Cuando alguien aprende a andar en bicicleta, a escribir o incluso a dar algunos pasos, no “guarda” esos movimientos como archivos estáticos en el cerebro.
Un equipo de investigadores demostró que, a través de la repetición, las redes neuronales se reorganizan y transforman acciones conscientes en movimientos automáticos, con implicancias para enfermedades neurológicas.

Cuando alguien aprende a andar en bicicleta, a escribir o incluso a dar algunos pasos, no “guarda” esos movimientos como archivos estáticos en el cerebro.
Cada acción motora surge de circuitos neuronales que evolucionan con la práctica y la experiencia. Según un reciente estudio de la Universidad de Stanford, la repetición transforma secuencias caóticas de actividad cerebral en patrones precisos y eficientes: así se gestan los hábitos motores.
El equipo de investigadores centró su atención en el estriado, una región clave vinculada al control motor.
En las primeras etapas del aprendizaje, la actividad neuronal en esa zona es difusa: numerosas neuronas se activan al azar, sin diferenciar claramente entre las distintas fases del movimiento.
Pero con la práctica diaria, ese desorden cede y solo ciertos grupos neuronales permanecen activos, adoptando roles específicos como señalar el inicio o el fin de un movimiento.
El estudio revela que no se crean nuevas neuronas durante ese proceso, sino que el cerebro selecciona y fortalece aquellas que resultan más eficientes para ejecutar la tarea motora.
De esta forma, la acción deja de depender de un gran número de células, reduciendo “ruido” y ganando precisión.
Los experimentadores entrenaron ratones para correr en una rueda mientras registraban la actividad mediante técnicas avanzadas de microscopía.
Al principio, cerca del 75 % de las neuronas vinculadas al estriado respondían de manera aleatoria ante el movimiento.
Con los días de entrenamiento, el número de neuronas activas disminuyó, pero las que persistieron adoptaron funciones definidas: algunas predicen el inicio del gesto; otras, su término.
La investigación distingue dos tipos neuronales relevantes en el estriado: las neuronas de vía directa (dSPNs) y las de vía indirecta (iSPNs). Ambos participan en la optimización del circuito motor durante el aprendizaje.
Comprender este mecanismo abre puertas en el tratamiento de patologías neurológicas. Por ejemplo, en la enfermedad de Parkinson muchas personas pierden la capacidad de iniciar o detener movimientos con fluidez; el estudio sugiere que en esos casos pueden verse afectados los circuitos estabilizados que antes permitían la automatización motora.
Además, estos hallazgos tienen relevancia para rehabilitación tras lesiones cerebrales o accidentes: si sabemos cómo el cerebro ordena el caos neuronal durante el aprendizaje, será posible diseñar terapias que “guíen” esa reorganización de forma más eficaz.
Entre los retos futuros está trasladar estos hallazgos del modelo animal a humanos, y adaptar las estrategias a las diferencias individuales en estructura cerebral, edad y condición neurológica.




