Dicen que las matemáticas son exactas y que los números no mienten. La guerra de Israel a múltiples bandas, como en un "pool demoníaco", se acerca ya al número de 700 días en unas semanas. Los muertos israelíes entre civiles y soldados se acercan a los 2.500; los heridos a miles y los afectados psicológicamente a diez millones (toda la población). No importa de qué línea política sean, afines al gobierno o a la oposición, minorías, judíos, no judíos, ciudadanos con documento azul (así se le dice al DNI en la calle). Los secuestrados vivos y muertos son cincuenta.
Para el domingo 17 de agosto estaba prevista una acción de protesta en donde muchas empresas iban a permitir a quien lo deseara no trabajar para manifestarse a favor de finalizar la guerra y reclamar por enésima vez por el regreso de los secuestrados. La medida se estima que tiene un porcentaje de aceptación del 50 por ciento, lo que quiere decir que el otro 50 está de acuerdo con la continuidad de la guerra, que en esta etapa implica tomar el control de la ciudad de Gaza.
Siguiendo con los números, la propia ONU ha declarado que de las 43.000 toneladas de ayuda humanitaria que se ha entregado este mes solo menos del 15 por ciento llegó a manos de los ciudadanos gazatíes. ¿Se entiende realmente la magnitud de la perversidad del grupo Hamás? Supongamos que en los túneles y guaridas subterráneas todavía deambulan y están pertrechados unos diez mil terroristas (es solo una cifra tentativa, ficticia),... ¿necesitan más de 30.000 toneladas de suministros para subsistir? ¡No!
El gobierno israelí ha decidido que solo una devolución total de secuestrados abriría una puerta para iniciar las posibles conversaciones de un acuerdo y cese de la acción militar. El Hamás, sintiendo la presión de la acción sobre los últimos bastiones que le quedan ha regresado a la mesa de conversaciones proponiendo una entrega parcial, lo que les daría la posibilidad de prolongar en el tiempo la agonía para todos y la continuidad de su proyecto.
Para aclarar a los confundidos: la "guerra santa" incluye para el Hamás el sacrificio hasta la muerte (es decir, convertirse en mártires) como ejemplo para las masas que los siguen y para estimularlos a seguir sus pasos. Según esas mismas premisas, el sacrificio será valioso si también sacrifican la vida de los infieles (en este caso los israelíes). Por eso mismo, debe retomarse la lucha por el esclarecimiento contra lo sesgado de las campañas anti-israelies. El hecho de que Israel haya sido atacado, sumado a todas las acciones que se realizan para proteger a la población civil, bajo ningún concepto puede llamarse genocidio y eso está estipulado en Tratados Internacionales que determinan sobre el tema cuando hay conflictos bélicos.
Desmantelando mentiras gran cantidad de los pobladores de Gaza y los territorios pertenecen a los aproximadamente setecientos mil árabes que salieron voluntariamente de Israel hacia las zonas mencionadas cuando cinco paises le declararon la guerra en 1948 y perdieron. Como prueba de que no hubo transferencia ni expulsión hoy llegan entre Gaza y los territorios a la cifra de cinco millones sumando los que viven en Israel con documentos israelíes (son dos millones más), llegando a la cifra de siete millones de árabes. ¿Eso es genocidio? ¿Eso es expulsión?
El escritor británico George Orwell supo expresar, en su obra "1984" (de 1949), que iba a llegar un momento que el control de los medios de comunicación podrían en el futuro controlar la opinión de las masas y establecer "un relato ajeno a la realidad". También expresó "la guerra es la paz y la paz es la guerra", significando que los relatos a construir podrían ser opuestos a la realidad. Un ejemplo concreto es preguntarse lo siguiente: ¿Por qué la comunidad de naciones no obligó a Egipto a recibir temporariamente la población gazatí para que Israel combatiera contra Hamás en condiciones más favorables?
La verdad mata el relato, no la aparente realidad manejada. Por eso, volviendo a Orwell y su novela distópica "1984", en la trama afirma: "Quien controla el pasado controla el futuro; quién controla el presente controla el pasado". El poder del control a través de las múltiples formas de comunicación y la invención de relatos que al final se vuelven verosímiles para muchos es el peligro actual.
¿En qué guerra se ve a los soldados buscando casa por casa, habitación por habitación del enemigo, con cuidado de no afectar o atacar o eliminar población civil o quizás compatriotas secuestrados? En ninguna. Y dada las características de esta guerra sucia, enredada, tramposa, de emboscadas, el ejército israelí desempeña su labor de manera impecable. Tengan en cuenta que de toda la oficialidad, parte de los mismos son voluntarios, y los soldados rasos son ciudadanos comunes de todos los estratos sociales y profesionales, que optaron por incorporarse y abandonar su lugar en la sociedad y las familias para defender la patria.
Los días venideros quizás podrían ser el inicio de cambios en la situación, tengamos en cuenta que ni el bravucón de Donald Trump ha influido demasiado y tampoco los países árabes, que han aportado al desarrollo del monstruo que Israel combate al lado de sus fronteras. El peligro del conformismo acrítico puede llevar a la estupidez de aquellos que no intentaron ni remotamente ponerse en el lugar del otro. Sabiendo eso, es importante la resiliencia, la tozudez y la esperanza del proyecto que Israel pregona y sostiene.
(*) Santafesino radicado en Israel desde 2002.