El drama tuvo como escenario una casita humilde de barrio San Agustín, en la zona noroeste de la capital santafesina. Allí, en la tarde del miércoles, una disputa de pareja derivó en un ataque feroz: Nicolás Alejandro Jara, 26 años, descargó su furia contra L., de 24. A golpes, la dejó tendida en el suelo, convulsionando.
A las 16, el llamado al 911 habló de un “desorden familiar”. Cuando los policías llegaron, encontraron a la joven en estado crítico. El tío de la víctima, nervioso, explicó que ella había sido agredida por su pareja. Ante la demora de una ambulancia, la cargaron en un vehículo particular rumbo al Hospital Iturraspe. Allí, el médico de guardia diagnosticó traumatismo encefalocraneal con convulsión. El parte resultaba claro: se trataba de una golpiza, no de un simple altercado.
Un video clave
Las piezas del rompecabezas empezaron a encajar con rapidez. Un testigo entregó a la policía un video donde se ve con crudeza la paliza propinada. Ese registro fue suficiente para ubicar a Jara en su guarida: una vivienda a escasos metros de la escena, sobre Formosa al 7300. La aprehensión no tardó en llegar.
La víctima ingresó al hospital Iturraspe en estado crítico. Foto: El LitoralYa en horas de la noche, el barrio se convirtió en testigo pericial. La Brigada de Femicidios, fotógrafos, planimétricos y rastros desplegaron sus labores de rigor. Los agentes secuestraron tres teléfonos celulares, dos de la víctima y uno del acusado, que ahora integran la cadena de pruebas.
El miedo sigue
La Fiscalía, en manos de la doctora Luciana Escobar Cello, caratuló el hecho como “Femicidio en grado de tentativa”. Detrás de esa frase legal se oculta un cuadro clínico grave: una joven de 24 años que pelea por recuperarse de una violencia que bien pudo haberle costado la vida.
Doctora Elisa Bacca, subdirectora del hospital Iturraspe. Foto: El LitoralEn el barrio, mientras tanto, el eco del suceso sigue latiendo. Una vez más, la postal de la violencia de género queda registrada en las estadísticas, pero también en los cuerpos y en el miedo cotidiano.