Por años aprendimos a identificar el cansancio físico: dormir poco, comer mal, trabajar de más.
El cerebro también se agota cuando vive en modo alerta. permanente.

Por años aprendimos a identificar el cansancio físico: dormir poco, comer mal, trabajar de más.
Pero hay un cansancio más silencioso, más difícil de explicar y mucho más frecuente en el consultorio: el cansancio emocional.
No siempre se presenta como tristeza. A veces es irritabilidad. O desinterés. O una sensación persistente de "estoy pero no estoy". Personas que funcionan, cumplen, producen… pero por dentro están exhaustas.
Desde la psiquiatría sabemos que el cerebro también se agota cuando vive en modo alerta permanente. La sobreexigencia emocional, el miedo sostenido, las preocupaciones constantes y la dificultad para poner límites generan un desgaste real, medible y tratable.
Algunos signos frecuentes:
- Falta de motivación incluso para cosas que antes disfrutabas
- Sensación de estar "desbordado/a" por lo mínimo
- Dificultad para concentrarte
- Irritabilidad o llanto fácil
- Alteraciones del sueño
- Necesidad de aislarte
- Pensamientos como "no doy más" o "todo me cuesta"
No es debilidad. No es falta de voluntad. Es el sistema nervioso pidiendo una pausa.
No se trata de cambiar la vida en un día. Se trata de microajustes sostenidos.
1. Dormir no es un premio, es un tratamiento
El descanso regula neurotransmisores clave del estado de ánimo. Dormir mal empeora cualquier cuadro emocional.
2. No todo se resuelve pensando más
El cerebro cansado no necesita más análisis, necesita menos estímulos. A veces la mejor decisión es apagar, literalmente.
3. Aprendé a diferenciar lo urgente de lo importante
Muchas personas viven como si todo fuera urgente. Ese estado, sostenido en el tiempo, enferma.
4. Pedir ayuda es un acto de salud mental
Hablar con un profesional no es llegar tarde; es llegar a tiempo.
5. No romantices estar agotado/a
Estar cansado no te hace más valioso. Te hace humano… y vulnerable.
Para cerrar
Vivir mejor no es vivir sin problemas. Es vivir con más conciencia emocional, sabiendo cuándo frenar, cuándo pedir ayuda y cuándo escucharnos sin castigarnos.
Porque a veces, mejorar la vida no requiere grandes cambios. Solo empezar a tratarnos un poco mejor




