El desembarco de Franco Colapinto como piloto de Alpine en 2025 prometía marcar el inicio de una etapa histórica para el automovilismo argentino. Talento, juventud y una oportunidad largamente esperada parecían confluir en el momento justo.
Entre fallas técnicas, errores operativos y una estructura en transición, Franco Colapinto sostuvo su lugar en la Fórmula 1. El balance de su primera temporada en Alpine va más allá de los puntos.

El desembarco de Franco Colapinto como piloto de Alpine en 2025 prometía marcar el inicio de una etapa histórica para el automovilismo argentino. Talento, juventud y una oportunidad largamente esperada parecían confluir en el momento justo.
Sin embargo, la realidad fue mucho más áspera: Alpine atravesó una crisis estructural profunda y el A525 terminó siendo uno de los monoplazas más impredecibles y menos competitivos de la parrilla.
El balance final es inevitablemente agridulce. Los resultados no acompañaron, pero dejaron una certeza difícil de discutir: el talento de Colapinto permaneció intacto aun cuando la mecánica le dio sistemáticamente la espalda.
Desde los test de pretemporada en Bahréin, las alarmas se encendieron en Enstone. El Alpine A525, concebido bajo una nueva filosofía aerodinámica para revertir el pobre 2024, se convirtió rápidamente en un problema crónico. La principal falla estuvo en su inconsistencia aerodinámica: una desconexión marcada entre el tren delantero y el trasero que volvió al auto impredecible.
En el ingreso a curva, el A525 se mostraba subvirador, negándose a rotar. Pero en el ápice, el comportamiento cambiaba de forma abrupta y el eje trasero perdía agarre sin aviso, provocando trompos, correcciones constantes y una inseguridad total para atacar pianos o sostener velocidad mínima. Para un piloto en pleno proceso de adaptación, esa falta de confianza resultó letal.
A esto se sumó el déficit de potencia de la unidad Renault, superada con claridad por Mercedes y Ferrari en su último año de desarrollo. En trazados como Monza o Spa-Francorchamps, Colapinto fue una presa fácil en las rectas, sin importar cuán agresiva fuera su defensa en sectores lentos.
La escasa evolución del chasis durante la gira europea terminó por sepultar cualquier aspiración de puntos regulares.
El contexto institucional tampoco ayudó. Alpine transitó 2025 sumida en una transición forzada, con salidas clave de ingenieros hacia proyectos como Audi y Cadillac. Esa inestabilidad se reflejó directamente en pista.
Las paradas en boxes se transformaron en una ruleta rusa. El GP de Hungría, con un pit stop de 11 segundos por una tuerca trasera defectuosa, quedó como la postal de la temporada: un piloto peleando en la zona media-baja mientras la estructura se desmoronaba detrás.
La fiabilidad fue otro verdugo silencioso. El incendio en las prácticas libres de España no solo le quitó tiempo vital de puesta a punto, sino que obligó a reutilizar componentes durante el resto del año, penalizando aún más su rendimiento a una vuelta.
En ese escenario, Colapinto sostuvo una fortaleza mental notable, conteniendo la frustración tanto ante la prensa como dentro del box.
Más allá de los números —con el 12º puesto en Canadá como mejor resultado—, el análisis interno es más alentador. En ritmo de carrera, Franco logró igualar e incluso superar en escenarios puntuales como Bakú y México a Pierre Gasly, un ganador de Gran Premio y referencia consolidada del equipo.
Demostró capacidad de adaptación, manejo inteligente de neumáticos en contextos de degradación extrema y una agresividad constante en las largadas, su sello distintivo, ganando posiciones en casi todos los inicios de carrera.
La confirmación de su asiento para 2026 es el verdadero dato del cierre de temporada. No es un premio a los resultados, sino al carácter y a la madurez.
Si Alpine logra ofrecerle una herramienta competitiva, la Fórmula 1 sabe que el número 43 está listo para pelear por mucho más que una supervivencia decorosa.




