En el invierno de 1979, la ciudad de Santa Fe fue testigo de un gran acontecimiento cultural. En las salas del Museo Rosa Galisteo, dos exposiciones paralelas, una proveniente de los Países Bajos y otra del Reino Unido, abrieron una ventana hacia el arte abstracto europeo del siglo XX.
Impulsada por la embajada de los Países Bajos, una de las exposiciones fue sobre el movimiento De Stijl y reunió 31 cartones ilustrativos. Surgido en 1917, propuso un cambio en la concepción artística, bajo la idea de arte total.
Theo van Doesburg Museo Thyssen-BornemiszaLas obras mostradas, como señaló Jorge Taverna Irigoyen en El Litoral, el 5 de julio de 1979 "registran aspectos diversos de la corriente que, sumada al suprematismo del ruso Malévich, tanto contribuyeron al advenimiento del arte abstracto".
Los nombres eran muchos, pero uno dominaba: Piet Mondrian. "Fue el fundador del neoplasticismo -recordaba Taverna-, corriente que compone el plano con verticales y horizontales que se entrecruzan en riguroso ortogonalismo, y dentro de cuyas áreas el amarillo, el rojo y el azul, abren diálogos cromáticos únicamente en el negro, ‘ordenador’ de esas superficies de colores sin modular".
Archivo El LitoralMondrian era el eje de la muestra. Un artista que, guiado por principios racionales, eliminó la individualidad expresiva en pos de una "nueva sensibilidad", despojada y matemática.
"Inconscientemente, todo artista verdadero fue siempre conmovido por la belleza de las líneas y de los colores y sus relaciones mutuas, más que por lo que ellas representan", escribió el propio Mondrian. Y esa frase, recuperada por Taverna Irigoyen, flotaba en las salas.
Centro PompidouVan Doesburg, Arp y Kok
También estaba Theo van Doesburg, quien con su "elementarismo" introdujo la diagonal como fuerza plástica. Jean Arp, con sus formas en tensión con el rigor geométrico; Anthony Kok, Hans Richter, Georges Vantongerloo y Frederik Kiesler.
Cada panel era, como escribió Taverna, "una pieza documental, una puerta abierta a la concepción de un universo visual completamente nuevo, ajeno a las imágenes familiares".
Museo Thyssen-BornemiszaLo más notable era la cohesión del conjunto. "Fue un movimiento coherente, fuerte -afirmaba Taverna-, de gran peso no sólo en las artes plásticas sino también en la arquitectura, en la gráfica y hasta en planteos poéticos, de diseño industrial, muebles, etc.".
De Stijl fue una idea total, una apuesta por rediseñar el mundo. Y Santa Fe, en el '79, fue testigo de ese programa utópico condensado en papel y tinta.
ArchivoLa modernidad británica
En paralelo, otra muestra, organizada por el Consejo Británico, ocupaba las salas vecinas. Era más ecléctica e incluía reproducciones y afiches que ofrecían una síntesis de lo que el arte inglés había producido entre los '50 y los '70.
Francis Bacon, con sus cuerpos desgarrados y figuras en fuga, se destacaba con claridad. Junto a él, Henry Moore, Eduardo Paolozzi, Victor Pasmore, Allen Jones y Richard Hamilton trazaban un mapa de abstracción y neofigurativismo.
Tate LondresTambién se encontraban trabajos de David Hockney, William Scott, Rita Donagh, Patrick Caulfield, Tom Phillips, y otros tantos. Una suerte de catálogo, como lo llamó Taverna: "un ‘vistazo’ panorámico de algunas expresiones de artistas británicos anteriores a la década del '60".
Lo que unía ambas propuestas era su vocación de ruptura, su voluntad de apartarse del naturalismo, del decorativismo, de toda forma complaciente. Ambos conjuntos de obras querían, como dijo Apollinaire, "la realidad de la concepción", no la representación visual.