la misma Iglesia, a la vida religiosa, y a la cultura en general, tergiversando los valores perennes.
Por otra parte, practicar o no practicar la justicia no es un tema secundario en nuestra querida patria argentina. Lamentablemente, y a esto hay que decirlo, el Poder Judicial no siempre estuvo al servicio de la verdad; no siempre estuvo orientado al compromiso por el "Bien Común". Por el contrario, muchas veces, estuvo al servicio de los intereses mezquinos de las personas particulares y del gobierno de turno. Cuando la justicia es lenta, cuando algunos jueces no cumplen con su misión (o son "tortugas" para investigar), el mismo pueblo toma su protagonismo, presiona, reclama y exige la justicia tan largamente esperada.
En nuestro "pueblo argentino" hay muchas reservas éticas y morales, que no siempre aparecen con tanta claridad en la clase dirigente. Ningún gobierno puede hacerse dueño de las personas, ni usarlo según sus conveniencias. El pueblo, tal como lo dice a Biblia, es la herencia eterna de Dios. "¿Señor quien entrará en tu casa? El que dice la verdad y no calumnia con su lengua. Mis queridos amigos, no hay vida social sana, no hay prosperidad, si falta la verdad. Una sociedad basada en la mentira no tiene futuro, más temprano o más tarde todo se cae a pedazos.
Hace tiempo, el presidente americano Abraham Lincoln dijo (1809-1865): "Se puede engañar a todos algún tiempo y se puede engañar a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". Durante muchos años se nos alimentaba con "relatos" o "medias verdades" y no salimos bien. Falsificar o mentir siempre sale muy caro. Hoy sabemos que las consecuencias son dramáticas. Para ir concluyendo, el salmista pregunta: "¿Señor quien entrará en tu casa? ¿Y quién podrá estar en su lugar santo? El que no hace mal a su prójimo. El de manos limpias y corazón puro". Nada más ni nada menos.
Que simple parece, pero que compleja es su implementación. Por eso... pidamos a Dios que nos ayude a no hacerle mal al prójimo y a obrar siempre bien. Que tengamos las manos limpias, porque no robamos a nadie. Que tengamos el corazón puro, porque no mentimos ni engañamos en forma fraudulenta a nadie, especialmente a nuestros hermanos.