Cómo era la vida de los lustrabotas y "changarines" durante la última dictadura en la ciudad de Santa Fe
Estos trabajadores informales, los maleteros y cuidacoches estaban habilitados para ejercer sus tareas. Pero eran sometidos a estrictos controles, y trabajaban en la Terminal de Ómnibus. La capital, vista desde la mirilla de una oscura época.
Cómo era la vida de los lustrabotas y "changarines" durante la última dictadura en la ciudad de Santa Fe
Indagar por la mirilla de aquella oscura época que fue la última dictadura cívico-militar (1976-1983) en la Argentina, y particularmente en la ciudad capital, permite ver cómo se organizaba la vida social, de acuerdo a las premisas de respeto a "la moral y las buenas costumbres" del Proceso, entendidas como un método de control opresivo.
Consta en el digesto histórico de 1978 una normativa interesante: cómo se regulaba el trabajo informal de los mozos de cordel, los "changarines", lustrabotas y cuidadores de autos, que sólo podían realizar sus tareas en la Terminal de Ómnibus "Gral. Manuel Belgrano". Todo está en el decreto N° 1.356, del 9 de junio de 1978.
Como se sabe, un digesto histórico es un compendio de normas, ordenanza y resoluciones que existieron en un determinado momento histórico de Santa Fe, que que habilitan entender cómo se regulaban las actividades sociales, económicas, recreativas, etcétera. Estos digestos fueron publicados por el municipio capitalino en 2023.
Quiénes eran
El referido decreto aprobaba las "Normas Funcionales" de mozos de cordel, changarines, lustrabotas y cuidadores de autos -cuidacoches-. Los mozos de cordel eran aquellas personas que recibían y transportaban el equipaje que traían los pasajeros en autos o taxis hasta los andenes, y viceversa.
Los changarines eran quienes recibían los equipajes en los andenes y los cargaban en los colectivos; los cuidacoches, quienes en las playas de estacionamiento de automotores ayuban, "mediante indicaciones y señas oportunas y acertadas", al mejor y más rápido estacionamiento de los autos Y los lustrabotas, los que se dedican al lustrado del calzado.
Estos trabajadores informales no guardaban ninguna relación de dependencia con la Municipalidad, y debían vestir, en el horario del desempeño de sus funciones, un guardapolvo beige, con puños y cuello de color azul.
Un niño lustrando zapatos. Imagen creada con IA. Crédito: El Litoral
"Este guardapolvo deberá ser adquirido del propio peculio de cada uno de los interesados y usarse limpio, planchado y correctamente abrochado. Tenía que utilizarlos en los turnos que se les asignen. El corte de cabello, "discreto y permanente".
Eso sí: en los furiosos veranos de esta capital, podía usar sus guardapolvos de fajina "con el primer botón de la camisa desprendido".
Controles y exigencias
Todas estas personas, cuando iniciaban sus tareas, debían tener prendido en el bolsillo superior izquierdo de sus guardapolvos la tarjeta identificatoria extendida por la autoridad municipal de la Estación Terminal de Ómnibus. Al momento de estar en contacto con el público, tenían que exhibir dos fotos tipo carnet, certificado de conducta y libreta de sanidad.
Las autoridades municipales en la Terminal de Ómnibus de Santa Fe fijaban el número de personas que desarrollaría estas tareas informales y debían extender las autorizaciones correspondientes a aquellos "que acreditaran mayor solvencia moral", pudiendo ser canceladas en cualquier momento.
Obligaciones
Estas personas tenían estrictas obligaciones: debía proceder al barrido y limpieza del lugar en donde desempeñaban sus tareas; acatar las indicaciones e instrucciones que imparta los supervisores de turno, "quienes a su vez vigilarán su cumplimiento, para un mejor ordenamiento y realización de las labores", decía el decreto.
Asimismo, tenían que usar el uniforme fijado, "llevando en forma bien visible la tarjeta habilitante"; observar un buen trato con los pasajeros y personal de la Estación, presentar anualmente su certificado de conducta y mantener permanentemente actualizada su libreta de sanidad.
Postal de la ciudad de Santa Fe (circa 1970). Crédito: Archivo El Litoral
Debían cumplir los turnos de atención que fijaba la autoridad municipal; desempeñar regularmente sus tareas en los turnos asignados comunicando, con la debida antelación a la Sección Mantenimiento y Conservación dependiente de la Estación Terminal de Ómnibus, cualquier impedimento para concurrir a sus tareas.
Propina a voluntad
Se establecía expresamente que ninguna de estas personas, con excepción de los lustrabotas, podrá solicitar suma alguna de dinero por sus tareas, "quedando facultadas para recibir lo que voluntariamente y graciablemente se les abone". La propina, con todo, era a voluntad.
Para el caso de que se coloque el equipaje, en el momento del despacho, algún ticket con resguardo de seguro ante alguna Compañía Aseguradora debidamente autorizada, se podrá cobrar hasta un máximo del 1 por 1000 (uno por mil) de la suma asegurada que figura en el reverso del ticket.
Si los changarines no cumplían con sus deberes, era responsabilidad de la empresa de transporte retirarlos "de inmediato" de la plataforma en el caso de que la autoridad municipal disponga la caducidad de la tarjeta habilitante.
El incumplimiento de las obligaciones dispuestas así como "toda otra irregularidad o negligencia" que afectase los intereses de la Terminal o por "actos contrarios a la moral o buenas costumbres", era sancionado con la "caducidad de la tarjeta habilitante y el registro de ese antecedente en el libro respectivo".
Una apostilla que es más una curiosidad de las idas y vueltas de la historia. Durante la última dictadura, en Santa Fe los cuidacoches estaban habilitados. Hoy, en plena democracia, están prohibidos. Así lo decidió el Concejo local, a propuesta del Ejecutivo. Claro: los tiempos y las dinámicas sociales cambiaron demasiado en casi medio siglo.