Sábado 15.6.2019
/Última actualización 22:23
“Género, sexualidad y prensa argentina en los años ‘60”. Ese es, en general, el planteo que la docente e investigadora María Laura Schaufler eligió hace algún tiempo para su tesis de Doctorado en Ciencias de la Comunicación, por la Universidad Nacional de Rosario. También es el tema que profundizó en becas posdoctorales del Conicet y en el que sigue indagando junto con el equipo Acción de Extensión FCEDU-Universidad Nacional de Entre Ríos, casa de estudios donde obtuvo, primero, el título de licenciada.
—¿Por qué abordaste la década del ‘60?
—Creo que toda investigación, sobre todo en Ciencias Sociales, tiene que tener algún suelo afectivo o algo que esté unido a la imaginación. Porque, si no, es probable que se haga algo que no se siente. En mi caso, cuando era chica viví mucho tiempo en una casa de campo en Colonia Belgrano (entre Gálvez y López), donde habían vivido mis bisabuelas, tatarabuelas, y había un gran sótano lleno de revistas. Al vivir en el campo, todo el mundo se suscribía a esas publicaciones y allí estaban desde Caras y Caretas hasta revistas de mecánica y rurales, y también las revistas femeninas que leían las mujeres de la casa. Siempre me gustó mucho ver las imágenes de los años ‘60; las revistas de moldes y de ropa me llamaban mucho la atención. Ahí me quedó “algo” con los ‘60 que es cuando mi mamá era una nena.
Schaufler se recuerda, tiempo después, caminando por la zona donde antes estaba ubicado este diario (bulevar y Pedro Vittori), cuando se le ocurrió el objeto de investigación para su doctorado en Comunicación Social. “Cuando no estás pensando ‘tengo que pensar en algo’ se te ocurre” (risas). Fue en el año 2010, cuando los estudios de género y de sexualidades estaban ganando terreno, “pero hablar de erotismo era otra cosa”. “Mi trabajo fue deslindar una categoría de otra; a eso me dediqué y pude construir las dimensiones de lo que pude entender como erótica, a medida que fui revisando las revistas”.
D.R.“Tampoco puedo decir que armé una definición que se la voy a pasar a la RAE. Mi punto de vista fue discursivo, para pensar qué tipo de discursos son eróticos a diferencia de los discursos de la sexualidad que ya sabemos cuáles son. Y el discurso erótico busca cierto efecto o sugerir, busca que el texto sea placentero en sí y que despierte la imaginación. Sobre eso no hay mucho hecho ni escrito”, aporta.
Para armar su “corpus” de estudio, se zambulló en las revistas femeninas: “Tomé una década y quizás fue una exageración de mi parte”, reconoce ahora sobre el volumen que fue cobrando su investigación.
¿Qué revistas? Femirama, Cristina, Para Ti, Maribel, “para sectores más populares y donde encontré discursos feministas, a diferencia de Claudia que estaba orientada a un grupo de mujeres de cierta clase social, donde no los encontré”, resume.
Las fotos de las publicaciones y una extensa selección de artículos fueron convenientemente digitalizados y resguardados, y luego pasaron a formar parte de un proyecto de extensión de la Uner.
Volviendo a su investigación, Schaufler comenta que más que una hipótesis se propuso construir “ideas”, para comprender si en los ‘60 había existido algo de la índole de la revolución sexual de la cual se hablaba; cómo había llegado a un medio masivo y popular como eran las revistas femeninas; qué tenían que ver esos cambios con el género y con la erótica, y si lo que se llamaba la revolución sexual lo era en términos de erótica”. Y lo dice en pocas palabras pero se sabe que fue una enormidad.
D.R.—¿Lo que ocurrió en los ‘60 fue una revolución sexual?
—Me parece que hablar en términos de revolución es demasiado exagerado. Una autora dice que hubo revoluciones discretas. Pero hubo grandes cambios y lo que fue sucediendo luego en la cultura erótica tiene que ver con esa década que marcó un gran vuelco, que es lo que me parece que va a suceder con esta década. Son dos grandes hitos con más de 50 años de distancia entre uno y otro. De ahora en más, ciertas cuestiones en relación con el amor, el sexo y lo que se entiende por placer han cambiado.
