El linfoma es un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático y, aunque puede aparecer a cualquier edad, suele diagnosticarse con mayor frecuencia en adultos mayores. Detectarlo a tiempo y conocer los síntomas es clave.
Cada 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Linfoma, una fecha destinada a difundir información y concientizar sobre esta enfermedad que, aunque poco frecuente, afecta a miles de personas en todo el mundo.

El linfoma es un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático y, aunque puede aparecer a cualquier edad, suele diagnosticarse con mayor frecuencia en adultos mayores. Detectarlo a tiempo y conocer los síntomas es clave.
Existen dos categorías principales: el linfoma de Hodgkin y el linfoma no Hodgkin. Ambos tienen tratamientos efectivos y, en muchos casos, logran que los pacientes alcancen la remisión.
Cada 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Linfoma, una fecha destinada a difundir información y concientizar sobre esta enfermedad que, aunque poco frecuente, afecta a miles de personas en todo el mundo.
El Dr. Stephen Ansell, hematólogo, explicó los aspectos básicos de este cáncer que se origina en el sistema linfático y destacó que, gracias a los avances médicos, hoy el tratamiento ofrece resultados altamente exitosos en la mayoría de los pacientes.
El linfoma es un cáncer que se desarrolla en el sistema linfático, una parte fundamental del sistema inmunitario que produce los linfocitos —glóbulos blancos— encargados de combatir infecciones.
En este caso, el problema aparece cuando los linfocitos (células T o B) sufren una mutación genética que altera sus instrucciones de crecimiento. Como consecuencia, comienzan a multiplicarse sin control, viven más tiempo del normal y forman tumores en los ganglios linfáticos y en otras áreas del cuerpo.
Estos tumores desplazan al tejido sano e interfieren con su funcionamiento. Aunque no siempre se conoce la causa exacta de la mutación inicial, sí se sabe que existen factores que aumentan el riesgo, como la edad avanzada, la inmunodeficiencia, el uso de medicamentos inmunosupresores o ciertas infecciones —por ejemplo, con el virus de Epstein-Barr o la bacteria Helicobacter pylori.
Linfoma de Hodgkin: menos común, pero uno de los cánceres más tratables. Se caracteriza por la presencia de células anormales llamadas Reed-Sternberg. Suele comenzar en los ganglios del cuello, el pecho o las axilas y se disemina de manera ordenada y predecible, lo que facilita su detección temprana.
Linfoma no Hodgkin: más frecuente que el de Hodgkin, pero igualmente raro en comparación con otros cánceres. Incluye todos los linfomas que no presentan las células Reed-Sternberg. Su incidencia aumenta con la edad y la mitad de los casos se diagnostica en personas mayores de 65 años.
El linfoma puede manifestarse con síntomas que muchas veces se confunden con otras enfermedades. Entre los más comunes se encuentran:
Hinchazón indolora de los ganglios linfáticos en cuello, axilas o ingle.
Fiebre persistente.
Pérdida de peso inexplicable.
Sudores nocturnos intensos.
Fatiga constante.
Falta de aire y, en algunos casos, picazón en la piel.
Es importante destacar que la presencia de estos síntomas no significa necesariamente que una persona tenga linfoma, pero sí es una señal de alarma que requiere consulta médica.
El diagnóstico comienza con una exploración física para detectar ganglios inflamados y, en algunos casos, un bazo o hígado agrandados. La prueba clave es la biopsia de ganglio linfático, que permite confirmar la presencia de células cancerosas e identificar el tipo de linfoma.
También pueden realizarse estudios de médula ósea, tomografías computarizadas, resonancias magnéticas o tomografías por emisión de positrones (PET), que ayudan a determinar la extensión de la enfermedad.
El abordaje del linfoma depende de factores como el tipo de cáncer, el estadio en el que se encuentra, la agresividad de las células malignas y el estado general de salud del paciente.
En algunos casos, cuando la enfermedad avanza lentamente y no interfiere con la vida cotidiana, la estrategia más recomendable es la vigilancia activa o “espera en observación”, que implica controles periódicos sin iniciar tratamiento inmediato.
Cuando el linfoma requiere intervención, existen varias opciones:
Quimioterapia: medicamentos potentes que atacan las células cancerosas.
Terapias dirigidas: fármacos que actúan sobre anomalías específicas de las células del linfoma, con alta eficacia y menor impacto en las células sanas.
Inmunoterapia: medicamentos que estimulan al propio sistema inmunitario para reconocer y destruir las células malignas.
Los avances en estas áreas han logrado que el linfoma sea hoy una enfermedad con altas tasas de éxito en los tratamientos y posibilidades de remisión prolongada.
Recibir el diagnóstico de linfoma puede ser abrumador, pero informarse es clave para atravesar el proceso. Los especialistas recomiendan a los pacientes hacer preguntas, conocer sus opciones terapéuticas y apoyarse en familiares, amigos o grupos de pacientes que estén viviendo la misma situación.
El Dr. Ansell subrayó que, aunque tener cáncer nunca es fácil, el linfoma es uno de los tipos con mayores probabilidades de control y recuperación. Las investigaciones en curso abren la puerta a tratamientos cada vez más efectivos, ofreciendo esperanza a quienes transitan la enfermedad.




