Los centenarios muros de la sala de reuniones de la Bolsa de Comercio de Santa Fe (San Martín 2231) lucen por estos días ataviados por acrílicos y acuarelas. Es que allí se despliegan las obras que componen "De cúpulas y colores de Santa Fe", la muestra del artista plástico Gustavo Pueyo.
El artista propone un ejercicio de reconstrucción simbólica del paisaje urbano a partir de la memoria arquitectónica, un homenaje crítico y afectivo que pone en valor lo que la ciudad todavía es, a pesar del olvido y la indiferencia.
Es que Santa Fe es una especie de palimpsesto de estilos, etapas y rupturas, un mapa donde las cúpulas coloniales conviven con el puerto industrial, donde la piedra se superpone al hierro y la historia emerge en cada fachada. Ese es el territorio poético que Pueyo recorre con sus pinceles.
Foto: Luis Cetraro"Quiero que la gente visualice, mire y llame la atención. Y bueno, en el caso de una obra de arte, llamar la atención es con colores", dice el artista, dejando ver que lo suyo es una búsqueda estética y una estrategia de intervención cultural.
Evocación y contraste
La exposición se organiza en torno a 11 obras en acrílico de gran formato, cada una centrada en un edificio de la ciudad, acompañadas por 11 acuarelas más pequeñas, donde se representa el entorno urbano inmediato.
Pueyo no quiere aislar íconos, sino devolverlos a su contexto. Porque, como todo en la ciudad, los edificios también son parte de un tejido, donde el tiempo, la luz y la mirada del peatón los resignifican cada día.
Foto: Luis CetraroLos edificios elegidos
En la elección de las construcciones retratadas están el Convento de San Francisco, la Iglesia de Santo Domingo, la Catedral Metropolitana, la Casa de Gobierno, el Teatro Municipal, el Paraninfo de la UNL, la Casa de la Cultura, la Estación Belgrano, los Elevadores del Puerto, el Puente Palito y el Puente Colgante.
Lo que en principio puede parecer un catálogo de postales urbanas, en realidad configura una narrativa, que pretende ser historiográfica, de la ciudad de Santa Fe.
"Esta muestra la tenía organizada para los 450 años de Santa Fe", explica el artista. "Quise cubrir todas las etapas: desde lo más antiguo, como los conventos, hasta lo más moderno, como el puerto o el puente". El arte funciona así como cartografía sensible de la historia.
Foto: Luis CetraroEl color como instrumento
Pueyo quiebra la lógica naturalista para proponer fondos simbólicos, contrastantes, casi disruptivos. El cielo representado es en la realidad, no aparece nunca. Tampoco los tonos grises o apagados que el paso del tiempo dejó en las fachadas. Lo que predomina es el contraste.
"El convento San Francisco tiene un fondo rojo medio marrón por el color del hábito franciscano. La Catedral, un rojo obispo. El Teatro, un celeste. Todo tiene una lógica simbólica, aunque no siempre racional. Lo importante es que llame, que te haga mirar", confiesa Pueyo.
Detrás de esa elección cromática hay una decisión estética y política. Porque en un contexto donde lo patrimonial se suele invisibilizar bajo la pátina del deterioro o el desinterés, estos colores funcionan como gritos.
Foto: Luis CetraroCables, grietas y ruinas vivas
Una de las decisiones de Pueyo es no embellecer lo representado. A diferencia de cierta pintura costumbrista que idealiza lo urbano, su obra se hace cargo de las marcas del presente.
Las acuarelas, por ejemplo, muestran los cables que cruzan las calles, los obstáculos visuales que impiden ver la cúpula completa de una iglesia, el caos del entorno.
"A mí me gusta dejar un testimonio de mi época. Esto era así. Después tal vez cambie, pero ahora es esto. Es también una crítica. En Santo Domingo, por ejemplo, te tenés que mover veinte metros para lograr ver la cúpula entera porque los cables la tapan. Eso molesta, y está bien mostrarlo", sostiene.
Foto: Luis CetraroEsa decisión transforma las obras en documentos. Son una suerte de inventario de una Santa Fe en permanente tensión entre lo que fue, lo que es y lo que ya no puede verse.
La Bolsa de Comercio
Exponer esta muestra en la Bolsa de Comercio de Santa Fe no es un detalle menor. En sí misma, la sede es parte del patrimonio arquitectónico que la obra de Pueyo pone en valor. Pero también es un ejemplo del fenómeno que el artista quiere subrayar: edificios que la ciudadanía ignora por costumbre.
"Si lo ves en Europa, decís ‘mirá las cosas que tienen’. Pero está acá, en Santa Fe. Y la gente pasa por la vereda y ni siquiera mira la puerta”, afirma con orgullo y decepción. En ese sentido, la muestra visibiliza lo representado pero también el propio espacio expositivo.
Foto: Luis CetraroEl artista, la ciudad y la infancia
Detrás de cada trazo hay una historia personal. Pueyo pinta desde la pertenencia. Oriundo de San Justo, recuerda con emoción los viajes escolares al convento de San Francisco y las visitas a la Casa de Gobierno.
"A mí me quedó eso de chico. Venir a Santa Fe era ver la historia. Lo que uno estudiaba estaba ahí, al alcance de la mano. Y eso no se olvida más". Ese vínculo afectivo se filtra en cada obra.