>>> PERFIL: María Laura Schaufler es Dra. en Comunicación Social, Lic. en Comunicación Social y Mención en Educación Facultad de Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de Entre Ríos). Integra el núcleo de feminismos, estudios de género y sexualidades, Facultad de Trabajo Social de la Uner, y el Centro de Investigaciones en Mediatizaciones, UNR.
—¿Esa revolución había llegado al país tan fuertemente como en otros?
—Cuando se hablaba de revolución sexual se lo hacía en países del norte: Escandinavia, por ejemplo, donde existieron grandes comunidades que tomaron en serio cuestiones como idear nuevos tipos de familias, de sexualidad, de cotidianidad. Acá estos medios lo tomaban como algo un tanto exótico. Pero es cierto que se convulsionaron muchas cuestiones en torno a las relaciones y al ámbito doméstico. Las mujeres comenzaron a trabajar afuera y eso significó doble carga para ellas, situación que no se cuestionaba. El lugar de la domesticidad era el lugar de la mujer. Pero es cierto que también se publicaban en las revistas femeninas discursos muy misóginos acerca de lo que estaba pasando. Algo así como “ladran Sancho, señal que cabalgamos”: algo estaba pasando y por eso aparecía esta respuesta.
Pero quienes debatían temas como la anticoncepción eran las voces “autorizadas”: médicos, curas, abogados, coroneles. Hay que entender el contexto histórico: era una época con pequeños períodos democráticos y otros no. Pero los cambios culturales exceden a los gobiernos. Por más que luego sucedieron los ‘70, cuando hubo un acallamiento de estos temas, una censura mayor y un miedo mayor del periodismo para decir ciertas cosas.
—¿Encontraste “plumas” femeninas en las publicaciones que relevaste?
—Sí, fue el momento en que entraron las mujeres a las redacciones. Eva Giberti empieza a publicar sobre educación sexual en revistas. Otra que tenía un fuerte discurso feminista era Silvina Bullrich: son muy interesantes sus notas, tenía una visión muy existencialista de las mujeres, y decía “ganamos estas libertades, tenemos que ser responsables”, para salir de esa custodia de los varones. Era una mujer que vivía de una manera excepcional para la época.
—¿Se puede hacer un paralelo con el momento actual?
—Me parece que aquél (los ‘60) fue un momento en que se resquebrajaron algunas verdades o prácticas muy naturalizadas respecto del amor. Se empezó a debatir más públicamente la posibilidad de separación, el divorcio.
D.R.—La ley de divorcio llegó mucho después.
—Sí, pero podría haber llegado en los ‘60. Hubo un momento en que se especuló con que ya iba a salir. La Iglesia lanzó encíclicas en contra de estos avances: de la anticoncepción, del divorcio. Incluso en el gobierno (de facto) de Onganía (1966-70) había marco para que ciertas cosas empiecen a suceder. O como no estaba prohibido, se realizaba. Después, en los ‘70, se prohibió la anticoncepción.
Hay que ser positivas, pero no olvidarnos que nada une más a ciertos sectores que el rechazo ante ciertos avances, y el avance de las mujeres da muchísimo miedo. Tenemos que pensar en cuál es la retaguardia de esto y no olvidarlo. Sin miedo.
Para quienes quieran profundizar en este objeto de estudio, van recomendaciones de María Laura Schaufler: Isabella Cosse, “Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta. Una revolución discreta en Buenos Aires”; Anthony Giddens, “La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas”; Octavio Paz, “La llama doble. Amor y erotismo”, y Beatriz Sarlo, “El imperio de los sentimientos”. En la web, textos propios: “Erotismo y mediatizaciones: revistas femeninas en la Argentina de los ‘60” y “Sexualidades sesentistas: pasando revista a algunos discursos sobre el placer (Revista Badebec)”.