"Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional".
Fue subastada por 7,2 millones de dólares en 2008. Pintada en 1945, esta figura resume la visión plástica del mexicano. La recordamos en el aniversario de la muerte de Tamayo.

"Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda: este es mi credo de mexicano internacional".
Rufino Tamayo nació en 1899 y es considerado uno de los primeros pintores modernistas mexicanos. Pero su obra no se ajusta a patrones convencionales. "En su propuesta, hay una búsqueda muy primigenia en la creación del color", define Andrea Fischer.
A diferencia de sus contemporáneos más conocidos (que fueron Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco), Tamayo no incorporó una agenda política explícita a sus pinturas.
"Para Tamayo, la 'mexicanidad' no era algo claramente definido; no coincidía con el patriotismo extremo y el nacionalismo que proclamaban los demás", explica el Instituto de Arte de Chicago. Mientras los muralistas usaban el realismo figurativo para celebrar la identidad nacional, Tamayo se volcó más a la pintura de caballete.
El Museo Reina Sofía lo resume así: "Aunque realiza murales, Tamayo elige la pintura de caballete como el medio de expresión más adecuado para un investigador de texturas complejas, sólidas y experimentales".
Su obra expresa una síntesis entre lo local y lo universal. "Tamayo es conocido por retratar temas modernos mexicanos mediante una combinación de estilos internacionales de vanguardia y sensibilidades locales", señala también el Instituto de Arte de Chicago.
Además del color, Tamayo experimentó con materiales y formas desde una perspectiva influida por las culturas indígenas. Fischer sostiene que el artista "reinterpreta los métodos modernos de empaste y teoría del color a partir de las usanzas de los pueblos antiguos".
Entre sus pinturas más significativas, "Trovador" ocupa un lugar destacado. Tanto por su potencia simbólica y plástica, como por el hito que marcó en el mercado del arte.
El 30 de mayo de 2008, esta obra realizada en 1945 se vendió en la casa Christie’s de Nueva York por 7,2 millones de dólares, estableciendo un récord mundial para el arte latinoamericano.
El precio final superó por mucho las estimaciones más optimistas. La subasta arrancó con una base de un millón de dólares, pero luego se desató una puja feroz. Un comprador anónimo, que participó por teléfono, ofreció la cifra récord y se quedó con la pieza.
"Es una cifra que marca un hito, porque hasta no hace mucho una venta de obras latinoamericanas oscilaba entre 12 y 18 millones de dólares", explicó entonces Virgilio Galarza, jefe del Departamento Latinoamericano de Christie’s.
La obra se presentaba como la estrella de una subasta que ofrecía 80 lotes. De ellos, 66 encontraron comprador y el total recaudado -incluidas las comisiones- alcanzó los 26,6 millones de dólares. Pero el centro fue "Trovador".
El óleo representa a un personaje solitario. Un músico abstracto, de formas esquemáticas, suspendido en un espacio sin tiempo. Tamayo construye más una presencia que una escena. No hay fondo, anécdota, o contexto explícito.
Como en buena parte de su producción, el artista elige magentas, violetas, naranjas y ocres. El color domina la escena. La figura se construye con planos geométricos, con influencias del cubismo.
"Trovador" sintetiza la visión de Tamayo: un arte sin proclamas, pero humano. Un canto a la identidad sin necesidad de folklore. Un símbolo universal.
Tamayo falleció el 24 de junio de 1991. Hoy, sus obras forman parte de las colecciones más importantes del mundo. El Museo Reina Sofía conserva piezas clave como "Naturaleza muerta" (1954) y "Homenaje a la raza india" (1952).
Además, su colección de arte prehispánico donada a Oaxaca sigue viva en el museo que lleva su nombre, como testimonio del vínculo entre lo ancestral y lo contemporáneo.




